Capítulo 18 - Los papeles

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"Flaco, me tienes que hacer el favor. Habla con la Sarita y dile que convenza a Jimena para que atienda mis llamadas"

Franco estaba aparcado frente a la entrada de su casa, tratando de cortar esa conversación con Óscar. Desde que había salido de la capital, su hermano no había hecho más que llamarle de manera incesante. No tenía ganas de hablar con nadie, estaba demasiado enfadado y destrozado como para dar consejos.

"Lo intentaré"

Lo que quería era que le dejase tranquilo.

En otro momento hubiera sido el primero en lidiar en los problemas de sus hermanos, pero ahora no. No cuando la tormenta se avecinaba sobre su propia cabeza. No sabía por qué Óscar había acabado en casa de Gabriela, esta vez, al contrario que Norma, Jimena no había llamado a Sara para contarles los motivos, pero viniendo de dos personas tan infantiles como su hermano y su cuñada, suponía que una tontería que al igual que lo de Juan y Norma era cuestión de tiempo que se solucionase.

Él tenía otro problema mucho mayor.

Cerró los ojos tras colgar la llamada, negándose a ver lo que descansaba sobre el asiento del copiloto.

"Es la única solución"

Aquella mañana había salido con dirección a la capital de muy buen humor. Tal como le había dicho Sara, el proyecto de su tercer hijo iba a tener que postergarse hasta que se pusiera fin a su caso con la justicia, por eso concertó una cita con sus abogados. Quería conocer en que situación se encontraban y si comenzaba a verse la luz al final del camino.

Toda el buen humor se esfumó cuando sus abogados le pusieron al tanto de la realidad y de aquella solución envuelta en una carpeta beige. Unos documentos que iban a poner fin a su problema económico, pero que destrozarían su familia.

Golpeó el volante con furia.

"¿Por qué no hiciste caso?"

"¿Por qué no escuchaste al resto de hacendados que te advirtieron sobre ese tipo?

¿Por qué no escuchaste a tu esposa?"

Tomó la carpeta con rabia y ojeó su contenido. Le dolía en el alma, pero tenía que evitar que lo poco que les quedaba se esfumase.

Era de noche y la mayoría de las luces estaban apagadas, salvo por las que iluminaban la fachada. El camino desde la capital era largo, pero no tanto como para haber llegado tan tarde. Realmente no quería enfrentarse y se había demorado intencionadamente.

Salió del auto y se dirigió hacia la puerta. Quizás todos estaban durmiendo y podría postergar aquello unas horas más.

Entró en la casa y el silencio le golpeó. Aquella no era una casa silenciosa y más en la noche; Andrés no podía dormir sin música y Gaby hablaba constantemente en sueños. La noche siempre estaba interrumpida por algún acorde o una conversación sin sentido.

Se percató que sobre la mesa aún había un plato con comida frente al lugar donde normalmente ocupaba él.

–Amor, por fin llegas.

Se había dado cuenta de la figura que se encontraba en el salón. Había sido incapaz de mirarla, pero cuando lo hizo su corazón se encogió.

Sara no estaba pasando unas buenas semanas. Desde el incidente con Gabriela y los problemas con sus hermanas había estado bastante decaída. Apenas comía y el insomnio formaba parte de su rutina, dejando como regalo una marcas oscuras debajo de sus ojos que trataba de ocultar con maquillaje.

–No tenías que haberme esperado levantada –le dio la espalda y dejó la maldita carpeta sobre la mesa.

–Sabes que me encanta hacerlo –la escuchó detrás de él–. Además, sigo durmiendo fatal.

En el fondo del lago (Parte 1)Where stories live. Discover now