Capítulo 2 - Desilusionados

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Juan David buceaba detrás de su primo.

Las aguas estaban turbias y no quería perderlo de vista. Era muy arriesgado lo que estaban haciendo, una locura digna de sus hermanos, pero en aquella situación, Andrés y él, poseían la calma y la cabeza fría para averiguar que era lo que estaba ocurriendo.

El lago era bastante amplio, pero la parte profunda se extendía en una pequeña zona. Allí era donde lo habían dejado, con pesos para que no saliera a flote, lo habían tirado hacía dos meses. No había ninguna manera de que pudiera haber salido de allí, salvo que alguien lo hubiera sacado, o que ellos hubieran estado equivocados.

Miró al frente y no vio nada. Había perdido por completo de su vista a Andrés. Asustado dio una vuelta sobre sí mismo y lo único que se encontró fueron hierbas y fango. Su corazón pareció detenerse, no tenía ni la menor idea de donde podría estar su primo. El pánico comenzó a crecer en su interior y decidió salir a la superficie. Para su alivió allí se encontraba Andrés, este respiraba con dificultad a la vez que tosía.

-¡Está aquí!

Lo miró extrañado. Tras la angustia y comprobar que su primo estaba bien, se había olvidado por unos instantes de cuál era su objetivo.

-¡El profesor Carreño! -gritó Andrés- Está donde lo dejamos, pero en un estado lamentable. Me asusté al verlo y por eso me salí a la superficie -dijo aún recuperando la respiración normal -. Está justo aquí debajo -indicó debajo de sus pies.

Juan David no lo pensó dos veces y se volvió a introducir en el agua. No tardó mucho en encontrarlo, ya que tal como su primo lo había descrito, allí se encontraba ese malnacido. El cuerpo estaba en mal estado y entendía por qué Andrés se había asustado, era una visión nunca que iban a olvidar. Pero que estuviera allí, muerto, no era el más que el principio del problema que se les venía encima.

Volvió a la superficie.

Andrés le miraba expectante.

-Realmente está muerto.

Aquella duda acababa de quedar zanjada. De primeras era la única teoría que contemplaban, que se hubieran confundido y le hubiesen dado por muerto.

-Y... ¿Quién nos está amenazando?

La pregunta de Andrés era la que se llevaban haciendo los cuatro desde que comenzaron a recibir llamadas donde una voz desconocida les amenazaba con ir a la policía y contar lo que habían hecho.

-Alguien nos vio -era la única explicación.

Y esa persona no parecía querer solo descubrirles, ya que por el momento solo se había dedicado a amenazarles y hasta cierto punto a extorsionarles, es persona buscaba algo más, algo que aún desconocían. Debían prepararse para las siguientes llamadas.

-¡Pilas! -Erick y León llegaron cabalgando rápidamente -¡Terencio se acerca por el este!

No hubo mucho tiempo para pensar, nadaron lo más rápido que pudieron hacia la orilla y a una velocidad extrema se vistieron y volvieron a sus caballos. Para cuando llegaron a la casa, se habían secado casi por completo, el sol apretaba y les había facilitado una coartada perfecta.

-¡Chicos! -su madre les saludaba con una mano alzada- El desayuno está servido.

La presión en su pecho se hizo más fuerte al ver a su madre. Lo que había ocurrido les quedaba grande, muy grande para unos adolescentes, pero sus padres no iban a estar preparados para saber la verdad. ¿Cómo iban a ser capaces de confesarles que habían matado a una persona?

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Norma miró amorosamente la estampa. Sus tres hijos y su sobrino acababan de desayunar, los cuatro habían llegado famélicos después de su aventura diurna, apenas habían abierto la boca si no era para llevarse algo a ella, y ahora se dedicaban a cepillar los caballos y a desmontarlos. Sonrió feliz, esos chicos eran la muestra de como todo el sufrimiento pasado había valido la pena, esos cuatro jóvenes, incluyendo a su sobrina Gaby, eran ajenos a lo difícil que había sido que ellos estuvieran en este mundo.

En el fondo del lago (Parte 1)Where stories live. Discover now