Capítulo 10

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NARRA CHARLOTTE

Martes, 6:30 a.m.

La alarma empezó a sonar. Cogí el reloj y lo estampé con fuerza contra el suelo rompiéndolo en pedazos.

Volví a cerrar los ojos deseando dormirme otra vez.

La puerta de mi habitación se abrió y me giré en la cama. La cabeza de mi padre apareció por el hueco de la puerta.

—Char, es hora de levantarse.

—No me encuentro bien.

Mi padre abrió la puerta del todo y entró.

—¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? ¿Te duele algo? ¿Llamo a tu madre para que venga? —preguntó nervioso.

—Solo me duele un poco la cabeza, nada más —respondí para tranquilizarle.

Colocó su mano en mi frente y luego sus labios.

—No sé qué tengo que notar —murmuró sobre mi frente y yo solté una pequeña risa—. De estas cosas entiende tu madre, pero hoy tenía guardia y no vuelve hasta mediodía. ¿Qué hago?

—Solo necesito que me traigas una pastilla con un vaso de agua y seguiré durmiendo.

—¿Solo eso?

—Y tienes que llamar a la escuela para decir que no voy a ir hoy.

—¿Nada más? —preguntó y negué con la cabeza—. Si quieres, me quedo contigo.

—No hace falta, estoy bien.

Salió de mi habitación y minutos después volvió con lo que le había dicho y un trozo de bizcocho.

—Seguro que te viene bien comer algo —dijo con seguridad—. Tu madre dice que con el estómago vacío no se soluciona nada.

—Mamá lo sabe todo.

—Y que lo digas. —Esbozó una pequeña sonrisa y sacudió la cabeza—. No le digas que he dicho eso.

—Será nuestro pequeño secreto. —Le guiñé un ojo y cogí la pastilla—. Vete o llegarás tarde.

—Te llamaré para ver qué tal te encuentras. —Me dio un beso en la frente y me acarició la mejilla—. Si necesitas cualquier cosa, puedes llamarme.

—Gracias, papi.

Me miró con ternura y salió de la habitación cerrando la puerta con cuidado.

Vacilé en coger o no el trozo de bizcocho, pero rechacé la idea y volví a hacerme una bola debajo de las sábanas.

Me había pasado todo el día de ayer evitando a Derek y sabía que hoy no iba a tener tanta suerte.


NARRA DEREK

Salí de casa y busqué con la mirada el coche de Trevor, pero no estaba. Eso significaba que ya habían salido de casa. Me coloqué el casco y me subí encima de la moto haciendo rugir el motor varias veces antes de arrancar y dirigirme a la escuela.

Diez minutos después, me bajé de la moto y guardé el casco.

—¿Qué has hecho?

Me giré y vi a Giselle con cara de pocos amigos.

—No es el momento —respondí seco.

—Nunca es el momento, Derek Miller.

Pasó por mi lado golpeándome en el hombro y la seguí con la mirada.

—Lo que me faltaba... —murmuré para mis adentros.

Guardé las llaves en el bolsillo de la mochila y caminé hacia la entrada de la escuela. Trevor, Joe y Duncan me esperaban en la puerta.

Y ahora MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora