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El viento bailaba gustoso sin ningún esfuerzo, se movía de una manera lenta y suave haciendo bailar de igual forma a las hojas de los árboles, que estás amaban acompañarlo

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El viento bailaba gustoso sin ningún esfuerzo, se movía de una manera lenta y suave haciendo bailar de igual forma a las hojas de los árboles, que estás amaban acompañarlo. Su danza era tan bella que reían con amor haciendo que algunas otras hiervas rieran como ellas. La noche los acompañaba haciendo su espectáculo aún más interesante. La luna los miraba con mucha curiosidad anhelando poder bailar como ellos, ella también quería saber que se sentía moverse con tanta facilidad, se sentía celosa y un poco enojada por las risas burlonas de las estrellas. Su luz seguía iluminando todo el bosque pero con un poco de recelo. Los grillos eran la orquesta principal, su canto lograba que el viento hiciera su mejor espectáculo de la noche. Maravilloso.

Pero algo que no sabían era que el viento se había enamorado profundamente de aquel príncipe. Todas aquellas noches después de su baile se acercaba a él para envolver sus manos sobre sus mejillas, se acercaba tan ligeramente para dejar varios besos sobre su rostro logrando que él suspirara, estaba feliz de provocar eso en él.

El grandioso príncipe. Aquel muchacho de cabellera rubia, piel pálida como la porcelana, se concentraba con algo de fuerza sobre sus pensamientos, era extraño tener que pensar tanto pero algo dentro de él decía que tenía que meditar sobre lo que pasaría al día siguiente. Contraer esposa sin siquiera conocerla lo ponía un poco nervioso, ya lo sabía y estaba consciente de eso pero no le había tomado tanta importancia como ahora. Su padre le decía que cuando cumpliera veinte años de edad este ya estaba listo para tomar el reinado sin antes casarse con una princesa con un nivel igual de superior que ellos, quería posicionar a su hijo con un buen reinado de igual forma que le ayudará en muchos ámbitos, sin embargo, Min Yoongi ni se disgustó ni se emocionó por lo dicho, era algo que tenía que pasar algún día.

Sus nervios se asociaban con el hecho de conocerla, le preocupaba que no se llevaran bien, ya que ella era la muchacha que pasaría el resto de su vida hasta que tuviera su heredero, otra petición que le había dado el rey.

Jugueteaba con sus manos volviendo a sentir los brazos del viento, se sentía tranquilo cuando lo sentía sobre su piel.

Minutos después se retiró del balcón adentrándose a su habitación. El viento se entristeció cuando el joven príncipe se separó de él, lloró un poco pero sabía que la noche siguiente estaría nuevamente con él, golpeó con recelo el cristal del gran ventanal deseando tener un momento más, pero fue imposible. Sin mucho esfuerzo se colocó la pijama y después adentrarse a su cama, las sabanas estaban encantadas de abrazar ahora al príncipe, logrando que este cayera en un profundo sueño, el día había sido duro y sabía que mañana sería una más.

El sol fue el primero en despertar, este salió perezosamente, sus rayos algo pálidos de un color naranja y amarillo anunciando su llegada

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El sol fue el primero en despertar, este salió perezosamente, sus rayos algo pálidos de un color naranja y amarillo anunciando su llegada. Los pájaros con mucha emoción cantaron al verlo en su punto, le daban la bienvenida como él tanto amaba. Ahora era turno de salir en escena las pequeñas mariposas bailando con entusiasmo. Todas moviéndose de un lado a otro sin detenerse, muchas en diferentes tonalidades jugueteando con el viento con travesura.

Sus rayos acariciaron lentamente su mejilla pálida indicándole que era momento de levantarse. Arruga su nariz y abre lentamente sus ojos, era el momento. Estiró sus brazos al igual que las piernas, se sentó sobre la cama algo adormilado, había tardado en consolidar el sueño, la preocupación lo estaba atormentando.

Después de unos minutos salió de la habitación ya vestido, acomodó un poco su saco antes de cerrar la puerta detrás de su espalda y dar marcha donde estaban sus padres. Su corazón latía de una manera frenética sintiendo sus manos temblar con ligereza, su estómago hormigueaba, pero creía él mismo que era por su nerviosismo. Suspiro. Trato de calmarse tarareando una melodía en voz baja. Caminaba despacio sobre los pasillos del castillo mirando hacia afuera, no quería notarse desesperado o ansioso. Por un instante su mente se apagó, ya no existía ninguna señal de preocupación lo único que deseaba era que todo esto terminara e irse a cabalgar o hacer otra cosa que no implicará este dichoso compromiso.

