6. James Bellmore: Primera Parte

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—Estira el brazo…

Ellie supo qué estaba revisando Leon. Ya se había dado cuenta de que no tenía el brazo roto, lo había comprobado antes en silencio, sin que él se diera cuenta. Pero no quiso quitarle sus buenas intenciones y lo obedeció.

—¿Te duele?

—No mucho.

El policía la sujetó con cuidado por la muñeca, revisando su piel en busca de cualquier herida visible. Luego hizo presión con sus dedos por toda la extensión del hueso hasta llegar a su codo, el cual también revisó. Finalmente estiró su muñeca con lentitud y firmeza, haciendo que su codo se flexionara. Ellie no mentía, no le estaba doliendo, pero si le era muy incómoda la manipulación que Leon estaba haciendo. Hubiera preferido no tener que mover el brazo para nada.

Aún así le parecía bastante impresionante la manera en que le inspeccionaba, sabía perfectamente lo que estaba haciendo, era casi como ver a su madre trabajando. No fue hasta ese momento en el que se dio cuenta de que a los policías seguramente les enseñaban primeros auxilios.

—¿Puedes moverlo por ti misma?

—Sí.

Finalmente Leon la soltó y dio un paso hacia atrás.

—Parece que no te hiciste daño, solo fue un golpe.

—Menos mal — respondió Ellie, estirando su brazo un par de veces, intentando deshacerse del dolor.

El dolor era algo a lo que ya se había acostumbrado. Desde hace un día siempre le había estado doliendo algo, si no era el corte en su rostro, eran sus rodillas, y si no era su mano amoratada, era su cadera. Se sentía molida y agotada, física y emocionalmente. Cuánto hubiera deseado despertar en su cama, enredada en sus sábanas y con la frente cubierta de sudor, dándose cuenta de que todo fue un mal sueño. Pero ni en sus peores pesadillas hubiera podido imaginar la atrocidad en la que se había convertido su vida.

Una corriente de aire frío movió su cabello, haciéndola apretar su impermeable contra su torso buscando protección. Se encontraban finalmente en las calles, quizá cinco o seis cuadras lejos de la comisaría. Leon había dejado bajar a Ellie luego de que esta le insistiera repetidas veces que estaba bien, y que un tobillo torcido no la mataría.

—… Y, ¿ahora qué?

—Nos vamos de la ciudad.

Ellie hizo el amago de decir algo, pero inmediatamente cerró la boca. Miró a Leon a los ojos y luego bajó la mirada, recorriendo el piso como si estuviera pensando en algo.

El policía frunció el ceño, fijándose mucho en el lenguaje corporal de la muchacha. Saltaba a leguas que la idea de irse no le gustaba, pero ¿por qué? inconcientemente dio un paso hacia ella y movió la cabeza, buscando su mirada.

—Hey, ¿estás bien?

Cerrando fuertemente los ojos y mordiéndose el labio, Ellie negó con la cabeza. Si bien hacía apenas un par de horas había perdido toda esperanza de que sus padres siguieran vivos, cuando la posibilidad de salir con vida de Raccon City se volvió real, después de matar al mutante del subterráneo, una gran inquietud la había invadido.

No había encontrado el momento de explicarle a Leon su deseo de buscar a su familia, y para ese punto ya se veía obligada a decirle, aunque no sabía cómo.

Ante el silencio del rubio, Ellie abrió los ojos, y lo encontró mirándola con genuina preocupación. Tuvo que parpadear varias veces para dispersar las lágrimas que ya se habían juntado en sus ojos. Se sentía muy abrumada, realmente no quería estar sin Leon, pero no creía tener el derecho de pedirle que la acompañara durante más tiempo; y, de pedírselo, tenía miedo de que le dijera que no. ¿Cómo podría sobrevivir tan siquiera una hora sin él?

EVASIÓN » Leon S. KennedyWhere stories live. Discover now