-En estos momentos me estoy cuestionando seriamente nuestra amistad. -digo y le dirijo una mirada asesina.

-Vale, perdón, ya paro. -dice tratando de fingir seriedad y después da unas palmaditas en la cama-. Ven gruñona, yo te ayudo.

Me acerco y me siento junto a él en la cama sin saber muy bien a lo que se refiere con ayudarme. El me hace señas para que me gire hasta que quedo de espaldas a él, entonces me sorprende cogiéndome el peine y empezando a desenredar los nudos a los que no llegaba. La idea de Harry peinándome me hace sentir un poco como cuando yo era pequeña y peinaba a las barbies de mi casa de muñecas, aunque nunca se me dió muy bien eso de peinarlas, casi siempre quedaban peor de lo que estaban. Intento convencerme de que yo no quedaré como mis barbies.

-¿Ya esta? -le pregunto al cabo de un rato.

-Espera, ya esta, listo. -dice y pasa el peine por última vez-. Ahora no te muevas.

Sus manos tocan mi pelo y me estremezco un poco ante su toque. Él separa unos pequeños mechones que caen enmarcando mi rostro y aparta el resto de mi pelo hacia mi espalda.

-¿Qué haces? -le pregunto y estornudo.

-Intento hacerte un trenza, como la que traias antes. -dice y para un momento para acercarme una caja de pañuelos.

-¿Sabes hacer trenzas? -le pregunto, dudo de que sepa.

-¡Pues claro que si! -dice y yo me doy la vuelta para mirarle-. Vale, tal vez no pero pensaba intentarlo.

Harry, a veces, me recuerda a un niño pequeño. Su manera de protestar y cruzarse de brazos cuando se molesta por algo y la forma en que le tiembla el labio cuando trata de fingir que esta enfadado. Como en este momento me hace reir cada vez que se pone de esta manera.

-Yo te enseño. -digo, agarro tres mechones de mi pelo y comienzo a trenzarlos-. Ves, no es tan difícil.

-Vale, ahora es mi turno. -dice y yo vuelvo a girarme, sus manos vuelven a mi pelo y lo acarician suavemente.

Normalmente me peino yo sola, ya soy mayorcita, pero se siente bien que de vez en cuando sea alguien quien lo haga por ti. Cada vez que uno de los dedos de Harry me roza el cuello un suave hormigueo recorre mi cuerpo. Lo oigo tararear por lo bajo una canción y no puedo evitar sonreir, prácticamente me he olvidado de él dolor de cabeza.

-Ya esta. -dice, Harry levanta una mano en una pose que me recuerda a las pijas de las películas-. P-e-r-f-e-c-t-a.

Yo me empiezo a reir pero una fuerte tos empieza a mezclarse con mi risa y parece que me estoy ahogando.

-Creo que me voy a morir. -digo y agarro otro pañuelo para sonarme.

-Me aseguraré de que estés guapa en tu entierro. -Harry dice y empieza a juguetear con mi trenza.

-Harry¡Para! ¡Me estas haciendo estornudar! Vete, quiero volver a dormir.
-protesto mientras él me pasa las puntas de la trenza por las nariz haciéndome cosquillas, yo le aparto la mano de un manotazo y me tumbo enroscandome a la vez que le doy la espalda.

—No me ignores. —Harry empieza a darme golpecitos en la espalda—. No seas mala.

Le ignoro mientras me hago la dormida pero su dedo sigue dándome golpecitos en la espalda y cada vez me irrita más. Me giro y empiezo a darle golpecitos a él también, solo que con los puños y un poco más fuerte.

—¡Eso es trampa! ¡No vale! —protesta y contraataca subiendose encima de mi y haciéndome cosquillas. Esto es horrible, yo soy muy sensible a las cosquillas, al segundo ya me estoy riendo demasiado fuerte y pidiéndole que pare. Él acede a parar cuando yo empiezo a patalear y casi lo tiro de encima.

—Mira quién fue a hablar de hacer trampas. —le digo cuando me recupero de el ataque de risa—. Pienso contagiarte mi catarro.

Harry se rie, sus hoyuelos vuelven a aparecer, creo que es la sonrisa más adorable que he visto en mi vida. Levanto una de mis manos en un impulso y le rozo la mejilla con las yemas de mis dedos, Harry sigue sonriendo y no se si es mi imaginación pero sus ojos brillan con una luz que no había visto antes.

—Me saltaría tus normas y te haría cosquillas mil veces solo para escucharte reir una y otra vez. —dice y se muerde un poco el labio inferior, sus palabras hacen que mi cara de ilumine como las luces de un árbol de navidad. Se muerde un poco el labio inferior. El sigue sobre mí y no puedo evitar pensar que solo me haría levantar un poco mi cabeza para encontrarme con ellos.

—Emma yo vine a preguntarte una cosa. —dice, con su cara tan cerca de la mía puedo distinguir hasta la última mota de verde de sus ojos.

—¿El qué?—pregunto y mi voz suena como un murmullo.

My little secretWhere stories live. Discover now