💋Capítulo 22. No le pidas una cita

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Viktor era plenamente consciente de la hostilidad que el padre de Dorian le profesaba

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Viktor era plenamente consciente de la hostilidad que el padre de Dorian le profesaba. Ahora, con el conocimiento revelado sobre la verdadera naturaleza de la madre de sus hijos, Viktor sospechaba que la frialdad y la incomodidad en su primer encuentro se debían a que el padre intuía, de alguna manera misteriosa, su condición vampírica. La intriga por entender cómo un humano había engendrado dos hijos con una Banshee, una mujer casi muerta, lo consumía por dentro. Y justo en ese momento, estaba a punto de saciar sus dudas...

—¡Roland Welsh! —Llamó a la puerta con fuerza—. ¡Sé que estás ahí!

La certeza le llegó al observar un automóvil en el garaje, en definitiva no perteneciente ni a Dorian ni mucho menos a Emma. Al inicio, mantuvo la cortesía al tocar el timbre y golpear la puerta con cuidado, pero tras quince minutos de espera, comenzó a impacientarse.

Inclinó la cabeza hacia la puerta, concentrándose en captar cualquier sonido desde el interior. Percibió pasos, el vaivén de alguien y una respiración agitada. Era el padre de Dorian, fingiendo no estar, muy nervioso por la presencia del vampiro.

—¡Puedo escucharte! —gritó Viktor, soltando un largo suspiro mientras apoyaba su frente contra la madera—. Escucha, no estoy aquí para hacerte daño a ti ni a tus hijos. Solo quiero hablar, hacerte algunas preguntas. Eso es todo.

Aguardó, oyendo cómo los pasos se detenían de repente, para luego reiniciar y acercarse cada vez más. Viktor apartó la frente de la puerta justo antes de que esta se abriera con brusquedad.

Roland Welsh lo recibió con un gesto adusto, frunciendo el ceño tanto como lo hacía su propio hijo. Por un instante, el vampiro sintió que estaba frente a una versión futura de Dorian, aunque menos atractiva, por supuesto. Contuvo un bufido ante la ocurrencia.

—¿Qué es lo que quieres? —inquirió el padre de Dorian con frialdad, mostrándose aún más molesto al ver a Viktor sonreír.

Sin borrar del todo la sonrisa, Viktor negó con la cabeza.

—¿No vas a invitarme a entrar? —lanzó de forma provocativa. Roland exhaló y estuvo a punto de cerrar la puerta, pero el vampiro lo detuvo con una sola mano y apenas un poco de fuerza—. Tu esposa, Ciara Doyle, la madre de tus hijos, como quieras llamarla, ¿es una Banshee, verdad?

Roland apretó la mandíbula y se aferró con más fuerza a la manija.

—No sé de qué estás hablando —masculló, mintiendo mientras Viktor detectaba su acelerado ritmo cardíaco.

—Sabes que soy un vampiro —prosiguió Viktor—. Sabes sobre la Sociedad Ulterior, los monstruos. Por eso me miras así, porque sabes que también soy uno. Al igual que tu querida esposa e incluso tus hijos.

Roland tragó saliva con dificultad y Viktor pudo notar el sudor acumulándose en su frente.

—Aléjate de mis hijos —advirtió, con tono amenazante—. Aléjate de Dorian.

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