Capítulo 2

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Viernes

Cerré los ojos y dejé que mis manos se movieran solas sobre las teclas del piano. Mi mente se despejaba por completo y sentía una gran tranquilidad en mí mientras imaginaba la escena de ballet que se estaría representando en ese momento: cada movimiento, cada expresión, cada sensación...

El piano siempre estaba cuando lo necesitaba. Si me sentía triste, enfadada o melancólica, lo tocaba y todo lo que había a mi alrededor desaparecía, como si me estuviese entregando su alma, su música. Lo que sentía era casi inexplicable.

—Perfecto —dijo una voz a mi espalda—. Es perfecto.

—No exageres, papá. —Abrí los ojos y dejé de tocar—. No es para tanto.

—Yo nunca exagero —respondió sentándose a mi lado. Tocó un par de teclas y esbozó una pequeña sonrisa—. Me recuerdas a tu madre.

—Fue mamá quién me enseñó.

—¿No sales hoy? Es viernes.

—¿Qué hora es? —Me enseñó su reloj y me levanté sobresaltada—. ¡Llego tarde!

—Tranquila, te acerco yo.

Cogí el bolso del sofá y caminé con rapidez hacia la puerta.

—¡Date prisa, papá! —le grité antes de abrir la puerta.

Me choqué con algo y me eché hacia atrás.

—Pero... —Acaricié mi cabeza y vi a Derek.

—Deberías tener más cuidado —comentó divertido.

—Deberías venir menos a mi casa —respondí seca.

—Me gusta más tu casa, hay mejores vistas. —Me quitó unos cuantos mechones de la cara—. Así mejor. —Mi corazón se aceleró durante unos segundos.

—¿Vamos? —preguntó mi padre detrás de mí—. Derek, ¿qué tal estás?

—Muy bien, señor.

—Entra, Trevor está en su cuarto. —Me miró por última vez y entró en mi casa—. Vamos, pequeña.

Me subí en el coche y solté todo el aire que había retenido en mis pulmones.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó mi padre—. Pareces nerviosa.

—Sí, no te preocupes —respondí sonriente—.  Mamá me ha dicho que salís a cenar así que Gis y Brit van a dormir en casa.

—Me parece una gran idea. —Me miró un segundo y volvió a mirar la carretera—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Sí, claro.

—A ti Derek te...

—¿Qué? ¿Yo con ese? ¡Ni loca! —respondí nerviosa—. ¡Anda! Ya hemos llegado. ¡Adiós! —Me bajé del coche y caminé con rapidez hasta la entrada.

—¿Dónde te habías metido? —me preguntó Giselle—. Llegas tarde.

—Lo siento, lo siento. Estaba tocando el piano y...

—Char y la música —bromeó Brittany—. Anda, vamos.

Entramos en la cafetería y James nos saludó.

—¡Mis chicas favoritas! —exclamó al vernos—. ¿Lo de siempre? —preguntó y asentimos las tres a la vez—. Pues sentaros que ahora os lo llevo.

—Nuestra mesa está ocupada —dijo Gis fastidiada—. Si no hubieras llegado tarde... —Gis me miró acusadora y le puse mala cara.

—Como si tú nunca llegaras tarde.

Y ahora MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora