RAZONES

443 40 14
                                    


El sol estaba tan oculto entre las nubes que no había forma de decir si se había puesto o no. Me encontraba bastante desorientada después de un vuelo tan largo, como si fuéramos hacia el oeste, a la caza del sol, que a pesar de todo parecía inmóvil en el cielo; por extraño que pudiera parecer, el tiempo estaba inestable. Me tomó por sorpresa el momento en que el bosque cedió paso a los primeros edificios, señal de que ya estábamos cerca de casa.
- ¿Estás bien, Bells? -Preguntó Jacob -Llevas un tiempo callada.
-No, me encuentro bien.
- ¿Te entristeció despedirte de Reneé?
-Supongo que sí, extraño mucho vivir con ella.
Y era cierto. Al venir a Forks, nunca fue mi intención quedarme más de lo necesario. Nunca fui amante del frío, de la humedad y la lluvia. Y sin embargo, aquí estaba.
-Ella también parecía hacerlo, se veía muy contenta de tenerte allí.
La mayor parte del tiempo Reneé estaba tan apabullada por lo que sucedía en su propia vida que apenas se daba cuenta de mucho más, pero este fin de semana me había dedicado toda su atención.
Phil estaba ocupado, ya que el equipo de béisbol de instituto que entrenaba había llegado a las rondas finales y el estar a solas con Jacob y conmigo había intensificado el interés de Reneé. Comenzó a observar tan pronto como nos abrazó y se le pasaron los grititos de alegría; y mientras observaba, sus grandes ojos azules primero habían mostrado perplejidad, y luego interés.
Esa mañana nos habíamos ido a dar un paseo por la playa. Quería enseñarme todas las cosas bonitas del lugar donde se encontraba su nuevo hogar, con la esperanza de que el sol consiguiese atraerme fuera de Forks, sin tener ni idea de que ya había conseguido uno en medio de toda la lluvia y el frío. También quería hablar conmigo a solas. Ambos, Jacob y yo, nos habíamos dado cuenta de ello, y esa era la razón por la que Jake iba varios metros rezagado tras nosotras con la excusa de disfrutar las vistas y aire caliente por primera vez en su vida.
Reviví la conversación en mi mente...
Íbamos deambulando por la acera, procurando mantenernos al amparo de las sombras de las escasas palmeras. Aunque era temprano el calor resultaba abrasador. El aire estaba tan impregnado de humedad que el simple hecho de inspirar y exhalar el aire estaba suponiendo un esfuerzo para mis pulmones.
-¿Bella? -me preguntó mi madre, dándole a Jacob una rápida mirada. Jake observaba a lo lejos, a las olas que rompían suavemente.
-¿Qué pasa, mamá?
Ella suspiró al tiempo que evitaba mi mirada.
-Me preocupa...
-¿Qué es lo que va mal? -pregunté, repentinamente ansiosa-. ¿En qué puedo ayudarte?
-No soy yo -sacudió la cabeza-. Me preocupan tú... y Jacob.
Renée me miró por fin, con una expresión de disculpa en el rostro. Al mismo tiempo, sentí la mirada de Jacob quemando mi espalda. El que se apartara de nosotras era solo una excusa para tranquilizar a mi madre, ambos sabíamos que nos podía escuchar perfectamente.
-Oh -susurré, fijando los ojos en una pareja que corría y que nos sobrepasó en ese momento, empapados de sudor.
-Van mucho más en serio de lo que pensaba -continuó ella.
Fruncí el ceño, revisando con rapidez en mi mente los dos últimos días. Jacob y yo, apenas nos habíamos tocado, al menos delante de ella. Me pregunté si Renée también me iba a soltar un sermón sobre la responsabilidad. No me importaba que fuera del mismo modo que con Charlie, porque no me avergonzaba hablar del tema con mi madre. después de todo, había sido yo la que le había soltado a ella el mismo sermón una y otra vez durante los últimos diez años.
-Hay algo... extraño en cómo están juntos -murmuró ella, con la frente fruncida sobre sus ojos preocupados-. Te mira de una manera... tan... protectora. Es como si estuviera dispuesto a interponerse delante de una bala para salvarte o algo parecido.
Me reí, aunque aún no me sentía capaz de enfrentarme a su mirada.
-¿Y eso es algo malo?
-No -ella volvió a fruncir el ceño mientras luchaba para encontrar las palabras apropiadas-. Simplemente es diferente. Él siente algo muy intenso por ti... y muy delicado. Me da la impresión de no comprender del todo su relación. Es como si me perdiera algún secreto.
-Creo que estás imaginando cosas, mamá -respondí con rapidez, luchando por hablarle con total naturalidad a pesar de que se me había revuelto el estómago. Había olvidado cuántas cosas era capaz de ver mi madre. Había algo en su comprensión sencilla del mundo que prescindía de todo lo accesorio para ir directa a la verdad. Antes esto no había sido nunca un problema.
