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¡! - semi nsfw
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El tintineo de las monedas sobre la mesa de blanco mármol resonó por la sala, causando una suave melodía formada por el eco de las grandes paredes y altos techos. El ambiente frío solo se intensificaba con tu soledad sobre la larga mesa que coronaba aquella imponente cámara, y los guardias de Dottore, que observaban impasibles tus movimientos.
Tu expresión se mantenía fría mientras perfectas columnas de dorado mora iluminaban la estancia. Solo su fulgor y candelabros aportaban un color cálido a aquel frío lugar.
Unos pasos rompieron la metálica melodía. Sin embargo no dejaste tu tarea, a no ser que fuera tu propio maestro y él te lo ordenase. Y de hecho, lo era.
El noveno heraldo entró en la sala con una expresión suave e incluso amigable. Aún frustrado por los guardias indeseados que entorpecían tu trabajo, no dejo su astuta sonrisa, mirándoles con superioridad.
── Retiraos. ── Ordenó con voz melosa, haciéndote alzar la vista para mirarle, parado frente a las grandes puertas que conducían a aquella habitación.
Silenciosos y con un asentimiento, los guardias se marcharon. Incluso si no estaban bajo las órdenes directas de Pantalone, jamás, nadie le negaría la orden a un heraldo.
── Buenas noches, querida. ── Saludó acercándose, mientras apartabas con suavidad otra columna de mora.
A su voz se le unió la puerta cerrándose con un golpe elegante, a la par que imponente.
── Buenas noches maestro.
Tu respuesta le hizo sonreír satisfecho, mientras se paseaba a tu alrededor observando tu trabajo, emitiendo pequeños sonidos de aprobación.
── Sabes, creo que Dottore está un poco obsesionado contigo. ── Supuso, observándote en cuanto tensaste tu cuerpo por milésimas de segundo, antes de volver a tu trabajo. Ya casi terminabas.
── ¿Maestro? ¿A qué viene tan aventurada suposición? ── Pausaste por un momento, para mirarle propiamente.
── Bueno... te tiene muy vigilada, ¿no crees? ── Continuó, jugando con una moneda entre sus dedos.
── Me tendrá desconfianza, eso es todo. ── Tu respiración se hizo más ligera, pues te ponía un poco nerviosa que tu maestro pudiese enfadarse contigo por algo en lo que jamás te habías fijado.
