Prólogo

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Prologo.

Evelin

Contrario a lo que pensé que sería el clima el día que me rompieran el corazón, hoy está soleado. Caminaba con una suave sonrisa feliz de que volvería a ver a Malcom después de que nos rescataran. Pobre inocente, no tenía verdaderas razones para sonreír.

Entro a la cafetería y me siento en la mesa más alejada de la entrada y de la vista de todos siguiendo sus instrucciones ¡Siguiendo sus instrucciones! ¡Yo, siguiendo instrucciones!

Definitivamente Malcom había encontrado una cueva en esa isla y me había realizado una de esas brujerías de las que Anne tanto habla, creo que una se llama agua de calzón.

Un mesero se acerca y me pido un batido de vainilla, no volví a tomar un batido de vainilla desde ese día, puede parecerles que soy un poco dramática, y quizás lo soy, pero solo de olerlo me daba nauseas.

Casi media hora después de que llegué, aparece Malcom vestido de negro, pantalón; camisa y chaqueta de cuero; unas botas del mismo color y unos lentes de sol. Su cabello está despeinado como si hubiese pasado la mano por el muchas veces de camino aquí. La chaqueta y la camisa se adhieren a su cuerpo marcando cada perfecto musculo que posee y que, como diría Anne, yo ya me comí.

Se sienta frente a mí y le doy una sonrisa, no me la devuelve. Algo va mal, pienso, pero decido dejarlo pasar. Él no es mucho de sonreír al público, solo me sonríe a mí y bueno ahora no estamos solos a pesar de estar algo alejados de las otras mesas.

—Hola, Malcom— trato de acercarme para besar su mejilla, sé que no puedo hacerlo en sus labios porque estamos en un sitio público, pero levanta su mano deteniéndome.

—Hola, Evelin— frunzo el ceño por la falta de apodos, siempre me llama por uno.

—¿Pasa algo? ¿Va mal algo con tu regreso? — pregunto con genuina preocupación y trato de tomar su mano, pero la aparta bajándolas de la mesa.

—Te cité aquí porque debemos hablar de algo que no puedo seguir callándome, más que todo por la cantidad de mensajes y llamadas tuyas que he recibido desde que nos rescataron— evita mis preguntas soltando palabras que por su tono hastiado me apretujan el pecho.

—¿Estabas ocupado? Qué pregunta, claro que lo estabas. Lo siento, es que me adapte a pasar mucho tiempo contigo. No volverá a pasar, trataré de ser menos intensa para la próxima— trato de conciliar, pero niega con la cabeza soltando un resoplido, le doy un sorbo a mi malteada esperando a que hable.

—No habrá próxima vez, Evelin— sentencia y aunque sé que no es lo que quiso decir, pegunto:

—¿O sea que ya no vas a alejarte de mí? ¿Pasaremos tiempo juntos? — sonrío emocionada dando un nuevo sorbo a mi pedido.

—No, no pasaremos tiempo juntos, Evelin. No quiero pasar tiempo contigo— aparta la mirada hacia la ventana más cercana, para este punto mi límite de positivismo se agotó y me empezaba a molestar.

Estaba siendo muy distante, ni cuando nos reencontramos que nos llevábamos fatal, se comportaba de ese modo; si quería decirme algo, que lo dijera y dejara de torturarme de una vez. Yo no soy así, no dejo que me traten de ese modo así que bueno, que hable.

—¿Entonces qué es lo que quieres decir? — enderece mi cuerpo en el asiento tomado distancia, hasta ese momento no había notado que estaba encorvada tratando de que estuviéramos cerca.

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora