Pudo haber sido un salón de clases, un auditorio o simplemente los juegos de su propia mente, pero había sucedido.

Y ahora, le aterraba el siquiera pensar en volver a un lugar así (y sí, tal vez no era lo mismo que un salón de clases, pues sólo irían a un restaurante. Pero así de trastornada estaba su cabeza, y sencillamente no quería que volviese a ocurrir; pero vio a su madre y mejor amigo tan entusiasmados que decidió mandar al infierno los juegos de su cerebro y tan sólo actuar normal por una vez en su vida.

Porque tal vez, eso era lo que ella quería en realidad: ser normal de nuevo. No tener que preocuparse por tratamientos, píldoras, vómitos, dolores de cabeza y un sin fin de cosas más que le provocaba su condición y ser feliz una vez más, estar en paz consigo misma y no odiarse por actuar de esa manera tan fuera de lo común. Pues aunque a veces le gustaba ser diferente junto a Sam, sus mariposas habían muerto hacia un largo tiempo.

Sam por su parte, también tenía sus problemas, pero Evangeline creía que era el chico más extraordinario que hubiese conocido jamás. Era dulce, gracioso, a veces mal hablado pero sobre todo...Era un amigo que nunca la había dejado batallando con sus demonios por su cuenta. Siempre desde que se conocían, había estado ahí para ella. Y era algo que a veces no comprendía, pero poco le importaba.

Así que sí, la joven le hizo frente a sus miedos y emprendió el viaje junto con su madre y Sam a su restaurante favorito, que no había visitado en años.

Su teléfono siguió sonando, anunciando que mensajes habían llegado, pero decidió dejarlo en casa esta vez.

-It's waffle time!. –exclamó la Señora C cuando su pedido llegó a la mesa. Le encantaban los waffles con crema y frutillas.

Sam casi que se come el lugar entero, devorando cantidades de pollo frito, frutas y dulces.

-¿Qué puedo decir? Amo la comida. –decía con sus mejillas notablemente llenas como pequeños globos.

-Y también amas a Ethan. –objetó ella, reposando su cabeza levemente en su hombro.

-En realidad, no. Me dejó por lo mismo: sus padres se enteraron y no estuvieron muy felices que digamos. ¡Ni siquiera...

La joven lo fulminó con la mirada. Eran tan cercanos que ya hasta podía imaginarse lo que iba a decir: se había enamorado, pero no había dado su primer beso, al igual que ella. Eran el "forever alone club", a excepción de Luciana que siempre había sido más atrevida pero no lo contaba, aunque ya ambos lo sabían; era demasiado obvio.

Y entonces rió.

Fue una noche diferente, pues para su sorpresa, ni el ser alado ni sus demonios habían aparecido desde aquella tarde con Dimitri en el cementerio y Evangeline empezaba a esperanzarse de que el nuevo tratamiento al fin estuviese sirviendo de algo.

Regresaron a casa bien tarde en la noche. Y su teléfono estaba allí, lleno de información esperando a ser leída. Era Alex, lo cual le resultó un poco extraño ya que al trabajar tanto casi no tenía tiempo de escribirle un texto, así fuese corto y fugaz.

Alex:

"Eva, tú eres mi hermanita y yo te amo desde antes que nacieras. Necesito que tengas tranquilidad y compromiso, ¿está bien?

Wow, había olvidado que lo había llamado llorando la otra noche por miedo a que las alucinaciones la consumieran hasta morir. Aunque claro, el doctor Josh le había dicho que era muy poco probable que eso sucediera, (si no es que era lo era completamente), y que sólo eran juegos de su mente que debía aprender a sobrellevar.

-Mierda...-dijo en un débil susurro-. Es la última vez que le escribo así a Alex, no me puedo dejar llevar por lo que siento, sólo haría que se preocupe más y no quiero eso.

Siguió revisando la bandeja de entrada y al leer el mensaje de Dimitri, dejó escapar un gritito de felicidad y sorpresa a la vez.

Dimitri:

"Hola, mi lectora favorita. ¿Quieres salir conmigo este sábado?

Dudó unos segundos. Y al decir "dudó" más bien es que duró un buen tiempo dando brincos de felicidad por toda su habitación. Le había dicho que era su lectora favorita, say what?!

Era obvio que no lo podía creer. Era demasiado bueno para ser real, pero sí lo era.

Siguió con sus grititos de fangirl niña enamorada y Sam tocó a su puerta.

-Evangeline, ¿qué pasa? –dijo a carcajadas. Su risa también llenaba el ambiente de una hermosa manera que la hacía sentir más que bien, y como era su mejor amigo fue el primero en enterarse del increíble suceso.

Después de zarandearla porque él tampoco poco podía creer que después de tanto tiempo alguien la viera como en realidad merecía ser vista y darle un beso en su frente, dijo otra vez con emoción:

-Tienes que decirle que sí. Un súper sí, un gran y asombroso...¡Sí!

El último "sí" lo dijeron al unísono.

Evangeline Chantelle a Dimitri Conway:

"Sí, chico de las gafas negras. Súper sí."

Luego, sus ojos se encontraron con los de Sam y ella dijo:

-¿No se te olvida algo, Sam?

Su mejor amigo dudó unos minutos y luego exclamó:

-¡Diablos, lo olvidé!

Ella simplemente rió mientras él se encaminaba disparado como un rayo hacia las escaleras. Su risa también era hermosa, como la de Dimitri o la de Sam. Es sólo que ella creía que no era así en lo absoluto. Que la de Sam y Dimitri eran eternas, y que en cambio la suya era una ilusión efímera de la realidad, de su realidad.

Sin embargo, ahora que su historia con el chico amante de las novelas del rey del terror había comenzado, su auto aceptación también lo haría. Pero no por lo que iba a ocurrir entre ellos, sino porque, bueno...Cuando eres poeta o escritor aunque no te lo creas, tu vida da muchos vuelcos inesperados.

Mi vida en un poema.Where stories live. Discover now