9:

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Nueve:

Alex:

Después del episodio con el hombre extraño y el revólver, el joven de ojos ámbar había reforzado la seguridad de su negocio y había decidido hablar con la policía, al final, sólo decidieron cambiar el nombre de la empresa para que no se vinculara en lo absoluto con aquel viejo trabajador. Todo había sido un mal susto.

Esa tarde, después de tanto tiempo sin comunicarse con su familia, las llamó.

-¡Hola, mamá! –dijo dejando salir una leve carcajada de su boca. La señora Bailey de verdad no era buena con la tecnología- No, así no te puedo ver. Voltea la cámara.

Ella llevó sus ojos al cielo, pero por el ángulo torcido de la cámara su hijo no lo pudo ver.

-Ash, ¡estos cachivaches tecnológicos! ¡Evangeline, Sam, socorran a esta alma en pena!

Madre e hijo rieron al unísono.

El joven Sam se encontraba muchísimo mejor, aunque Evangeline creía que esas cicatrices quedarían en él para siempre. Tanto físicas como emocionales, se quedarían con él por el resto de su vida.

Los dos adolescentes bajaron corriendo las escaleras y el obsesionado con ayudar a las mariposas dijo:

-¡Eh, señora C! Déjeme ayudarla, hola Alex.

Alejandro Chantelle, el joven de cabello desordenado y levemente rizado, lindos ojos ámbar y hermosa sonrisa los observaba atentamente, buscando un punto focal en la habitación, si por punto focal se refería a cierta joven con pestañas y cejas blancas, manchas en su piel y un poemario en secreto que tal vez pronto vería la luz...

-¡Hola, hermanita! –dijo cuando al fin la vio bajar. Su cabello negro y lacio hacia juego con sus lentes. Siempre había querido ocultar su vitíligo de alguna u otra forma, pero últimamente debido a extraños comentarios positivos se sentía feliz con sus peculiaridades, (y las denominaba extraños porque para ella lo eran, aun no se había aceptado completamente, con todo y las cosas que sólo ocurrían en su mente).

-Hola hermanito. –dijo al final, haciendo un leve puchero. Cada vez que lo veía o hablaba con él, (porque técnicamente no lo había visto desde los 13 años, cuando se fue). Cada vez que lo hacía, así fuese a través de una pantalla, su corazón le dolía. Le dolía en sobre manera pues todo junto con las voces, alucinaciones visuales y ataques de ansiedad por lo que tenía que pasar siempre, le decía que nunca podría verlo físicamente de nuevo. Y eso...Simplemente la desgarraba por dentro.

La llamada fue tranquilizadora para ambas. Al fin sabían de Alex y eso desechaba cualquier posibilidad de que alguien lo quisiera dañar de nuevo. Después de hablar y de varios ángulos de cámara no tan favorecedores para Bailey Chantelle, colgaron.

La progenitora entonces suspiró, dejándose caer en el sofá.

-Estaba enormemente preocupada. –dijo casi en un susurro, pero que ambos jóvenes captaron.

El teléfono de Evangeline sonó en repentino, pero poco le importaba en ese momento. Pues un nuevo reto había aparecido ante sus ojos: el salir a un lugar concurrido de nuevo.

Y muchos dirían "¿por qué un lugar concurrido paralizaría a alguien tan creativa y de mente abierta como ella?", pues bueno, era complicado. De hecho todo lo que tuviese que ver con Evangeline en algún momento resultaba complicado. Pues así era como ella: un manojo de nervios, ansiedad e historias que tenían el potencial de convertirse en poemas.

A ver, la ansiedad de la joven se había originado por eso: un lugar concurrido y a estallar de personas. Por eso y por muchas otras cosas, claro, pero todo empezó allí: en un lugar donde la gente se mofaba y la juzgaba. Luego vino todo lo demás, pero eso fue la gota que rebasó el vaso, honestamente.

Mi vida en un poema.Where stories live. Discover now