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Veintisiete: 

Parado allí, con sus ojos amenazantes y maquiavélica sonrisa. El ala que antes temblaba, ahora lo hacía menos pero había perdido muchas de sus plumas. Y la que siempre escondía en las sombras, estaba trazada de cicatrices.

Había algo en sus ojos, algo que siempre estuvo ahí pero que yo, por el miedo que me producía, aún no había notado.

Mi mirada se habían cristalizado, tenía miedo. Pero el doctor Josh me había dicho que la mejor estrategia para que todo esto cesara, (así fuera por un corto tiempo), era enfrentarlo con una de tus mejores sonrisas. Así que, recuperé la compostura pero lo que salió de mi boca sonó más como un lamento que como un canto especial a la vida para hacerle entender a ese ángel que me encantaba vivirla.

Pues aún me temblaba la voz. Sin embargo, alcancé a decir:

-¿Qué es lo que quieres?

A lo que él respondió con algo que me desgarró el corazón:

-Quiero que tengas la vida que te mereces.

Y así, con un chasquido de sus dedos hizo que todas las alucinaciones que veía día a día aparecieran llenando cada rincón de la sala: niños que se acercaban a mí diciéndome obscenidades, cucarachas, sonrisas ensangrentadas y muchísimas cosas más.

Porque a pesar de que tenía cosas buenas en mi vida y aparentemente también "una ciudad mental desencadenada por mis poemas" (si no es que también me lo había imaginado), ellos siempre volvían para recordarme que tal vez, debía dejar de soñar.

-Quiero que cada vez que despiertes y cada vez que decidas irte a dormir, recuerdes que esto es lo que eres: una chica sin futuro y con un pasado que la atormenta día a día, pensando que unos estúpidos poemas la van a librar de mi fuerza, de nuestra fuerza. Porque para eso estamos aquí, para recordarte que los sueños son sólo una utopía que los humanos crearon debido al morbo y oscuridad de su propio mundo, pues éste siempre se ha hundido en los pesares de su gente, en el dolor, y...

Sus palabras atravesaban mi corazón como miles de cuchillos potentes, despiadados. Era como si...Cada entonación, cada propósito, cada sonrisa fuese tan frágil que ellos la podían destruir, destrozar de inmediato al tan sólo jugar con sus manos. Porque a veces, ellos me controlaban. Controlaban mi vida y todos mis sentimientos, pero aunque doliera, no iba a permitir que me prohibieran el poder soñar despierta.

-Adiós, desgraciado. –concluí.

Y así, entre las voces que seguían retumbando en mis oídos de todas estas cosas que veía (pues por más que intentara no las podía callar), subí corriendo las escaleras y cerré la puerta de mi habitación.

Mi madre vino en la madrugada para encontrarme llorando, pues era desesperante el tener que vivir con todos ellos, susurrándote cosas tan descorazonadas como esas cada día de tu vida.

Cosas como que me iba a encontrar con el ángel de la muerte...

Lo melancólico de los momentos en los que estaba feliz...

Lo efímera que era una sonrisa o la vida misma.

Y a veces también, lo bien que me hacía sentir escribir. Ya fuese poemas que sólo me salían del alma sin métrica ni estructura pensadas o simples escritos donde al fin lograba encontrar la felicidad.

Pues el escribir historias, vivencias o poesía, llenaba el vacío que todos esos degenerados me habían hecho crear. Era eso lo que me mantenía a flote.

...

Eran las cinco de la mañana y yo no había dormido, en sentido literal, ni un minuto. Odiaba las noches de insomnio, odiaba sentir ese endemoniado dolor en el pecho tan característico de la ansiedad o el peso de miles de lágrimas atormentando mis ojos, sintiéndolos pesados e inertes. Sintiendo como si tuviese todo el peso del mundo en mis hombros...

Mi vida en un poema.Where stories live. Discover now