14 | El príncipe de este siglo

4.9K 750 534
                                    

Mi primera idea había sido pedir comida para llevar, pero cuando llegamos al local de comida china, cambié de idea. Le sugerí sentarnos en una de las mesas del fondo, pegados contra la pared, para conversar. Para mi sorpresa, él también pidió una cajita de fideos con pollo y verdura. Aunque yo me atreví a manejar los palillos que nos ofrecieron, él pidió un tenedor.

—¿Y piensas conquistar a la familia de Moon comiendo con tenedor? —inquirí, a lo que él curvó un poco los labios.

—No hay forma humana en que pueda aprender a usar esa cosa.

Pese a no haberse retirado la capucha, encogía los hombros para evitar que alguien pudiese ver su rostro. Yo, que trataba de no incomodarlo, suponía que no entendía que ahora lucía diferente al niño sicario de once años. Pero fue imposible no fijarme en su forma de comer.

La posición de sus dedos al sujetar el tenedor lucía dolorosa. Con todas sus fuerzas, aunque pinchaba la carne y la llevaba lentamente a su boca, casi con miedo a no ser preciso. No temblaba, sino que parecía que le costaba controlar su mano. Pero me sentiría mal si le preguntase si tenía algún problema como hice respecto a su visión, porque él no lo había mencionado. Cuando hablamos de su problema de vista, él bromeó sobre el tema primero; no obstante, el asunto de sus manos y la forma en que a veces se tropezaba no había salido a flote con la misma facilidad.

—Oye, ¿alguna vez... has tenido novia?

Lancé la pregunta para evadir mis pensamientos.

Eskander me miró atentamente unos segundos; luego regresó a enroscar fideos en su tenedor.

—Sí, ¿por qué?

—Curiosidad. —Tragué antes de mirarlo otra vez: él estaba luchando contra un puñado de fideos, pero consiguió dominarlos cuando clavó un pedazo de zanahoria para evitar que se le desparramaran—. ¿Cuántas?

—Tres.

Respondía seco y cortante, como cuando le conocí. El hecho de que su voz fuese tan grave no ayudaba.

—¿Cómo se llaman?

Eskander frunció el ceño. Me miró de soslayo, casi con burla, y torció un poco la boca en un intento de sonreír que acabó resultando perturbador.

—¿Para qué quieres saberlo?

Suspiré. Removía las verduras en mi cajita, sin saber si decirle la verdad; comencé a jugar con mi cabello atado en una cola baja. No había tenido tiempo de peinarme, ni de arreglarme. Debajo del abrigo negro, usaba un viejo suéter verdoso y jeans descoloridos, y deportivas sucias por la lluvia y el lodo de la calle. Ni siquiera estaba arreglada, aunque eso no fuese lo más importante. Los dos parecíamos dos amigos informales en una cena casual.

—Una tal Georgia vino a buscarme.

Vi sus pupilas negras pasar de mí a la cajita, y de nuevo a mí. Su cuerpo se había petrificado, sosteniendo el tenedor a diez centímetros del interior de la cajita blanca.

—¿Georgia qué?

—Leiford. Dice que es tu ex y quiere volver contigo.

—¿Y de qué te conoce?

Le dediqué una mirada de cansancio, apretados los labios. No había venido a discutir de qué conocía a Georgia, ni le confesaría que le había encontrado gracias a ella. Él creía que yo venía de parte de Sky News.

—Eso no importa, Eskander. Quiero saber si eso es verdad.

—Sí, pero no volveré con ella. Dile que me he muerto.

Rodé los ojos.

—No puedo hacer eso. Dice que la amas con locura y...

—No la amo, Edén. Nunca la he amado.

Eskander #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora