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—Pensé que habías dicho que querías ir a casa —la voz de King la sacó de sus pensamientos, ella se giró a verlo, mostrando una expresión indescifrable.

—Eso quiero —dijo con un pequeño hilo de voz, parecía tan acabada.

—¿Y entonces por qué-? —no pudo terminar pues fue interrumpido por los gritos de Eleanor, quien ahora se jalaba el cabello, diciendo cosas que no podía comprender mientras se movía de un lado a otro.

—¡Qué estúpida que soy! —se regañó a sí misma, para después soltar un gruñido, molesta.

—¿Me dejarías terminar de hablar? —preguntó con una expresión seria, Eleanor guardó silencio, más no soltó su cabello—. ¿Por qué le dijiste que te quedarías cuando sabes muy bien que quieres ir a Camelot?

—¡No lo sé! —exclamó, mirándolo a los ojos, él notó la desesperación en ella—. ¡Estaba segura de que diría que me llevara a Camelot! Pero de repente, sus ojos se clavaron en mi y me puse nerviosa y ahora... y ahora... —no pudo seguir hablando, King soltó un leve suspiro para después acercarse a ella, elevándose un poco, acercó sus manos a su cabeza, y con delicadeza hizo que ella soltara su cabello.

—No trates a tu cabello así, después el capitán te regañará —dijo mientras lo peinaba con sus manos, haciendo que Eleanor soltara un suspiro, rendida—. Sabes que al capitán no le gusta que te lastimes a ti misma —añadió, y justo después le sonrió levemente, inspirándole confianza—. Si lo deseas, una vez que Oslow salga de su prueba, le pediré que te lleve a Camelot.

—...Gracias, King —lo miró a los ojos, el castaño se pudo dar cuenta de que ya estaba calmada.

—No hay de que —y de nuevo le sonrió, porque a pesar de que tenían sus diferencias, la apreciaba mucho.

Se quedaron en silencio unos segundos, Eleanor se volvió a sentar en la roca, más King no dejó de acariciarle el cabello, de alguna forma, lo mantenía calmado también.

—¡Oye! ¡Escuché que querías entrenar! ¿Por qué no entras con King? —la voz de Jenna dirigiéndose a la fémina los sacó de sus pensamientos. La chica se encogió en su lugar, tragando saliva, nerviosa.

La de cabellos rubios caminó hacia ellos, causando que la contraria se tensara. King notó esto, y rápidamente le regaló una sonrisa tranquila.

—Será divertido, ¿no lo crees? —le dijo sintiendo como se calmaba poco a poco.

—Es probable que muera allá dentro —respondió, mirando como la druida paraba de caminar y les hacía señas para que se acercaran—. Además, ¿no dijiste que no querías entrenar?

—De repente me dieron ganas —dijo con una sonrisa ladina—. No te obligaré, es sólo que no quiero entrar con Hendrickson.

La fémina se quedó callada, pensando. Hacia mucho tiempo que no entrenaba, y después de todo lo que le pasó, no sabía si lograría controlarse a sí misma.

—Sé como te pones cuando las cosas no te salen bien —habló King, volviendo a llamar su atención—. Pero no estarás sola, te acompañaré y ayudaré.

—No quiero sentirme de nuevo así —le dijo mientras jugaba con sus dedos.

—No lo harás —le sonrió dándole confianza—. Y si sucede, haré lo posible para que te calmes.

—¿...Lo prometes?

—Lo prometo.

Eleanor asintió con la cabeza, levantándose de la roca donde estaba sentada, tomando una gran bocanada de aire, para después caminar en dirección a la cueva de entrenamiento. King la siguió, volando a un lado de ella, sin separarse demasiado.

𝐁𝐚𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞; Arthur Pendragon Where stories live. Discover now