VEINTIUN AÑOS (Segunda parte)

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Al parecer, Nicholas y Diana iban a la misma universidad que nosotros. ¿Cómo puede ser que no los hubiera visto antes?, pues, yo estudiaba en la facultad de derecho, Lea y Diana en la de letras y Nicholas en economía. Era imposible cruzar nuestros pasos por la galería, tal vez en el comedor, pero ellos solían tener una mesa en el parque del campus especial para ellos. Pues se la habían adueñado sin preguntar a nadie. Así que, como Lea y yo comíamos en el bufete, nunca nos hubiéramos cruzado ni por casualidad.

Al parecer, no eran sólo ellos dos, había una tercera chica llamada Helen que era algo alocada. Nos integraron a los dos de inmediato.

Fue extraño, era la primera vez que conocía a personas nuevas que me trataron como al resto, como si no fuera diferente. No se alarmaron, ni hicieron un comentario fuera de lugar al respecto, incluso, el reconocimiento que brillaba en sus ojos era igual al resto. Me miraban como si perteneciéramos al mismo mundo, como si no fuera extraño, como si fuéramos todos personas y nada más. Me pregunté si eso se debía a mi cambio, a que por fin había logrado aceptarme a mí mismo, o si simplemente, ellos eran buenas personas.

La única que era algo extraña era esa chica llamada Diana. A veces la veía mirar a Lea de manera oscura, entendía que le costara aceptarla ya que era su rival, pero a veces su mirada daba miedo, me recordaba a mi padre... no, era un poco diferente. Ella no era un diablo, sino que este brillaba en sus ojos, como si estuviera dentro intentando salir y ella luchaba para controlarlo.

El diablo en sus ojos pareció atenuarse cuando alguien más se unió a nuestro grupo. Surgió la vacilación, y sus ojos se disputaban entre Nicholas y este chico del pasado.

Al parecer era un viejo amigo de la infancia que había vuelto a la ciudad.

Y... ¡Dios!, entendía por qué sus sentimientos vacilaban de aquella manera. El chico era un sueño, era como un ángel que cayó en el momento justo. Sus ojos, sus facciones, todo me estremeció completo. Tuve que acallar una maldición entre los dientes. ¿Por qué? ¿Por qué no podía ser gay?, era esa clase de chico que podría enamorarte en menos de un segundo, con sólo estar allí y verlo por primera vez.

Y supe que, si era heterosexual, tendría aún menos oportunidades, al descubrir ese fuego en sus ojos, que consumía a Diana por completo. Sus ojos estaban siempre puestos en ella, la seguía con la mirada a todas partes y parecía sólo interesado en hablar con ella. El resto de nosotros no éramos más que estorbos, nadie más le interesaba. Apostaría mi brazo derecho a que estaba en este grupo sólo porque Diana permanecía en él, si no, ni se molestaría en almorzar con nosotros.

— No te pongas celoso — le dije al chico, cuando este mostró evidentes celos por la cercanía que mantenía con Diana —. No hay nada con ella. Definitivamente eres mucho más mi tipo.

El chico, que se llamaba Marcus, ¡incluso su nombre era hermoso!, se vio unos segundos descolocado por mi comentario.

— ¿Qué soy tu tipo? — preguntó sorprendido — Del que estoy celoso no es de ella, sino de ti — oh, al parecer no temía en exponer sus sentimientos a todo pulmón — No seas tan meloso con ella. Ella es mía.

Dios, casi me derrito en el lugar. Tanto que se me escapó un grito, cuando me di cuenta me avergoncé, segundos después. ¡Trágame tierra! Si esas palabras hubieran sido para mí, ya me hubiera entregado a él con lazo y todo. Pero Diana no se vio tan feliz por ese comentario.

— ¡No soy tuya! — reclamó. Y sí, puede que haya sido un comentario algo posesivo, pero el chico parecía haberlo dicho más en tono coqueto que en tóxico.

Dios, era un sueño.

Intenté mantener una actitud divertida frente a él, pero por dentro me moría, me derretía y luchaba para que esos ojos como prados inmensos no me arrastraran.

Mi corazón latió fuerte esa tarde. Y me repetí como un mantra: Marcus es heterosexual, como mil veces para no caer enamorado de él.

Qué diablos, sería mi crush por siempre. Sería como ese enamoramiento platónico que se tiene por una celebridad, inalcanzable que se alimenta sólo de fantasías. Pero eso era Marcus para mí, demasiado hermoso, demasiado perfecto, tanto que no me atreví a enamorarme más que cómo un ideal.

— ¿Qué opinas de ellos? — me preguntó Lea cuando volvíamos por la galería, antes de separarnos para ir cada uno a su facultad, ella respondió por mí — Son buenos chicos. Sobre todo, Diana. Es tan simpática — sonreí de manera mecánica, me sentí como un robot en ese segundo. Mi amiga estaba diciendo la mayor estupidez de su vida —. Creo que podemos ser muy buenas amigas, ¿qué dices?

— No lo sé — no estaba muy seguro que Diana quisiera ser amiga de la novia del chico del que estaba enamorada, pero me detuve antes de decir eso. Yo no podía exponer los sentimientos ajenos, sólo Diana los confesaría si en algún momento se sentía preparada. No podía entrometerse, no me correspondía —. Es muy pronto todavía, no la conoces bien — intenté implantar un poco de prudencia en ella, pero fracasé, ya que se veía muy entusiasmada con su nueva "amiga".

— No hace falta, si es la mejor amiga de Nicholas, estoy segura que debe ser una persona hermosa.

Negué con la cabeza cuando no me estaba viendo y sólo recé internamente para que ninguna de las dos saliera herida en todo esto.

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