Es para conocernos

26 3 2
                                    


Evelin

Cuando vuelvo a tener consciencia sigo estando en los brazos de Malcom, pero ahora estamos en la choza. Él está sentado conmigo en sus brazos, me remuevo lo menos posible tratando de que me mantenga así, aún tengo mucho frío.

—Despertaste— sonríe con suavidad y con su mano quita el cabello de mi frente.

En contra de mi voluntad, aunque no le dije nada, me aleja de su regazo sentándome frente a él.

—¿Puedo? — asiento volviendo a temblar de frío por la distancia.

La lluvia sigue estando igual de fuerte y un sentimiento de orgullo se me planta en el pecho al ver que la choza que Malcom hizo resiste y nos protege.

Él empieza a exprimir los bordes de mi blusa tratando de que no esté tan húmeda, no le está funcionando así que pongo mi mano sobre las suyas atrayendo su atención. Aleja las manos y yo me quito la blusa, la exprimo con fuerza y me la vuelvo a colocar.

Los segundos que estuve sin blusa lograron que mis dientes vuelvan a castañear, Malcom me mira con ternura y siento que me derrito.

—Date la vuelta, cariño— mi corazón se acelera ante el apodo que no había usado antes y le obedezco.

Abrazo mis rodillas tratando de darme calor mientras él toma mi cabello entre sus dedos exprimiéndolo para quitar el exceso de agua. La forma en la que está cuidando de mi hace estragos en mi ser, siempre quise que alguien me prestara ese tipo de atención, pero sé que no debo hacerme ilusiones con Malcom. No de nuevo.

Quién sabe cuándo vuelva a ser Malcom el idiota Ragni, o le dé por irse dejándome sola.

Cuando termina con mi cabello, vuelvo a girarme. Justo ahora me doy cuenta de que él también tiembla ligeramente y su cabello gotea. Lo miro a los ojos unos segundos antes de llevar mi mano a su cabeza para sacudir un poco los mechones y exprimirlos con suavidad.

Mis ojos vuelven a los suyos y en ellos hay algo que no sé reconocer.

—Deberías exprimir también tu camisa— sugiero volviendo a abrazarme.

—Si quieres verme desnudo solo tienes que pedírmelo, nena— sonríe coqueto y ruedo los ojos ocultando mi sonrisa.

Me obedece y se la quita, la exprime y vuelve a colocársela. Abrocha cada botón con suma lentitud y mi mirada va subiendo de acuerdo a como su mano lo hace por los botones. Cuando llego a su rostro me mira con burla.

Molesta conmigo misma por ser tan evidente, le doy la espalda y recuesto mi cabeza en mis rodillas, cierro los ojos y me concentro en hacer que mi mandíbula deje de temblar.

Hasta que sus manos toman mi cintura devolviéndome a su regazo. Lo miro sorprendida y él sonríe. Empieza a pasar su mano de arriba a abajo en mi muslo tratando de que la fricción alejé el frío. Cuando siento que empieza a funcionar, escondo mi cabeza en su cuello y con mi mano hago fricción lentamente en su pecho.

—No te duermas, me aburro si no puedo molestarte — suelto una risita.

—Admite que es que te gusta ver mis hermosos ojos— salgo de mi escondite para mirarlo y parpadeo rápidamente haciéndolo reír.

—No lo negare, tus ojos son preciosos —me sonrojo y su mano va a mi mejilla acariciándola con su pulgar.

Tomo su mano y empiezo a jugar con sus dedos en mi regazo. Esto es un poco irreal, desde que llegamos a la isla no hemos hecho más que pelear y aquí estamos, abrazados. Si quito la mala relación que hemos tenido desde que salte del yate, esto sería muy normal, siempre fuimos así.

PerdidosWhere stories live. Discover now