XXXVIII

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JENNA

Me froté el rostro, tratando de eliminar de mí los signos de aquella horrible pesadilla. Por mi espalda aún bajaban escalofríos, recordando la mirada hueca y fría de Kyle.

Sólo ha sido una pesadilla. Nada más.

Una pesadilla.

Frey entró a la cocina para dejar unas bolsas en la encimera, y, después, caminó al salón en silencio. Yo me quedé allí, parada, conteniendo las ganas de marcharme a mi habitación y cerrar la puerta de un portazo.

-Creo que deberíamos hablar-me dijo, acercándose al sofá.

-¿Tú crees?- le escupí yo, sin poder contenerme. Su mera presencia me enojaba, pero traté de recordar lo que Kyle me había dicho. Frey suspiró, rodando los ojos.

-Sí. ¿Puedo sentarme?

Enfurruñada, con los brazos cruzados, asentí. Era consciente de que no íbamos a poder seguir adelante si no manteníamos aquella conversación. Y habían pasado demasiadas cosas locas como para seguir evitando a mi hermano.

-¿Cómo te encuentras?

Rodé los ojos, acurrucándome contra el respaldo y cruzando las piernas.

-Bien.

-Jenna...

-Te he dicho que bien.

Él suspiró, asintiendo con la cabeza. Se notaba a la legua que no se le daba bien pedir perdón. En ese sentido, éramos bastante parecidos. Cabezotas, como buenos Emerson.

-¿Ni siquiera me vas a decir a dónde fuiste?- escupí, al ver que él no hablaba.

-A... visitar a papá al cementerio- admitió él en voz baja, y noté cómo el estómago se me revolvía ante aquella respuesta.- Y estuve con Raymond.

-Podías haberme escrito un puto mensaje.

-Lo sé.

-Pero no lo hiciste- seguí, sintiendo como la rabia volvía a hervir en mis venas. El tiempo que había pasado mirando al teléfono, esperando una llamada, un mensaje. Una maldita explicación de dónde estaba, una prueba de que se encontraba bien.

Pero no había recibido nada.

Y, para empeorarlo más, Frey sólo repitió las mismas dos palabras.

-Lo sé.

-Genial.

-Mira Jenna... lo siento- me dijo, alzando los ojos azules hacia mí. Bajo estos, oscuras ojeras indicaban que no había estado durmiendo bien últimamente.

Me obligué a mantener el contacto visual.

-Con eso no lo arreglas, Frey.

Y entonces, él explotó.

-¡Te lo he dicho, lo siento, vale! ¡Siento haberme marchado, siento haberte dejado sola!-Frey se puso de pie en golpe, empujando la mesa de una patada. El corazón se me aceleró de golpe, pero yo también estaba enojada.-Es... lo único que pude hacer. Lo único.

-No era lo único- le repliqué.- ¡Podías haber hablado conmigo! ¡Yo también estaba mal por la muerte de Kaleb, Frey! ¡Yo también tenía miedo, y estaba triste, y frustrada!

-¡Ya lo sé! ¿¡Te crees que no lo sé?!

Se me paró el corazón por un instante cuando vi su rostro, escasamente iluminado por la luz de la lámpara que teníamos en una estantería. Sobre los músculos contraídos por la rabia, el enojo, y la pena, gruesas lágrimas bajaban desde sus ojos.

CAZADORES DE DEMONIOSWhere stories live. Discover now