Hasta ahora, no había existido jamás un secreto que no pudiera contarle.
-Y no es solo él -apretó los labios en un ademán defensivo-. Me gustaría que vieras la manera en que te mueves a su alrededor.
-¿Qué quieres decir?
-La manera en que andas, como si él fuera el centro del mundo para ti y ni siquiera te dieras cuenta. Cuando él se desplaza, aunque sea solo un poco, tu ajustas automáticamente tu posición a la suya. Es como si fueran imanes, o la fuerza de la gravedad. Eres su satélite... o algo así. Nunca había visto nada igual.
Mi madre había acertado, aunque solo a medias. Yo misma lo describiría como si Jacob fuera el sol y yo un planeta gravitando a su alrededor.
Renée cerró boca y volvió a dirigir una rápida mirada a Jacob, quien seguía varios metros por detrás nuestra y se veía aún distraído por los alrededores. Pero a mi no me engañaba, podía ver como estaba presionando los labios para no sonreír.
-No me digas -le contesté en broma, llamando su atención de nuevo a mí, y forzando una sonrisa-. Estas leyendo novelas de misterio otra vez, ¿no es así? ¿O es ciencia-ficción esta vez?
Renée enrojeció adquiriendo un delicado color rosado.
-Eso no tiene nada que ver.
-¿Has encontrado algún titulo nuevo?
-Bueno, sí, había uno, pero eso no importa ahora. En realidad, estamos hablando de ti.
-No deberías salirte de la novela romántica, mamá. Ya sabes que enseguida te pones a decir locuras.
Las comisuras de sus labios se elevaron.
-Estoy diciendo tonterías, ¿verdad?
No pude contestarle durante menos de un segundo. Renée era tan influenciable. Algunas veces eso estaba bien, porque no todas sus ideas eran prácticas, pero me dolía ver lo rápidamente que se había visto arrastrada por mi contemporización, sobre todo teniendo en cuenta que esta vez tenía más razón que un santo.
Levantó la mirada y yo controlé mi expresión.
-Quizá no sean tonterías, tal vez sea porque soy madre -se echó a reír e hizo un gesto que abarcaba las arenas blancas y el agua azul -. ¿Y todo esto no basta para conseguir que vuelvas con la tonta de tu madre?
Me pasé la mano con dramatismo por la frente y después fingí retorcerme el pelo para escurrir el sudor.
-Terminas acostumbrándote a la humedad -me prometió.
-También a la lluvia -contraataqué.
Si bien la razón, o más bien la persona, por la que había renunciado al sol y al calor había cambiado. Jacob tampoco podía dejar Forks. Él estaba atado a la manada, y la manada a la reserva Quileute.
Mi madre me dio un codazo juguetón y le hizo una seña a Jacob para que se uniera a nosotras.
Dejando de lado su preocupación por mí, parecía bastante feliz. Contenta. Todavía miraba a Phil con ojos enamorados y eso me consolaba. Seguramente su vida era plena y satisfactoria.
Los dedos abrasadores de Jacob se deslizaron por mi labio inferior. Le devolví la mirada, parpadeando de nuevo al presente. Se inclinó sobre mí y me beso, de forma corta pero intensa.
-Hemos llegado, Bella durmiente -dijo un poco sin aliento.
Nos habíamos parado delante de la casa de Charlie, que había estacionado el coche patrulla en la entrada y mantenía encendida la luz del porche. Mientras observaba la entrada, vi como se alzaba la cortina en la ventana del salón, proyectando una línea de luz amarilla sobre el oscuro césped.
Suspiré. Sin duda, Charlie nos estaba esperando. Jacob debía estar pensando lo mismo, ya que estaba suprimiendo una sonrisa cuando salimos del coche.
-Últimamente se ha vuelto más y más chismoso -me quejé.
-Algo de eso he escuchado -comentó Jake con voz neutra, sin mostrar el más ligero atisbo de humor -. Mi padre me interrogó el otro día porque Charlie parece preocupado sobre lo que hacemos cuando estamos solos.
Me paralicé a la mitad del camino de entrada. Un lento rubor comenzó a subir desde la base de mi cuello. Jacob se detuvo unos pasos más adelante y se giró hacia mi, su mascara de indiferencia había caído y su sonrisa engreída tomaba su lugar.
-No, no lo hicieron.
-Oh, si que lo hicieron. Nuestros padres son peores que un par de abuelas chismosas.
Justo en ese momento la puerta principal se abrió de un tirón.
-¡Bienvenidos, chicos! -gritó Charlie como si realmente lo pensara-. ¿Que tal les fue por Jacksonville?
