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Christopher.

Despierto ante la falta de su calor y el ruido de afuera, que se cuela por la puerta entreabrierta.

Me levanto abriendo con sigilo y yendo a dónde se escucha el murmurllo de Rachel.

—... Y si papá no se entera, no es pecado, porque solo lo sabremos ustedes y yo, es que también quien lo manda a no dejarnos comer lo que queremos, es injusto, ¿A qué sí? —a veces creo que está loca—. Pero no sé preocupen, si no nos ha descubierto en estos tres días, no nos descubrirá hoy.

Así que se ha estado levantando a comer.

»Exacto, mis amores, su papá nos quiere matar de hambre —come más que lo que comemos todos los de la central en un día—, no se cómo hacemos para contenernos de ahorcarlo por no dejarnos comer. Pero es que lo amamos, no podemos matar a quien amamos, no, no —sacude la cabeza.

Sigue hablando de mi como si los mellizos le fueran a responder cuando aún parecen guisantes, ni siquiera tienen la boca formada. Pero ella sigue y sigue, mientras se comer a grandes bocados el tiramisú que prometió comer con lentitud.

Se detiene cuando ya está por terminarselo.

—Ay no —se da un golpe en la frente—, ¿Ahora como le explicamos en la mañana a su padre que ya no hay más tiramisú porque nos dió hambre en la madrugada?

Se queda en silencio, cavilando mientras se lleva el último bocado del postre a la boca. Lo saborea antes de comenzar a asentir.

—Eso es, vamos a decir que un ratón se colo en la nevera y se lo comió todo. Que se llevó el plato también, vamos a decir que fue un ratón al menos educado y lo llevo al fregadero —se pone de pie, dejándolo en el lugar mencionada—, ahora, vamos a ir a acostarnos como si no nos hubiéramos comido más de tres cuartos de... —se corta cuando me ve.

Tengo los brazos cruzados sobre mi pecho y en lugar de enfocarse en qué ahora sé que se terminó todo un postre que pudo haberse comido con calma, se lo acabo en menos de una hora, veo como comienza a sonrojarse.

Y es obvio que no por la vergüenza de haberse acabado el jodido pastel.

—Sigue hablando sobre lo idiota que soy porque no te dejo comer todo lo que pides —hablo, haciéndola dar un respingo. Ahora sí que se sonroja por vergüenza, las mejillas se le ponen tan rojas que no dudo que estén calientes.

—Yo no dije nada, mi amor —intenta sonreír—, solo me levanté por un vaso de agua...

—Y por accidente tropezaste y caiste sobre el tiramisú que no podías comerte, ¿No? —replico con sarcasmo.

—Pero es que eres demasiado inteligente, mi amor, ¿Cómo sabes que es exactamente que eso pasó?, Estoy tan triste por el tiramisú, yo quería comerlo en la mañana —hace un puchero. Niego.

—Vas a desayunar brócoli con zanahoria —advierto y de inmediato hace una mueca.

—El brócoli huele raro...

—Y te lo vas a comer.

Sigue peleando hasta que me canso y la llevo de regreso a la habitación.

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Escuchar los discursos de los candidatos es tan aburrido, yo no entiendo para que mentir. Nadie las cree.

Me pongo de pie cuando es mi turno.

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Where stories live. Discover now