XXII

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JENNA

Un sonido agudo taladró la parte trasera de mi cabeza. Mis párpados comenzaron a temblar, y noté el olor a alcohol a mi alrededor, haciendo que mi nariz picase. Traté de abrir los ojos, pero tuve que cerrarlos rápidamente, dolida con la luz cegadora que me golpeó de lleno.

No sabía donde estaba, ni qué estaba ocurriendo, y eso me asustó. Sentí un dolor sordo en el pecho, y al tragar, el ardor en mi garganta me recordó que anteriormente había estado gritando a voz de pulmón.

Poco a poco, los recuerdos empezaron a llegar a mí como dardos, y jadeé cuando la imagen de mi hermano apareció, tendido en un charco de sangre de color intenso.

Me froté los ojos, haciendo varios intentos fallidos hasta que pude abrirlos, y descubrí que sobre mi cabeza había un techo blanco con una lámpara, culpable de la luz que me impactaba en el rostro.

Estoy en un hospital.

Conseguí incorporarme un poco, apoyando la espalda contra las gruesas almohadas, e hice un rápido análisis de mi cuerpo; tenía varios vendajes, en el estómago y en un brazo, y, en general, todo dolía como si mil gigantes hubiesen bailado claqué sobre mí. Abrí la boca para intentar llamar a alguien y pedir un vaso de agua, pero el zumbido de las máquinas amortiguó mi intento de hablar, y tosí, sintiendo la garganta rasposa.

- ¿Jenna?

Cuando giré la cabeza, Frey estaba en la puerta de la pequeña habitación. Mi mirada se posó en la silueta familiar, asustada cuando vi las oscuras marcas bajo sus ojos azules. El agotamiento surcaba sus facciones, y la voz sonó aliviada cuando volvió a pronunciar mi nombre.

- Jenna... estás bien- como un rayo, se había acercado a mi cama, sentándose junto a mí y agarrándome las manos con fuerza. A mí la cabeza aún me iba despacio, como si hubiesen ralentizado cada acción que sucedía a mi alrededor, y me costó reaccionar.

- Frey...

- Tranquila. Tranquila, todo estará bien...

¿Por qué me daba la impresión de que lo decía para tranquilizarse él?

- Frey... - traté de devolverle el agarre en sus manos, buscando su mirada con la mía.- Kaleb... ¿dónde... dónde está? Él... Él estaba muy herido... no pude...- las imágenes comenzaron a llegar muy rápido a mí, y empecé a asustarme cuando lo volví a ver tendido, inmóvil, sobre el asfalto. Sin embargo, aquella imagen debía ser fruto de mi imaginación, pues no recordaba nada de lo ocurrido después de que el suelo de la azotea desapareciese bajo nuestros pies.- Él...

- Tienes que descansar- me susurró, secando una lágrima que había escapado de mis ojos.

Con una mano libre, había comenzado a apartar lo mechones de pelo fuera de mi rostro.

- ¿Dónde está, Frey?- repetí, notando el terror comenzando a invadirme por dentro. El dolor del pecho se hizo mayor, y apreté su mano, clavando las uñas en su dorso.- ¿Dónde está Kaleb, Frey? ¿¡Dónde está nuestro hermano?!

Su cuerpo se lanzó contra el mío cuando solté el primer sollozo, rodeándome con los brazos y atrayéndome hacia él. Noté sus fuertes músculos sosteniéndome, pero el vacío era demasiado grande, y ni siquiera su agarre evitó que me sintiese como si me arrastrasen hacia un oscuro abismo.

- Lo siento- susurró él contra mi cabeza.- Lo siento, Jenna, no estuve ahí. Lo siento tanto...

- No... no...

Sentí la necesidad de correr, de escapar, de esconderme. Los sentimientos de constricción crecieron exponencialmente, como si el aire a mi alrededor me estrangulara, y noté como el aire me faltaba en los pulmones.

CAZADORES DE DEMONIOSWhere stories live. Discover now