-Húmedo. Y Lleno de bichos -respondí entrando a la casa.
-¿Y no te ha vendido Renée las exelencias de la universidad de Florida?
-Lo ha intentado, pero francamente, prefiero beber agua antes de respirarla.
Los ojos de Charlie se deslizaron de hito en hito hacia Jacob, que dejaba nuestras bolsas a un lado de las escaleras.
-¿Te lo has pasado bien, Jake?
-Si -contestó sonriendo-. Renée es maravillosa, y por fin eh conocido un clima diferente a la lluvia y el frío.
-Eso es maravilloso, hijo -le palmeó el hombro en reconocimiento y luego me abrazó de forma inesperada.
-Realmente te he echado de menos, Bella. Cuando no estás la comida es asquerosa.
-Ahora lo entiendo -le contesté mientras soltaba su abrazo.
-Jacob, creo que deberías volver a la reserva. Tu padre lleva fastidiándome cada cinco minutos desde las seis de la mañana. Le he prometido que haría que bajaras en cuanto pusieras un pie aquí.
No tuve que mirar a Jacob para advertir la rigidez de su postura y la preocupación de su expresión. ¿Había pasado algo con Victoria?
-¿Te ha dicho algo más? -preguntó Jake, recogiendo su propia bolsa del piso.
-No, solo que fueras a casa en cuanto llegaras. Debe extrañarte, es la primera vez que viajas tan lejos de él -comentó Charlie.
-De acuerdo, iré a consolarlo -se burló Jake con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
Lo acompañé de regreso a su coche, mientras Charlie volvía a la sala.
-¿Qué creer que haya pasado? -pregunté preocupada. Esperaba que todos estuviesen bien.
-Ya lo averiguaré cuando baje.
Me tomó de la cintura, tomándome por sorpresa, y acercó mi cuerpo al suyo todo lo que pudo. El olor a tierra mojada y el calor que desprendía su cuerpo me marearon casi al instante. Mientras una de sus manos siguió descansando en mis caderas, la otra comenzó un lento ascenso por mi columna, dejando un rastro de escalofríos a su paso, para sujetarme de la nuca.
Su rostro bajó a un lado del mío, pegando su mejilla contra la mía.
-Quedate en casa, yo vendré a verte en cuanto sepa lo que ocurre -susurró.
Comenzó a separarse de mi. En el momento en que se rozaron nuestras narices, pude sentir su respiración cálida en mi rostro y mi corazón comenzó a acelerarse. Él pareció notarlo, ya que se detuvo justo allí, a escasos centímetros de mí.
Nos quedamos allí lo que a mi me parecieron horas, aunque seguramente solo habrían sido unos minutos. Quería ponerme de puntillas y recorrer la distancia faltante hasta sus labios, pero antes de que pudiera poner mi cuerpo en movimiento Jacob terminó de alejarse.
-Charlie... -informó y eso me bastó para saber que nos estaba observando de nuevo-. Nos vemos más tarde, Bells.
Besó mi frente antes de subirse al coche y marcharse.
Volví a entrar a la casa entre embelesada y preocupada. Comencé a reunir los ingredientes necesarios en el frigorífico para prepararle la cena a Charlie, quien apareció por la cocina. Yo era apenas consciente de como clavaba los ojos en mi, pero estaba demasiado inquieta para preocuparme por la escena que había visto fuera.
Victoria era la única razón que se me ocurría que podría tratarse el asunto. Debía ser algo sumamente importante para que Billy molestara a Charlie de forma tan persistente.
¿Qué podría haber ocurrido en los últimos tres días que fuera tan importante para necesitar que Jacob corriera a la reserva a penas puso un pie en casa?
Me quedé helada en mitad de la cocina. El paquete de hamburguesas congeladas que llevaba se deslizó entre mis manos aturdidas. Tardé un segundo en evitar el golpe que se hubieran dado contra el suelo.
La única razón que se me ocurría para que Jacob fuese tan necesario era si la reserva corría peligro, y los únicos que podían poner en peligro a los Quileute eran los vampiros.
Entonces, sí tenía que ver con Victoria después de todo. ¿Había herido a alguno de los otros lobos? ¿O algún Quileute de la reserva al margen de todo lo que estaba pasando?
De pronto, sentí como Charlie me sacudía.
-¿Bella? - me consultó preocupado-. Si no quieres hacer la cena, puedo llamar y pedir una pizza.
Yo pegué un salto y después me liberé de su brazo.
-No, está bien, ya he empezado.
-De acuerdo -comentó él. Se acomodó contra el marco de la puerta con los brazos cruzados. Suspiré y me puse a trabajar, intentando ignorar a mi audiencia.

Eclipse - Jacob & BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora