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— ¡¿Por qué no me habías dicho que tú Steve es mi Steve?! — preguntó echándose las manos a la cara en señal de desesperación

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¡¿Por qué no me habías dicho que tú Steve es mi Steve?! — preguntó echándose las manos a la cara en señal de desesperación.

¿Tu Eddie es ese Eddie? — le preguntó el castaño al menor ignorando los gritos que soltaba de fondo el de larga melena.

El menor no paraba de asentir frenéticamente alegre de que los dos se conocieran mientras esos dos tenían un lío en sus cabezas del que parecía que no saldrían.

Por una parte, Eddie estaba que se moriría ahí mismo. El chico que le gustaba y el cual le molestaba en el instituto estaba allí, en su casa, en su zona segura. ¿Y si Dustin había contado cosas vergonzosas de él? No, eso no era posible pues el chico parecía tan confuso como él así que supuso que su primo no le había contado nada más que su existencia en el árbol genealógico. ¿Steve se iría al ahora saber que él era el primo del de gorra? No quería dejarle a su primo sin su niñero favorito. Se lo pasaba muy buen con él y... Algo le vino a la mente. Steve Harrington lleva siendo la persona que ha cuidado de su primo desde hacía pocos meses. Steve Harrington era ese chico amable, valiente, divertido y sobreprotector. Steve Harrington no era un capullo después de todo.
Con eso en mente, una sonrisa boba se formó en su rostro, deteniendo sus maldiciones por lo bajo. Su cuerpo se movió solo y fue hacía su habitación.

Por otra parte, Steve miraba sus propias manos buscando una respuesta. Hacía un momento estaba con el chico de rubios rizos jugando al parchís y ahora estaba frente al chico que molestaba en los pasillos el cual resultaba ser el primo del que le había hablado el menor. Aunque si lo pensaba bien, tenía algo de sentido. Dustin le habló de que su primo tocaba en una banda, que le gustaba jugar a D&D y que era un completo friki del metal. Supuso que no se paró en ningún otro momento a unir puntos para haberse percatado de ello. Y ahora estaba arrepentido. ¿Y si Munson le había contado a Dustin que le maltrataba en los pasillos? El niño ya no querría ser su amigo y era de sus mejores amistades. ¡Ese niño le había cambiado, joder!

El castaño observó cómo el de larga melena caminaba por el pasillo de la casa, alejándose. Su mirada regresó al menor.

Tu primo es Eddie Munson... — dijo confirmándolo pero aún sin creerlo.

¿Hay algún problema con él? — preguntó el niño con la cabeza ladeada hacia un lado, confuso.

N.no...para nada. Solo que no me lo esperaba — respondió rápidamente. Si Munson no le había contado lo que él hacía, no sería tan tonto como para contárselo él mismo — ¿P.puedo ir a... hablar con... él? — preguntó algo inseguro respecto a lo que haría. El niño aceptó la propuesta.

¿Que haría? ¿Disculparse? No era su culpa el hecho de no saber absolutamente nada al respecto de aquella coincidencia.
No sabía que haría. Solo quería aclarar las cosas. Que sepa que no le hará nada malo a su primo pequeño. Quería seguir siendo el niñero de ese crío y no lo conseguiría si Munson le decía a su tía cualquier cosa.

Llegó a la puerta que supo inmediatamente que era la habitación del de larga melena pues tenía pegada unas pegatinas de rayos negros, calaveras, fuego y cosas relacionadas con metal. Tocó la puerta y a Eddie no se le ocurrió otra cosa que hacerse el dormido. Steve intentó abrir la puerta pero esta tenía el cerrojo echado. Frunció el ceño y escuchó con atención los ronquidos del contrario.

Se te da fatal actuar, ¿lo sabías? — comentó el castaño con una sonrisa divertida.

El otro resopló, se levantó de la cama y abrió la puerta con la cara más seria que era capaz de poner. No iba a mostrar su boba sonrisa que delataba sus sentimientos. Debía mentir con la cara como hacia en el instituto.

¿Qué quieres? — preguntó cortante — ¿Quieres tú dinero? ¿Te tienes que ir?

— No. Y ni quiero ni puedo irme, Munson.

¿Entonces quieres entrar a mi cuarto y hacer cosas? — preguntó pícaramente con una valentía que no sabía de donde la había sacado. Estaba nervioso y en su interior no quería para nada que el otro entrase en su cuarto pues estaba hecho una pocilga que olía a tabaco y maría, osea, a Eddie. Sería como si viera su ser. Como si lo viera desnudo. Ahí comprendió por qué su tía le decía que ordenara siempre su habitación.

Solo quiero hablar — respondió algo incómodo por aquella pregunta y la mirada oscura del otro puesto en él.

Munson suspiró aliviado — Pues habla — dijo entre risas sarcásticas.

Solo quería que supieras que no le haré nada malo a Dustin. Es un niño increíble y no quiero que con lo que pasa en el instituto pienses mal de mí.

A Eddie le dió un tic en el ojo. Por un momento pensó que se iba a disculpar con él por maltratarlo a él y a su grupo pero se relajó saliéndose de su papel. Suspiró mientras se cruzaba de brazos.

Ya sé que no le harás nada malo — respondió con una leve sonrisa — Él habla maravillas de ti. Y tranquilo que no haré que mi tía te despida — comentó lo último con tono divertido mientras colocaba una mano en el hombro del contrario. Ese era el contacto físico más relajado y largo que habían tenido hasta ese momento.

Steve suspiró aliviado y respondió con otra sonrisa, conectando miradas. En ese momento parecía como si nunca hubieran tenido peleas en los pasillos, como si fueran amigos. Era una sensación agradable que fue cortada por el menor de los tres en la casa.

¿Que hacéis en medio del pasillo? — preguntó entre risas asomándose desde el salón sin comprender nada.

Los mayores se tensaron y rápidamente Steve apartó con un movimiento de hombro la mano del contrario, quién volvió al interior de su habitación para comenzar a gritarle a la almohada cual adolescente enamorada.

Los mayores se tensaron y rápidamente Steve apartó con un movimiento de hombro la mano del contrario, quién volvió al interior de su habitación para comenzar a gritarle a la almohada cual adolescente enamorada

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BABYSITTER [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora