III.

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III.


Había oscurecido hacía un par de horas y parecía que Rodrigo no planeaba irse de su recámara, había estado insistiendo en besarlo y tocarlo todo el tiempo desde que habían llegado del colegio. Era una fortuna que sus padres no hubieran regresado ya del trabajo. Estaba nervioso. No era la primera vez que estaba a solas con él de "esa" forma, pero el peligro de que sus padres pudieran sorprenderlo en su habitación de aquella manera lo tenía frenético. Si bien sus padres sabían que Rodrigo era "su mejor amigo" desde la primaria, y hasta se habían hecho amigos de los padres del muchacho, no estaba seguro de cómo abordar el tema de "me enamoré de mi mejor amigo y tenemos algo desde hace unos tres años más o menos" con ellos.

-¡Ya te dije que no Rodrigo! -reclamó una vez más al sentir la juguetona mano del muchacho adentrarse bajo su pantalón y presionando su pene un poco.

-Tus padres volverán más tarde, ya te lo he dicho... -gimió comenzando a besar el cuello de Marco-. Mis padres los invitaron a un evento en el centro...

-Pero... -pretendía encontrar alguna excusa que pudiera sonar válida cuando los hábiles labios de Rodrigo se hicieron de los suyos, aquel jugueteo de la lengua de su novio dentro de su boca podía hacerlo ceder y dejar de pensar, lo sabía. Lo sabía muy bien.

Las manos de Rodrigo conocían bien cada milímetro de su piel y cómo hacerlo vibrar con cada roce. Conocía bien su cuerpo y los puntos del mismo que lo hacían estremecerse y suplicarle que no se detuviera, que le diera más de él. Desde el momento en que decidió confesarle a Rodrigo que lo quería más que como a un amigo y que muchas de sus sueños eróticos estaban protagonizados por él supo que no habría marcha atrás, aunque no esperó que el muchacho reaccionara con la naturalidad con la que lo hizo; tras pensárselo un poco resolvieron que podrían "probar" y ver si funcionaba, después de todo habían estado juntos y se conocían a la perfección; existía una química envidiable entre ellos y ninguno de los dos quería perder aquella magia.

La primera vez que estuvieron juntos fue en los vestidores de las albercas donde solían ir los fines de semana a nadar junto con otros amigos de la escuela. Empezó como un jugueteo infantil y estúpido de empujones y cosquillas, y terminó dentro de uno de los cubículos de las regaderas, sus manos recorrieron con deseo y desesperación el cuerpo de Rodrigo y las de él se adueñaron de su piel. Había sido mejor que como había fantaseado mientras se tocaba a sí mismo cuando se bañaba por las noches para liberarse del calor que inundaba su sr al imaginar a Rodrigo así. Mejor que aquellos sueños eróticos que lo hacían despertar con una erección que sólo podía eliminarse después de una vigorosa masturbada. Sentir la virilidad de Rodrigo adentrarse en su cuerpo y comenzar a moverse de adentro hacia afuera balanceando su cadera fue más de lo que había imaginado. Después de aquello no pudieron parar, buscaban cualquier pretexto para quedarse a solas y poder sentirse el uno al otro hasta desahogar la pasión que despertaban el uno en el otro y la desataban: la habitación de Rodrigo había sido el escenario más recurrido para tales fines, los vestidores de aquellas albercas también fueron un lugar recurrente y una lejana bodega de balones del instituto también había sido testigo del apasionamiento que se liberaba cuando los uniformes caían al piso.

Pero jamás habían estado ahí, nunca en la habitación de Marco; el chico siempre había sido respetuoso de su casa ya que su madre casi siempre estaba ahí. Era extraño cuando la mujer llegaba tarde del trabajo o se apuntaba a algún evento que la alejara de cenar en familia con su esposo y su hijo.

Cuando se dio cuenta ya su ropa yacía en el suelo de su habitación y él estaba tumbado sobre su cama con el cuerpo desnudo de Rodrigo sobre el suyo, los labios de este recorriendo su torso como tantas veces y sus manos aferrándose a la espalda del muchacho. Gemía acompasadamente y conforme las caricias de su novio iban aproximándose a su pene el calor en su cuerpo aumentaba y nublaba su juicio al punto de no querer detenerse. Cuando Rodrigo comenzó a frotar su pene erecto en su entrepierna y sobre sus testículos ya no supo más, se dejó llevar por el calor que sentía; quería sentir a Rodrigo dentro de él. Quería que Rodrigo lo besara y lo tocara mientras se movía en su interior hasta que ambos alcanzaran ese clímax que por lo general se daba poco antes de correrse.

