Vi las luces de un amanecer somnoliento, lento y pacifico abrirse paso por el horizonte creando así un paisaje encantador.

Abrí las puertas francesas que llevaban a mi balcón. Lindas flores estaban floreciendo en el pequeño jardín que mi madre siempre cuidaba con esmero. La brisa que me acariciaba el cabello estaba fresca, y algunos pajaritos volaban a mi alrededor atrapando las primeras gotas de rocío.

Era inaudito el haber pasado una noche tan horrible y luego despertar para presenciar los regalos de la naturaleza de este modo. Pero eso me mostraba que por sobre todas las cosas y sin importar lo que esos idiotas me dijeran...Era mejor seguir soñando que no hacerlo en absoluto.

-Despertaste, Eva...

Era la joven de vestido azul que había visto hace unos días. La diferencia era que ahora su vestido era de un azul brillante, vibrante. No estaba estropeado como aquella vez.

Estaba de pie frente a mí. Sus pies estaban desnudos, con pequeñas raíces de plantas enredadas en sus tobillos. Ya no se le veía triste ni desesperada como la primera ocasión en que la vi. Casi que le transportaba serenidad a mi cuerpo y calidez a mi alma.

Su cabello, rubio como los rayos del sol oscilaba con la brisa de la mañana.

-¿Por qué estas despierta tan temprano? –me preguntó ella.

-Bueno, en teoría "despierta" no sería la palabra adecuada. En realidad, yo...

-No pudiste dormir en toda la noche, ¿verdad?

Abrí mis ojos de par en par, estupefacta. ¿Cómo lo sabía? ¿Quién era ella en verdad?

-¿Cómo lo, quién...

Tenía tantas preguntas que mi cerebro no podía funcionar con claridad para formular una sola de manera correcta. A parte, estaba tan cansada que era como si un elefante hubiese dormido sobre mi pecho y hubiese dejado todo su peso descomunal allí. 

Ella sonrió. Su sonrisa era de aquellas que te traían paz y felicidad. Dio unos golpecitos al costado de mi cama alentándome a que me sentara cerca de ella.

-¿Quién eres? –repetí, ahora con más propiedad y sin decir a medias el argumento.

-Eso lo descubrirás pronto.

-¿Eres...Otra alucinación?

Ella movió su cabeza de lado a lado simbolizando un "no".

-¿De verdad crees que otra alucinación estaría aterrada hasta la médula del modo en el que yo lo estaba el día que nos conocimos?

Le respondí con un gesto de afirmación corroborando que tenía razón, luego pensé un poco y proseguí:

-Pero...Ese día estabas cubierta de sangre, ¿a caso ellos...?

-No pueden lastimar a seres como yo.

-Y entonces, ¿por qué...?

-Haces demasiadas preguntas, Evangeline. Sólo ten un poco de paciencia. Todo se resolverá.

Se paseó por el lugar. Analizó mi tocador, mis perfumes, mi balcón...

-Bonita habitación. –dijo, finalmente.

-Bonito vestido. –respondí yo.

Escuché el rumor de unos pasos en la cocina. De seguro mi madre ya se había levantado y pronto Sam llegaría con su famosa frase "¡se acabó el sueño de la bella durmiente!".

-Ya me tengo que ir, Eva. Fue bonito verte de nuevo.

-¡Pero, pero...Necesito tu ayuda!

-Si te dejas llevar, encontrarás la ayuda que necesitas. Debes tener paciencia, niña mía. Eres una persona espectacular, es hora de que te sientas como tal...

Con sus manos me envío un beso desde lejos y entre una confusión de destellos de colores, desapareció.

Y justo allí, Sam abrió la puerta lastimándose con el marco de la puerta una vez más mientras decía:

-Mi estimada Clarabella, pónganse su mejor ropa...¡Los Conway están aquí!

Mi rostro se puso igual de rojo que las rosas del jardín. Acto seguido me escondí entre las sábanas cubriendo mi cara con una almohada.

-¡Y ni te creas que voy a dejar que pierdas la oportunidad de desayunar con tu caballero en brillante armadura!

Dicho esto, me tomó por los tobillos haciendo que me librara de mi escondite y cayera al suelo alfombrado.

Yo gruñí, pero al fin respondí, resignada:

-Está bien, está bien. Pero, ¡vestidos no! Ya sabes el problema que tengo con ellos y...

-De acuerdo, lo entiendo. Te dejaré sola para que te vistas, ¡pero apresúrate! Los waffles y huevos revueltos se te van a enfriar, ¡y sé que no te gustan fríos!

Alce mis dos pulgares en señal de que lo había entendido y cerré la puerta tras él. Escuché su paso como un relámpago por las escaleras.

¡Rayos! ¿Qué haría la familia de Dimitri acá?

-¿Oigo campanas de boda, estúpida?

Los ojos del ángel me observaban desde el rincón más oscuro de mi habitación. Fue hermoso cuando no se me aparecía cada treinta segundos.

-Vete al infierno, con todo y tus condenados amiguitos...-sentencié.

-Es un lugar oscuro, feo y caluroso. Prefiero el mundo exterior, hay más gente que atormentar y por ello, es más divertido.

Y entonces rió. Su risa era oscura, seca y sin ninguna emoción que me pudiese llevar a un lugar bueno. Su risa...Me congelaba el cuerpo y desgarraba mi corazón.

Cuando me disponía a salir de mi alcoba, ya lista para desayunar y vestida con lo primero que encontré en mi armario, él ya había desaparecido. Sin embargo, al cerrar la puerta tras de mí y mientras mi cuerpo se llenaba de un frío algo anormal incluso a esas horas de la mañana, escuché su voz. Tan sólo dijo:

-Cuando estés allá abajo con los Conway, recuerda muy bien de qué estas hecha, mocosa.

De lo que estaba hecha...

Tal vez lo que en realidad yacía en su interior, era suficiente para demostrarse a sí misma de lo que estaba hecha y de lo que era capaz. Tal vez, Evangeline Chantelle guardaba dentro de sí un cajón repleto de esperanzas, metas por cumplir y sus más profundos anhelos...Guardaba allí la esperanza de poder vencer a sus demonios y gozar de una hermosa armonía emocional.

Sí...Tal vez de eso era de lo que siempre había estado hecha.

Mi vida en un poema.Where stories live. Discover now