20. Address me properly

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Trató de imaginarse siendo atado, semi desnudo, a total merced de Jungkook... y fue suficiente como para darle rienda suelta a su imaginación. Ahora, ¿cómo se lo diría? Él tenía en claro que no lo metería fácilmente. Se mordió los labios. Cerró todas las pestañas, y en su lugar, buscó videos porno al respecto. Una dirección le dio justamente lo que buscaba, videos de sumisos siendo entrenados, videos dónde explicaban ciertas prácticas y cómo hacerlas seguras, además de varias cosas. No se percató del tiempo que estuvo ahí, ni la cantidad de videos e imágenes que vio. Definitivamente había abierto la caja de Pandora. Y lo que contenía lo esperaba gustoso con las fauces y las garras abiertas, listo para tragarlo de un sólo bocado, con ansias de dejarlo sediento por más.

Pasado de las cuatro de la mañana, un dolor punzante en el cuello le hizo caer en la realidad. Se sobó la zona, calentó un par de porciones de pizza más, cerrando la página web y entrando en Youtube. Hizo click en un video random, no le prestaría atención, simplemente lo tendría de fondo mientras terminaba de comer. En su mente recorrían muchísimas cosas. Levantó la mesa, lavó lo utilizado y se fue directo a dormir. Las sábanas lo abrazaban con delicadeza, Shiro lo acompañó, acurrucándose en sus pies. Le sonrió, se acomodó como pudo para no molestar al gatito, y apagando la luz cerró los ojos, esperando que le diera sueño. Hasta que durmió profundamente.

Abrió los ojos lentamente, estirando su cuerpo luego de una noche excelente de sueño. Miró el reloj. Eran como las once y algo de la mañana. Saltó. Había olvidado que ese domingo iría a casa de sus padres a comer. Desayunó algo ligero, vistió unos jeans claros, sus converse, una camisa blanca y su cárdigan de color verde claro. Listo, partió a casa de sus padres, disfrutando del buen clima y la caminata. Vivir a unos treinta minutos -quizá un poco más- tenía sus ventajas. Se adentró en el viejo almacén, que, de pequeño acompañaba a su madre a hacer las compras, la dulce señora le regalaba una golosina a escondidas, mientras le sonreía y le guiñaba el ojo.

-¡Buenos días! -exclama.

-¡Chim! -contesta la señora, que, a pesar de su edad, se mueve como si tuviese veinte-. Hace mucho que vienes por aquí.

-¿Cómo a estado? 

-Bien, bien, por suerte. ¿Vas a casa de tus padres?.

-Sí -sonríe-. Vengo por una bolsa de carbón y... -busca con la mirada algo dulce- un chocolate Hershey. Hoy viene Soobin, mi sobrino.

La señora le alcanza lo pedido, siempre con una sonrisa en el rostro. La conocía de toda la vida, era muy querida en el barrio, en especial por los niños, ya que, cada tanto, les escondía dulces en los bolsillos. 

-¿Eso es todo, querido? Dime... ¿cómo está ese corazoncito tuyo, eh?

-Sí, señora. ¿Mi corazón? -pausa, intenta disimular la sonrisa causada al pensar en Jungkook.-Bien. 

-A mí no me mientas, esa sonrisa se debe a alguien. Espero me la presentes algún día.

-Lo haré, Joy. Tenga eso por seguro. 

-Te deseo lo mejor, Jimin. ¡Ah! Te olvidas de esto -le extiende la mano, en ella se encontraba una paleta-. Toma.

-Ya no tengo cinco años, Joy. 

-Acéptalo, Chim. Es un pequeño presente por la visita. 

-Pues tendré que venir más seguido, entonces.

Ambos sueltan una risa llena de nostalgia. Se saludan con un abrazo y el rubio sigue su camino.
Mira la paleta, recordándole su infancia, cuando jugaba con los niños de la cuadra en la plaza, los helados al caer en la tarde de verano, los juegos. Pensó en recorrer aquella arbolada recreando en su mente los buenos recuerdos. Lo haría con su sobrino, al terminar el almuerzo, le compraría un helado y jugaría con él.

BETWEEN CHAINS •KOOKMIN•Where stories live. Discover now