PRIMERA MUDANZA

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Cargo la caja hasta el centro de la habitación. Uso un kuter para abrir la cinta adhesiva y así liberar su contenido. Tomo las primeras prendas y las coloco en el placar vacío. Voy al placar y vuelvo a la caja un par de veces para buscar nuevas cosas que acomodar.

Me detengo con sorpresa cuando hallo algo inesperado al final de la caja. Lo tomo con algo de lentitud, pues la sorpresa me ha ralentizado la conciencia y todavía no puedo creer lo que se halla ante mis ojos. Me siento en el suelo y miro lo que he descubierto con una sonrisa nostálgica en los labios.

— ¿Qué tienes ahí? — me giro al escuchar su voz.

Roma estaba parado con una caja sobre el marco de la puerta, mirándome con interés.

Sonrío al verlo. Era increíble y aún no podía creérmelo. Roma y yo habíamos tomado la decisión de dar el siguiente paso en nuestra relación. Cuando se lo contamos a Charly, este casi hiperventila de la emoción.

— ¿Qué estás viendo? — se acerca llevado por la curiosidad. Deja la caja en el suelo y se sienta a mi lado.

Se lo muestro y dejo que mi silencio y mi sonrisa le explique, pues, solo necesitaba de sus ojos para entender lo que yo veía.

Roma abrió su boca al reconocerlo. Tal y como yo esperaba.

— ¡Espera aquí! — me dijo con repentino entusiasmo, levantándose del suelo. Yo lo miré, intentando interrogarle, pero él comenzó a revolver el contenido de unas cajas que aún estaban esperando ser acomodadas — ¡Aquí está!

Lo miré estupefacto.

— ¡Tú también la guardaste! — exclamo al ver como Roma se acerca con su muñequera a juego y la coloca junto a la mía.

— Mejor dicho, no pude deshacerme de ella... — me corrige y yo asiento comprendiendo aquel sentimiento a la perfección. Puedo recordarme una y otra vez intentando tirar a la basura aquella muñequera, pero siempre fallando en el momento. Una parte de mí sabía que sería más fácil olvidarlo y superarlo si me deshacía de aquello que me recordaba a él, pero la otra parte se negaba a superarlo, a olvidarlo, a sentir que nunca nada pasó entre nosotros. Los sentimientos no son tan fáciles de superar, no hubiera bastando con sólo deshacerme de la muñequera.

Suspiro y sonrío. El yo del pasado nunca se hubiera imaginado, ni en el sueño más loco, que en el futuro me mudaría con Roma. Fue extraño cuando Roma me lo propuso, él, al dejar su casa principal a la niña, decidió mudarse a uno de los departamentos que había conservado gracias a ganar el juicio. Nunca me imaginé que me pediría que me mudara con él. Fue difícil, pero terminé por aceptar luego de meditarlo bien.

Meto mi mano en mi bolsillo y me coloco nervioso, hacía tiempo que llevaba esa cosa conmigo, pero nunca encuentro el momento justo para dárselo. Miro a Roma, quien observa la muñequera con una sonrisa nostálgica.

¡Es ahora o nunca!

— Roma... —pronuncio su nombre de manera insegura, él me mira curioso —Tengo un regalo para ti...

Saco la caja de mi bolsillo y la dejo sobre una de sus manos.

Roma abre la caja. Sus ojos azules se achinan al reflejarse en ellos el contenido del pequeño cofre. Las horas que pasé en la joyería eligiéndolo han valido la pena con solo ver su sonrisa.

— Es para que estemos a juego de vuelta —le aclaro, mostrando mi propia muñeca.

Roma se coloca el reloj que le he comprado y lo mira con los ojos llenos de ternura.

—Me siento como si fueran anillos de alianza— dice y se ríe nerviosamente. El comentario lo ha puesto vergonzoso, contagiándome a mí también.

La verdad es que no me atreví a comprar unas alianzas, si casi muero en el intento comprando un reloj, posiblemente algo tan significativo como unos anillos a juego podría morir de verdad. Además, recién estábamos empezando, no había ninguna razón para apurarnos, las cosas a su tiempo.

RACCONTOWhere stories live. Discover now