💋Capítulo 12. No le mientas

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A Dorian le gustaba el chocolate

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A Dorian le gustaba el chocolate.

En realidad, era algo predecible. O al menos eso pensaba Viktor. Algo común, aceptable y, sobre todo, fácil de conseguir.

Observó la hora en su teléfono, eran casi las tres de la mañana, y el frío invernal de Core calaba hasta los huesos de los humanos. Al exhalar, una nube de aire condensado se formó, con un leve rastro de olor a sangre por el vaso que había bebido horas atrás. A veces se cuestionaba si Dorian, debido a su conexión, también podía percibir el sabor metálico en su boca.

Dorian... Dorian era fascinante, pero a la vez tan inmutable como una roca. Cada vez que Viktor tocaba el tema del «amor», él reaccionaba con animosidad, rechazando cualquier intento de conversación al respecto. Suponía que su aversión se originaba en el abandono de su madre y en el engaño de su exnovio.

Suspiró una vez más mientras contemplaba el llamativo letrero de la farmacia frente a él, abierta las veinticuatro horas. Mientras esperaba, se entretuvo viendo el ir y venir de algunas personas. Lo más destacable fue la entrada apresurada de un hombre que adquirió algunos preservativos y luego se marchó, no sin antes advertir a Viktor sobre el riesgo de hipotermia por estar expuesto al frío. En su defensa, no estaba tan desprotegido; llevaba su camisa blanca habitual y un chaleco negro encima. Podría haber sido peor.

Volvió a comprobar la hora. Carmilla se estaba retrasando. ¿Por qué le costaba tanto ser puntual?

—Eres un caso perdido, Viktor —murmuró una voz a sus espaldas.

El vampiro se giró para ver a su mejor amiga aproximarse. Ella sí venía descubierta, luciendo su ajustado vestido carmesí que mostraba un hombro y una pierna. Sin duda, todavía estaba captando la atención de posibles presas.

—Siempre llegas tarde —replicó él con un tono de reproche.

Carmilla agitó la mano con desdén y, al levantar la mirada, se encontró con el letrero de la farmacia. Frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Siempre que me citas así, espero que me lleves a algún lugar interesante, no a una farmacia de humanos —se quejó.

Viktor apenas pudo contener una sonrisa maliciosa, al borde de la carcajada.

—Oh, no te preocupes, mi querida Carmilla. —Envolvió sus fríos hombros con un brazo, como si pudiera transmitirle algo de calor—. Confía en mí, haremos algo muy divertido.

Ella lo observó con una mezcla de confusión y desconfianza mientras Viktor la dejaba ir y se dirigía hacia las puertas de la tienda.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó ella.

Viktor la miró perplejo.

—¿No es obvio? —respondió, señalando el local—. A la farmacia.

—¿Y para qué? Somos vampiros, cabeza de sorbete. No necesitamos nada de lo que venden allí.

Vampire KissWhere stories live. Discover now