-No pares... -suplicó jadeante rodeando la cadera de Rodrigo con ambas piernas para intensificar el roce.

-No podría... -dijo entre risillas el muchacho volviendo a besarlo-. Cuando estás cerca me cuesta contenerme, me hiciste esperar mucho Marco.

El chico sonrió y se abrazó al cuerpo de Rodrigo quien comenzaba a penetrarlo con lentitud. Gimió y se arqueó ligeramente al sentirlo avanzar en su interior, comenzó a mover su cadera mientras su novio se adentraba despacio.

Los movimientos de Rodrigo comenzaron a acelerarse poco a poco y los sonoros gemidos de ambos llenaban la habitación, el ritmo acompasado se transformó en uno casi frenético y los jadeos al mismo compás los invitaban a seguir regalándose aquel placer a escondidas que solía excitarlos al límite. Saber que tenían que apresurarse o que corrían peligro de ser vistos los encendía de una forma que les hacía perder la cabeza... Sintió la calidez del semen de Rodrigo inundarlo conforme empujaba en su interior y se arqueó corriéndose sobre el vientre de su novio quien gimió con voz ronca, satisfecho. Se desplomaron sobre su cama, estaban exhaustos. Haber hecho esperar a Rodrigo tantas horas había hecho que el muchacho hubiera sido más brusco que de costumbre, pero el placer que había sentido no había tenido comparación. Se acurrucó sobre el torso de Rodrigo y este lo rodeó con sus brazos comenzando a acariciarlo con ternura.

-¿Te lastimé? -le preguntó con un tono que le pareció estar lleno de vergüenza. Se incorporó y besó sus labios en un impulso para volver a recostarse sobre su pecho y poder seguir escuchando el acelerado ritmo de su corazón y su respiración aún agitada.

-No mucho, debí haber cedido antes...

-Debí dejar de insistir pero me cuesta mucho controlarme contigo cerca -reconoció apenado.

-Me gusta escuchar eso...

-Me gusta mucho estar contigo Marco, a veces sólo pensar en ti hace que me ponga duro y sólo después de darme una buena mano en el baño puedo... -enmudeció. Marco le miró con atención y sonrió complacido de escucharlo, el chico comenzó a repartir besos en su torso mientras seguían acariciándose.

-A mí también me pasa...

Ambos sonrieron y comenzaron a reír. Se levantaron y juguetearon un poco más bajo el agua tibia que caía de la regadera. Entre bromas y jugueteos salieron del baño envueltos, cada uno, en una toalla y volvían a la habitación de Marco cuando escucharon que la puerta de la casa se cerraba. Ambos se miraron y aceleraron el paso para vestirse a toda prisa.

Escucharon las voces de los padres de Rodrigo también al interior de la casa, llamándolo para poder volver todos juntos a casa. Rodrigo terminó de vestirse y se asomó a través de la puerta.

-¡Ya voy! -gritó con todas sus fuerzas hasta obtener un "apúrate" en respuesta de su padre.

Volvió a acercarse a Marco y tras depositar un rápido beso sobre sus labios se despidió desde el umbral de la puerta.

-Te veo mañana, ¿en la entrada de las albercas, verdad?

-Sí, nos vemos ahí...

Rodrigo salió y cerró la puerta de la habitación. Pudo escucharlo alejarse a través del pasillo, podía escuchar aquellos pasos que reconocía a la perfección. Escuchó a sus padres despedirse de los de su novio y cómo el auto de los padres de Rodrigo abandonaba el frente de su casa. Se tumbó bocarriba sobre su cama y cerró sus ojos recordando aquellos momentos de intenso placer que acababa de vivir con Rodrigo en su habitación, su cama olía a él. Suspiró tratando de obligarse a dormir, ya tendría a Rodrigo para sí en aquellos cómplices vestidores de las albercas, y en todos aquellos rincones que servían de guarida para liberar su pasión.

[GAY|+18} RELATOS De estudiantesWhere stories live. Discover now