SEIS MESES DESPUÉS

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Estoy acomodando algunos archivos en el estante de mi oficina cuando un golpeteo en la puerta me advierte la llegada de alguien. Me sorprendo cuando veo que ese alguien es Roma.

— ¿Puedo pasar? — pregunta.

— Claro, siéntate — le digo indicando una de las sillas de mi escritorio.

— ¿Estás ocupado?

Me coloco nervioso. No me esperaba su visita, ya que mi caso con él estaba resuelto, todo había procedido en orden, sin ninguna complicación. Ya era un hombre divorciado.

— No, sólo estaba poniendo los papeles en orden. ¿Cómo has estado estos últimos meses?

Roma coloca una expresión triste y apesadumbrada al escuchar aquella pregunta. Entonces entiendo que aún no superaba el hecho de enterarse que esa niña no es su hija, que nunca lo fue.

— Ha sido difícil, sobre todo, por la niña... — me percato que no pronuncia su nombre, como si hacerlo significara un acto doloroso —. Está destruida... ambos lo estamos — sus ojos caen como en un precipicio, y veo una gran herida profunda en él, que aún permanece fresca y sangrante —. Yo he perdido a una hija, y ella a un padre.

No puedo evitar sentir cierta parte de la culpa, si yo nunca hubiera realizado ese examen a escondidas de él, todavía seguiría hundido en aquella mentira, feliz, pero aún engañado.

Entonces me pregunto si la verdad vale la infelicidad. Talvez, por eso él nunca quiso hacer la prueba, porque lo sospechaba, prefería vivir con la duda, pero disfrutando del cariño de la pequeña.

— Lo siento mucho... — digo, y pienso que me hubiera gustado estar a su lado estos últimos dos meses para consolarlo, abrazarlo y secarle las lágrimas. Odiaba pensar que seguramente tuvo que afrontar aquel infierno solo. Pero no puedo, no me corresponde inmiscuirme en su vida privada. El duelo le corresponde sólo a él —. Sé que es difícil, pero estoy seguro que con el tiempo serás capaz de sanar.

Roma me sonríe levemente, es una sonrisa minúscula pero sincera. Él realmente cree que mejorará, a pesar de lo difícil que se siente y yo me alegro por eso.

— ¿Qué es eso? — le digo cuando veo que deposita una pequeña caja sobre mi escritorio.

— Es un presente, es para agradecerte todo lo que hiciste por mí. Sin ti, seguramente el juicio, y todo lo demás, no hubiera sucedido tan bien.

— No, yo hice lo que tenía que hacer. Las pruebas estaban allí.

— Tómalo, no te hagas el humilde.

Me rio por su repentino cambio de registro, de formal a informal.

— Bien, gracias — digo y no tardo en abrir la caja. Es un reloj y luce muy caro.

Roma mira en ambas direcciones, obviamente sintiéndose algo incómodo.

— Bien, era sólo eso. Ya me voy — dice de repente, levantándose de su asiento.

Roma camina hacia la puerta de mi oficina, volviendo por donde vino. Yo sé, que esta es la última vez que nos veremos, pero esta vez en serio. No creo que el destino nos vuelva a encontrar de esta manera. ¿Cuántos juicios por divorcio se tienen en la vida?

Mi cabeza comienza a andar a mil cuando lo veo caminar, alejándose, un paso a la vez. Me quedo inmóvil. Viéndolo marcharse, alejarse de mí. A lo que tú tienes miedo es a arriesgarte, pero debes comprender que, si no luchas, nunca encontrarás lo que deseas. En momentos así, siempre servía recordar las palabras de mi psicóloga. Es ahora o nunca. Si no lo detengo, dejaré escapar la única oportunidad que he tenido de volverlo a ver y me arrepentiré por el resto de mi vida por ser un cobarde y dejarla pasar.

Doy unos pasos al frente de manera veloz, y, con el corazón palpitante, lo detengo por el brazo. Roma me mira sorprendido.

— Puede que no sea un buen momento, recién te divorcias, seguro todavía no superas a tu exmujer, y lo que pasó con tu hija, es difícil, lo sé, lo he vivido y he visto a muchas personas destrozadas en esta oficina — Dios, no puedo parar de hablar, y si no me detengo a tiempo, lo diré todo, absolutamente todo, hasta mis sentimientos enterrados en lo más profundo de mi corazón... pero no me detengo, porque es eso exactamente lo que quiero, decirlo todo, total, no tengo nada más que perder, sólo me queda apostar a mi suerte —. Pero... no puedo ignorar lo que vivimos en el pasado, sé que no fuimos sólo amigos, porque yo no te quise como uno, yo me enamoré, te enterraste profundo en mi corazón y nunca pude sacarte de allí. Tantas veces te recordé, tantas te necesité, ¡no tienes idea lo que sufrí tu partida!..., pero, ahora, al volverte a ver, esos sentimientos resurgieron y me hicieron recordar lo hermoso que es amarte. Le tengo miedo a este sentimiento, ya que cada vez que me involucro soy el único que sale con el corazón lastimado... pero... si no lo intento... si te dejo ir por esa puerta, sé que no volveré a verte nunca más, y yo no tardaré ni medio segundo en arrepentirme de ello, de no haberte detenido y de no preguntarte si... podemos volver a vernos y si quieres... darnos una oportunidad.

Roma se queda varios segundos en silencio, mirándome con una expresión difícil de descifrar. Mi corazón reacciona a su silencio y a su expresión perpleja con un latido arrítmico. Mi cabeza se queda en blanco, sólo a la expectativa. Me obligo a mí mismo a no adelantarme a su respuesta, a pensar en su posible negativa, y así, decido quedarme callado, sólo esperando por una respuesta, con el corazón desbordante en sentimientos.

Tengo miedo cuando su respuesta tarda más de lo esperado. Suelto su mano y mi corazón se encoge al pensar que sería rechazado una vez más.

Sus labios se entreabren levemente para darme una respuesta, y yo me tambaleo a causa de mi propia inseguridad.

— Este sábado estoy libre, ¿qué dices?

Lo miro, fijamente, mis labios tiemblan a causa de la impresión.

Lo he logrado. He logrado luchar en lugar de huir. He logrado cambiar mi mala suerte.

Mi corazón vuelve a latir con fuerza, pero esta vez por una razón distinta. Siento un nudo en mi garganta y que mis ojos comienzan a arder de repente. Mi mente a penas lo entiende, estoy bastante sorprendido para comprender la amplitud de su respuesta, pero de algo estaba seguro: esta es la primera vez que siento que las cosas irán bien en mi vida. Este amor se siente correcto.

Roma me abraza cuando las primeras lágrimas escapan de mis ojos. Él no dice nada más, pero siento que él lo comprende, que él puede adivinar el pesar de mi corazón y cada uno de mis recuerdos que se han convertido en viejas heridas. Me aferro a su cuerpo con fuerza. Lo he esperado..., lo he esperado durante tantos años, siempre extrañándolo, creyendo que el destino nunca nos volvería a encontrar. Y aquí estaba, yo entre sus brazos y él entre los míos. Parece un sueño, pero la calidez, que desprende su cuerpo junto al mío, es la única señal que necesito para saber que esto es real.

Su cercanía me agita el corazón, pero su abrazo es la sensación cálida que he estado esperando sentir desde hacía tanto tiempo. Roma es lo que siempre he anhelado, y nunca, nunca, me arrepentiré de haberlo detenido.

Él es la persona correcta para mí.  

RACCONTOWhere stories live. Discover now