02 | La lista del ángel

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Si hay algo de lo que no me arrepiento en mi vida, es haberme dedicado al periodismo.

Aunque me frustraba que todas las compañías para las que trabajé impidiesen acercarme a escenas de crímenes o entrevistar criminales con la excusa de que era "demasiado peligroso", las ventajas de estudiar periodismo eran muchas más que las desventajas.

Una de las más obvias es que tengo acceso a información prácticamente confidencial; otra, aunque no menos importante, es que pude promocionar mis libros biográficos.

Como escritora de biografías, no tendría la capacidad de acceder a archivos, lugares y personas sin mi placa identificatoria como reportera profesional, en especial cuando se trata de criminales.

La oportunidad que Georgia Leiford me estaba concediendo era única y, probablemente, irrepetible.

Era la primera vez en todos mis años como periodista que alguien me encargaba un caso concreto.

¿Por qué esperaría que lo hiciera alguien tan importante como la ex del criminal más famoso de Europa en los últimos diez años?

Quizá convenga explicar quién es el niño sicario europeo, conocido como el niño sicario, aunque en realidad es el diablo en persona, y el por qué de su popularidad. Hacía más o menos diez años, el Primer Ministro hizo pública una lista de asesinatos registrados: el modus operandi y la cantidad de tiempo entre cada crimen eran parecidos, por no decir iguales.

La policía inglesa inició una búsqueda de los culpables y, gracias a los retratos hablados que se elaboraron, se identificaron a cinco asesinos a sueldo que, por lo visto, trabajaban en Bristol y se hacían llamar la Justa Muerte. Pero uno de los integrantes era un niño de once años al cual se le apodó el Ángel Caído.

Esta lista, conocida como la lista del ángel, incluía veintiséis asesinatos exactos. No seguían un patrón, sino que actuaban cuando alguien les necesitaba. Habían trabajado a la orden de narcotraficantes, políticos y la realeza. Por eso, quizá, después de que el niño sicario cayó, se silenció todo lo relacionado con él.

Ese niño de once años estremeció a Europa hace años; en Inglaterra, se le consideró el niño criminal más conocido. Nadie reveló su verdadero nombre ni él dio entrevistas, se desconocía quiénes eran sus padres y, hasta donde sé, el mundo no parecía realmente interesado en encarcelarlo, sino en conocerle.

Mientras la policía luchaba por dar con su paradero e identificarlo, los noticieros morían por conocerle. El niño rehuía de las cámaras y buscaba cubrir su identidad a través de todos los medios posibles, posiblemente porque el grupo al que pertenecía se lo exigía.

Un día la policía lo atrapó en una estación de tren donde planeaba un atentado y, aunque no se pudo demostrar su culpabilidad en ninguno de los crímenes pasados, se le declaró cómplice y cumplió dos años de condena en un centro de menores.

A partir de ese momento, no se volvió a escuchar del Ángel Caído. De alguna manera, la policía y el Estado silenciaron toda la información respecto al chico y nunca se oyó más de él, ni para bien ni para mal. Aunque Inglaterra no le había olvidado, evitaba mencionarlo.

No es buena reputación para un país tener niños en el mundo de los sicarios.

Yo llegué a creer que el muchacho había abandonado el país y estaba haciendo una vida en Australia, donde nadie lo reconocería.

¿Por qué no se pudo demostrar su culpabilidad?

Por la forma en que mataba.

Cuando se filtraron los vídeos de la policía interrogando al Ángel Caído, el niño demostró no saber asestar un golpe ni disparar un arma. Sus balas se desviaban; las puñaladas no eran tan profundas como las halladas en los cuerpos. Era un niño, así que no lo juzgarían como a un adulto, pese a los círculos en los que se movía.

Eskander #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora