30:

5 3 0
                                    

Treinta:

El chico de las mariposas II.

Sam, chico de ojos marrón chocolate...

Aquí está todo lo que siempre te quise decir.

Llevas luz en tu alma y tu sonrisa por primera vez en mi mente...No está ensangrentada.

Ven, disfrutemos de los misterios del firmamento, sin miedo. Sin miedo a quien decidamos amar, sin miedo a en quien esos hermosos ojos que tienes se puedan fijar...

Porque no hay nada de malo en ti, eso es verdad.

Gracias por mostrarme el mundo de una manera sincera y jovial, y mientras corremos atrapando mariposas, el amor que antes solías esconder, ahora sólo crecerá.

Amas las mariposas porque como ellas tu alma también necesita espacio para volar.

Las amas porque siempre con tu gentileza y bondad sus alas te has dispuesto a curar.

Y así, en este cuaderno de poemas te haré saber...

Que tu vida también constituye uno, y en tus ojos reposa la belleza de un ser.

En tu mirar están todas las noches que secaste mis lágrimas. Y todos aquellos días, en donde con tu calidez eclipsaste mi desesperado corazón sangrante

Todas aquellas veces que compartiste conmigo mi dolor y el tuyo me entregaste.

Para ayudarme a darme cuenta que sola no estoy y nunca lo estaré...Si tengo a un chico amante de las mariposas que a veces también aprecia mi arte.

Chico de las mariposas, nunca lo olvides...

Joven amante de esos seres vivos que vuelan a nuestro alrededor, sé que tengo un chico en las estrellas que ahora a mi vida ha venido para llenarla de color.

Pero también te tengo a ti...Cariño mío, con la fuerza de tu sonrisa has hecho que la mía recobre el fulgor.

Y así, plasmé con tinta de boli azul la última palabra del poema dedicado a Sam Cross, mi mejor amigo en todo el mundo y lo cerré. Ya eran suficientes poemas de amor y de agonía, debía escribir algo fresco y nuevo. No era que Dimitri o las alucinaciones no fueran mi fuente inagotable de poemas, pero sentía que debía decirle a Sam todo lo que había en mi corazón respecto a su persona, siendo él el que había estado ahí para levantarme del suelo tantas veces junto con mi madre.

Y hablando de las alucinaciones...

-¿Sabes algo? Comúnmente no puedo descifrar cual insulto utilizar cada vez que te veo. "ilusa, estúpida, imbécil, degenerada"...¡Ah! Ya sé: maldit...

-¡No voy a permitir que me denigres más de lo que ya lo has hecho a lo largo de todos estos malditos años! –lo interrumpí antes de que pudiera culminar el insulto.

Fui corriendo a tomar mi libreta para escribir el nombre de Erika, pero el ángel que había empezado la conversación me lo arrebató en un instante de las manos.

-Así que tuviste una charla con la rubia oxigenada Erika, ¿eh? ¡Ugh! ¡Esa ridícula siempre causándome problemas! Nunca me deja divertirme un rato...

Sus ojos, tan rojos como la sangre que corría por mis venas divagaron por toda la habitación, como buscando cualquier punto focal aparente.

Luego de dudar unos minutos prosiguió, adornando sus palabras con su característica risa endemoniada y llena de maldad. Aquella que siempre me había congelado los huesos y destrozado el alma:

-¡Oh! Se me olvidaba...¡Ja! Esa chiquilla siempre rompiendo las reglas. Pero ahora ella no está aquí, ¿o acaso la ves por algún lado?

Y así, con un movimiento de sus manos hizo que de entre la penumbra del rincón más oscuro de mi habitación surgieran el resto de alucinaciones. Como cuando estaba en el bosque, o simplemente como siempre en mi vida.

Allí estaban: el hombre de sombrero, las sonrisas con sangre, la mujer que a veces veía colgada en mi habitación y miles de niños que conversaban conmigo cada velada. Y en ese momento, parecía que venían a hacerlo una vez más.

-Eva...-decían- Tenemos muchas cosas para contarte...

Tal y como la primera vez que sus voces chillonas y horribles atormentaron mis oídos...

Entre sus murmullos, gritos y lamentos me armé de valor y corrí hasta donde estaba mi cuaderno. Lo tomé y garabateé con la velocidad de un rayo su nombre.

-¿De verdad crees que ella te salvará? ¿De mí? ¿De nosotros?

Mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas, pero de una forma no las dejé derrumbarme. Iba a hacerles frente, con o sin una protectora.

Pues, ¿les cuento un pequeño secreto?

Esta historia, como todas las demás tendrá un final...Pero no para mí, tirada en el suelo y desangrándome. 

Había decidido vivir, aunque ellas nunca desaparecieran por completo. Había decidido que entre toda esta tristeza, las chicas amantes de los vestidos blancos e índigo siempre triunfan. Y es mucho mejor...Cuando lo hacen juntas.

Así pues, apareció Erika diciendo:

-Lárgate ya, en serio. Me exasperas.

-Sabes que estás rompiendo las reglas, mocosa niña fresa. –empezó a responder el ser alado.

-Fuera. –sentenciamos ambas, con una mueca de fastidio y un tono fatigado pero relajado en nuestras voces, ella como si ya estuviera acostumbrada a lidiar con situaciones así y yo bien convencida de que si bien esto tal vez nunca se iría por completo, iba a aprender que en efecto...Hasta las personas que a veces se sentían tan perdidas y faltas de luz como yo, seguían mereciendo la felicidad.

Y así, con una expresión igual de fastidiosa y renuente que la nuestra, el poseedor de alas oscuras y temblorosas y todos los demás desaparecieron.

Mi vida en un poema.Where stories live. Discover now