Disturbios.

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Unas campanadas resonaron en su sueño con ecos intensos, y luego de estas unas voces, denominadas por ella como molestas, comenzaron a apoderarse de su cabeza... A pesar de la torpeza en su vista que aún trataba de centrarse correctamente, había podido notar cómo el gran monitor se apagaba con segundos de diferencia.

Analizando su alrededor un tanto perdida comenzó a estirarse con gran fatiga. El cansancio del poco descansar de anoche le estaba cayendo como un balde de agua fría; sentía los parpados muy pesados y tenía demasiadas ganas de seguir en la cama.

Con complicación se dignó a sentarse para así obtener algo de fortaleza e iniciar el día. No era muy buena en las mañanas... Le dio un golpe no muy suave a sus mejillas para intentar despejarse de ese agotamiento intenso que podía sentir se apoderaba de ella cada vez más.

- Ghn... Mi espalda... - un quejido no intencionado se le escapó en respuesta a su nuevo colchón.

A comparación de la gran obra de arte de dos plazas en la que estaba acostumbrada a dormir, esta sólo era una simple madera con algo "blando" arriba.

O así la describía ella, porque en realidad era una cama común y corriente.

Con una gran flojera y un frío indescriptibles logró ponerse de pie, y luego de estirar las piernas por unos cortos segundos prosiguió hasta el baño, dando por comenzada su mañana.

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El sueño se le escapó en forma de bostezo y las típicas lagrimitas causadas por este se asomaron por sus ojos sutilmente. Tal acto le impidió el poder llamar de forma adecuada a la puerta de Kokichi.

- Se ve que dormiste muy bien, me alegro por ti - aunque antes de que pudiera notarlo, este ya estaba frente a ella, tan radiante como siempre - ¡Buenos días bruja!

- Buenos días Ouma-san - intentando hacer caso omiso al apodo que ya se había convertido en constumbre a ser llamada por, le devolvió el saludo con felicidad genuina.

- ¿Qué hacías parada en mi puerta? ¿viniste a matarme? - su cabeza se ladeó con duda ante la visita sorpresiva de ella.

De no ser porque la alegraba mucho el poder verlo dos días seguidos se tomaría esa broma muy por las malas. Arreglandose el cabello sutilmente se agachó un poco a la altura de el otro para poder entablar una conversación "justa" en medidas.

Esa era su venganza por molestarla: un accionar que no pareciera tener ningún tramo de malicia.

El peli-morado la miró curioso, mas sin dejar de estar feliz. Ya había, o eso pensaba él, entendido perfectamente su idea, y le divertía de cierta forma.

- ¡Vine a invitarte un desayuno! - agregó entre las observaciones que se daban entre sí - ¿vamos a recargar energía? antes de que nos mate el hambre - y de forma ingeniosa le dio una respuesta a su pregunta anterior.

- Nee-heehee.

Recibió una sonrisa de él, que muy felizmente se sujetó de su brazo como si fuera un niño. Le recordó mucho a su primera cita... Sus mejillas ahora rosadas se elevaron un poco por la delicada sonrisa que le generó esa memoria.

- ¿Dormiste bien Ouma-san?

- ¡Nope, odio estas camas! - hizo un gesto de dolor que causó la risa de la opuesta.

Independientemente de la situación en la que estaba, y aunque pudiera sonar ilógico, nunca había comenzado tan bien la mañana.

Ahora comprendía mejor la alegría que alguna gente tenía a penas iniciar el día; Cuando tu vida es una monotonía absoluta dejas de encontrarle lo bueno hasta al hecho de despertar.

Principios de una EGOCÉNTRICA. | Kokichi Ouma × ReaderWhere stories live. Discover now