💋Capítulo 23. No tengan una cita

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(...)

Viktor llegó al apartamento de Dorian con la intención de tocar la puerta y recogerlo, como había visto tantas veces en películas, pero se sorprendió al encontrarlo ya esperándolo, apoyado en su coche. Esta vez, Dorian lucía una chaqueta negra mucho más formal que su habitual azul desgastada y llena de pines que solía usar casi todos los días.

—Creo que no comprendes del todo el significado de una cita —se quejó Viktor.

Dorian lo miró con una mueca burlesca.

—No me gusta esperar a que vengan por mí —replicó.

Viktor le sonrió de manera provocadora, acercándose.

—¿Te gusta ser el dominante?

Dorian colocó una mano en su pecho y lo obligó a retroceder, pero sin desvanecer la expresión retadora en su rostro.

—¿Te molesta?

—No, ni un poco. —Se carcajeó y le dio una palmada al techo del coche—. ¿Estás listo para la mejor noche de tu vida?

—No exageres.

—Lo será, mi querido Dori —aseveró—. En este tiempo a tu lado he aprendido un par de cosas sobre ti. Sé que te gustan las malteadas de vainilla, la música, cantar y los coches. Haremos todo eso esta noche.

—¿En una sola noche?

—En una sola noche —afirmó y alzó una ceja—. A menos que quieras múltiples citas.

—No te precipites. —Dorian rodeó el automóvil para subirse al lado del conductor, pero fue detenido por la mano de Viktor rodeando su brazo—. ¿Qué te pasa?

—Olvidé mencionarlo, pero yo conduciré esta vez.

Dorian bufó, enarcando las cejas.

—¿En serio crees que te dejaré conducirlo?

—Ya he manejado tu apreciado coche antes, ¿recuerdas? —replicó Viktor con arrogancia.

Dorian se zafó del agarre de Viktor y levantó los brazos sobre su cabeza en frustración.

—¡Estaba borracho hasta la médula! —refutó Dorian—. ¡No fue opcional!

—No, ¿pero sabes qué sí lo fue?

—No quiero saber.

Viktor lo ignoró y, con una sonrisa burlona que dejaba entrever sus colmillos, dijo:

—Decir que tienes un fetiche por los vampiros.

Dorian hizo un mohín y Viktor pudo oír cómo se aceleraba su corazón por la vergüenza.

—No vuelvas a mencionar eso —advirtió Dorian—. Promételo y te daré la llave.

—Trato.

Dorian se la lanzó y Viktor la atrapó con facilidad. Ambos subieron al auto y, mientras Dorian se abrochaba el cinturón, rezongó:

—Llamar fetichista a tu cita no es la mejor manera de iniciar la noche.

Viktor soltó una carcajada y encendió la radio, buscando una estación de música de los ochentas, la favorita de Dorian.

—Confía en mí, ¿quieres? —pidió Viktor con un tono pícaro.

—Pides mucho para la primera cita —replicó Dorian con una mirada escéptica.

Viktor lo miró de soslayo y, antes de salir del estacionamiento, dijo:

—Pero doy mucho más.

La primera parada que tenía en mente era uno de los restaurantes que, según fuentes poco confiables como Roderick, tenía las mejores malteadas de Core. A pesar de que Roderick se consideraba un «experto» en todos los establecimientos de comida de la ciudad, Viktor dudaba de su criterio. Sin embargo, sin tiempo ni paciencia para buscar reseñas, decidió confiar en el pobre y cuestionable gusto del amigo de Dorian.

Vampire KissWhere stories live. Discover now