Su desinterés estaba de vuelta.

Sus padres estaban aún lado de él esperando a que los reyes Kang junto a su hija hicieran uso de presencia, su vista estaba solamente en la enorme puerta. Golpeaba su pie izquierdo con aburrimiento, su padre lo miró pero este lo ignoro. Un guardia apareció haciendo el llamado de la llegada del otro reino. Sintió nervios, junto sus manos detrás de su espalda soltando un enorme suspiro; y ahí es cuando vio aquel hermoso ser entrar por la puerta con pasos inseguros. Su expresión en su rostro fue de asombro al ver el enorme castillo por dentro, eso hizo que algo dentro de él se removiera. Sus labios ligeramente abiertos pero tan preciosos de un ligero color carmín, juraría que sus bellos ojos brillaban más que las estrellas en una noche tan oscura, sus esponjosas mejillas sonrojadas como las rosas pero el color no era tan exagerado, es más, eran de un rojo precioso. Su cabello de un color café como el chocolate que adornaban unos pequeños mechones rizados, tan adorable ante sus ojos. No podía creer lo que comenzaba a sentir en ese precioso momento, su corazón brincaba de gusto al ver tal criatura, era como un ángel. Ambos hicieron contacto visual haciendo más notorio su gusto por él, al parecer el sol era su mejor amigo por el simple hecho de que este cayó sobre su rostro iluminándolo dejando ver sus hermosas facciones, el color de sus ojos eran tan bellísimos que el mismo príncipe deseaba verlos por el resto de su vida.

Su mirada lo hizo recorrer de pies a cabeza y detenerse en sus ojos, en sus hermosos y bellísimos ojos. El joven lo miraba con timidez jugando con sus manitas. El príncipe le dedicó una sonrisa para liberar su nerviosismo y al observar aquel rubor más intenso en sus preciosas mejillas lo sintió como el mejor obsequio.

Sus piernas le pedían que se acercara a él. No era correcto.

—Reina y Rey Min, es un placer para mí presentarme ante ustedes al igual que presentarle a mi hermosa hija, Kang Hyesis.— exclamó el Rey Kang dando primero una reverencia ante ellos, la muchacha hizo lo mismo y llevó su mirada hacia Yoongi, quien seguía mirando al joven.

—Para nosotros es un honor su presencia. También quiero dar el placer de presentar a mi hijo, Min Yoongi.— el príncipe seguía curioso ante el muchacho, este comenzaba a sentirse extraño por la forma en que lo miraba, él no quería ser el centro de atención de Yoongi pero intencionalmente lo estaba haciendo. Su padre aclaró su garganta para que este se diese cuenta, dos bastó para que presentara atención.

—Una disculpa, un gusto.— fue lo único que dijo llevando nuevamente su mirada, ¿no se suponía que debería estar más interesado en aquella princesa que en él? pues al parecer no.

Durante una pequeña charla se enteró que aquel muchacho de nombre Hoseok era el sirviente personal de la princesa. Él se encargaba de las necesidades de la joven, incluso donde iba ella tendría que ir él. Eso para Min fue algo extraño pero no dejo de interesarse en él, deseaba saber todo, sus ganas de estar tan cerca del muchacho ya se había vuelto una necesidad, no tenía que actuar de esa forma con un sirviente, además sus padres jamás aceptarían algo como eso.

Sabía perfectamente el enorme problema que podría causar si sentía amor por un sirviente hombre, por ello, necesitaba una persona de su misma clase y que fuese una mujer por eso es que estaba la princesa para ser su esposa, pero él en ese momento se daba cuenta que no estaba interesado en ella, era hermosa, demasiado, pero no sentía nada cuando la vio, sin en cambio, con Hoseok fue diferente, sus manos sudaban, sus piernas temblaban, sus mejillas sonrojadas, su corazón latía con mucha impotencia. Tal vez fue la manera en que llegó inseguro y curioso al castillo que hizo que sintiera esa emoción, Hoseok era el primer hombre que le tenía sus nervios tan alocados.

¿Así era el amor?

¿Así se siente, tan bien?

Adore You | Yoonseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora