2. Forks (Editado)

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Abrí mis ojos desesperados cuando escuché como habrían las cerraduras. Me sentía desesperada por salir de aquí.

—Estas despierta. —Susurro Alec. Sus ojos eran de color negro y realmente se veían más aterradores.

—Si.

—No hice una pregunta, fue una afirmación. —Negué incrédula. Se sentó a mi lado y se pegó bastante a mi.

—¿Que haces aquí?

—Solo quería hablar con mi prometida, ¿Acaso no puedo? —Esto me estaba asustando demasiado. Sus manos comenzaron a recorrer mis piernas por encima de las sábanas.

—¿Que crees qué haces? —Le deje saber sacando sus manos de donde las tenía.

—Nada...

Sus manos se metieron debajo de las sábanas, y en un descuido cayeron al suelo.

—No quiero que me toques...

—Vamos... se que lo quieres.

De un momento a otro estaba encima mío, presionando su cuerpo junto a él mío.

—¡Suéltame!¡Te dije que no quiero!

—¡No te hagas la dificil! —Gritó mientras de un jalón me arrancó la camisa.

—¡Me dolio!

—Deja de quejarte... nunca me he atrevido a tener relaciones con una humana. —Mi mente quedó en blanco y me asuste.

—No seré yo la primera, ¡Aléjate de mi!

—¡Quédate quieta!

—¡Por favor! —Grite para que me escuchara, me sentía sucia. Su piel fría hizo contacto con mi piel, que con nada segundo que pasaba se ponía más caliente por el esfuerzo de querer escapar. Mis pantalones abandonaron mis piernas y lágrimas comenzaron a bajar en silencio.

—Shh, no quiero que hables. Dañas todo cuando hablas. —Sentí como arranco mis bragas y supe que no había vuelta atrás. Iba a pasar, lo que jamás pensé que me pasaría a mi. Cerré mis ojos, por un momento dejé de sentir la presión de su cuerpo pero cuando volví a abrirlo el se encontraba nuevamente presionándome pero sin ropa.

—Por favor... Alec te lo suplico. Dame tiempo para encajar con la idea de que seré tu mujer y te prometo que tendremos relaciones pero ahora no ahora. ¡Por favor! —Una de mis manos se liberó de las suyas y comencé a golpearlo. Mi cuerpo comenzó a moverse por el esfuerzo que estaba haciendo. Todo fue en vano al sentir como su ereccion entró de mi.

Cerré mis ojos mientras las lágrimas salían de mis ojos, mi cuerpo árdia por el dolor. La humillación que estaba pasando en estos momentos me esta consumiendo.

Trate de alejar el momento y pensar en otra cosa. Solo pude imaginar en lo preocupados que deberían estar mis padres al no haber llegado a casa en el avión de esta mañana. Seguramente moriría a manos de Alec y realmente ya nada le importaba.

En la habitación solo se escuchaban los gemidos de Alec junto a sus gruñidos. Sus manos presionaban con fuerza las mías, abrí mis ojos asustada y me encontré con que los ojos de Alec estaban llenos de deseo, de ansiedad y me miraban fijamente. Casi quise gritar cuando vi sus colmillos por fuera.

—¡No me muerdas!¡No me mates! —Grite mientras empece a tratar de sacármelo de encima. Alec sin pensarlo encajo sus dientes entre mi hombro y cuello. Sentí como mi cuerpo comenzó a debilitarse y perdía la consciencia.

(...)

Abrí mis ojos con lentitud, mi cuerpo ahora estaba vestido por un traje negro con rojo. Toque mi cuello con dolor y allí descansaba una venda. No se cuanto tiempo estuve allí durmiendo pero al levantar mi cabeza me fije en la puerta abierta.

Sin pensarlo me levante de la cama y comencé a correr rogando no toparme con nadie. No había corrido ni dos minutos cuando escuché ruido de algún pasillo. Me metí en la primera habitación que encontré, al voltearme me tapé la boca.

—¡No puedo creerlo!

Era una especie de laboratorio, bastante antiguo parecía de la era de los dinosaurios. Mire por encima de todas las cosas y me llamo la atención un tablero. Allí se encontraba los nombre de treinta y dos personas. Agarre el bote que tenía el nombre de Alec y me asomé para ver si alguien más venía.

Al no escuchar a nadie comencé a correr para buscar la manera de hallar la salida. No se cuanto tiempo le tomo pero al salir de el, corrí por las calle de Volterra sin girarme a mirar el castillo. Necesitaba llegar a mi hotel y poder cambiar la hora de mi vuelo, necesitaba salir de este país de inmediato. No se cuanto tiempo estuve corriendo por las calles pero pude ver donde me hospedaba a lo lejos.

Al llegar a mi habitación sin querer perder tiempo, encendí mi laptop y intenté comprar un boleto de avión lo más rápido posible. Agarre el teléfono de la habitación y llame a mi madre.

—¿Hola?, ¿Amelie, eres tu?

—Mamá. —Le conteste con la voz rota.

—¡Amelie! Te hemos buscado por todas partes, se suponía que llegarás en la mañana. —Lo pensé, les juro que pensé contarle todo pero seguramente no me creerían.

—Perdóname... me extravié ayer en la noche. Logré comprar otro pasaje para hoy en la tarde.

—Que bueno, hija. Te esperaremos allí. —Ella simplemente cortó la llamada sin preocuparse de verdad.

Me tiré en la cama a llorar sin consuelo. Me sentía rota por dentro.

(...)
Al día siguiente.

Abrí mis ojos cuando sentí como me empujaron en una camioneta.

—¿Mamá?¿Que pasa?

—Tu cuerpo está débil... el doctor recomendó mandarte a Forks. Allí hay un doctor bastante bueno que tendrá las respuestas para ti cariño. Tu padre y yo no podemos viajar contigo pero confiamos en que todo saldrá bien. —Quise llorar pero las palabras no me salían.

Sin importarle a nadie cerraron las puertas y la ambulancia comenzó a alejarse de él hospital. Estuvimos horas en el camino llegando a Forks en el atardecer.

—El doctor te está esperando. —Me comentó un paramédico y solo asentí.

Me adentraron en el hospital, me cambiaron de una camilla a una sillas de ruedas. Fuimos directo a una oficina, que estaba vacía.

—El doctor viene de camino aquí.

Me quede quieta mirando la pared. Segundo después alguien entró a la oficina y mi corazón se paralizó cuando vi a otro hombre tan parecido a los Volturi. Era de tez blanca, ojos miró claro y daba terror.

—¿Estas bien? Soy el doctor Carlise Cullen.

—¿Cullen? Los de La Niña inmortal. —Susurre tan bajo pensando que no me iba a escuchar. Sus ojos cambiaron de color y me asusté.

—¿Que sabes de eso?¿Te mandaron de parte de los Vulturi? —Llore al acordarme de todo.

—No... solo escuché a una chica rubia decirlo en Volterra.

El me miró confundido y se sentó en una silla a mi lado.

La gran familia VulturiWhere stories live. Discover now