❛ 06 ❜

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La mayoría de las plantas habían sido regadas ya, el suelo que en su mayoría era tierra, se encontraba algo oscuro, dando a entender que un poco de agua había caído.

Eleanor suspiró mientras dejaba la cubeta en el suelo y dirigía su mirada al horizonte, observando cómo a la lejanía se encontraba el gran castillo del rey Arthur.

Frunció su ceño molesta, recordó las palabras del pelinaranja; ¿no sabía las condiciones en las que su pueblo vivía? Era ridículo pensar eso, ¿cómo podía ser rey así?

Era obvio, aún era un niño, suponía que tenía la cabeza en las nubes, viviendo entre lujos y con Merlin a su lado, no tenía que pensar mucho en sus acciones, pues siempre tendría la opinión de su mano derecha.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un pequeño temblor, no había sido muy grande como para asustarse, pero aún así era extraño pues no solía pasar muy seguido.

Negó con la cabeza restándole importancia, para después caminar lentamente hacia su pequeña casa, entrando mientras levantaba la tela que servía de puerta. Suspiró de alivio al notar que todas sus cosas seguían ordenadas en su lugar, y con cansancio, se dirigió al colchón viejo que se encontraba en el suelo, para después tirarse sin pensarlo, estirando su cuerpo, cerrando sus ojos, y simplemente disfrutar del poco ruido en su casa.

De repente, toda la paz que sentía se terminó cuando otro temblor se sintió. Éste había sido más fuerte que el anterior, trató de calmarse, pero de nuevo otro temblor apareció.

Y otro, y otro.

Asustada, se levantó de donde estaba y salió rápidamente al jardín, tratando de encontrar alguna razón por la cual estuviera ocurriendo eso.

Miró horrorizada en dirección al castillo de Camelot, donde se encontraba una gran sombra que se acercaba cada vez más. Era enorme, mucho más grande que un gigante común. Sus pupilas se dilataron al sentir el miedo, y al parecer no había sido la única en darse cuenta de la situación, pues sus vecinos también habían salido y miraban de la misma manera hacia el horizonte.

Sintió ganas de vomitar, no sabía lo que ocurría. ¿Qué era exactamente eso?

Sin pensarlo dos veces caminó hacia esa dirección, la mujer de nombre Martha logró alcanzarla y tomarla del brazo antes de que comenzara a correr.

—¿Adónde crees que vas? —preguntó con un semblante serio.

—Necesito hacer algo —dijo sin dejar de ver al gran monstruo.

—¡¿Acaso estás loca?! ¡Los caballeros se encargarán de lo que sea eso! —exclamó tratando de hacerla entrar en razón—. Nosotros estamos más alejados, no hay que preocuparnos mucho...

—Aún así... no quiero quedarme sólo viendo —dijo y respiró profundamente.

—Eleanor —le llamó y trató de sonar molesta.

—Lo siento —sin más se soltó de su agarre, y justo antes de que pudiera tomarla de nuevo, corrió en dirección al gran castillo, dejando a la mujer muy preocupada.

Había demasiada gente afuera, todos veían conmocionados aquel gran ser, por lo que decidió correr sobre las casas, y cada vez que se acercaba más, su corazón latía más rápido, y podía sentir el temor de ver aquel enorme monstruo.

Pudo notar como los aprendices de caballero evacuaban a la gente a un lugar seguro, tratando de tranquilizarlas y hacer que dejaran de gritar.

Ya había llegado al castillo y analizaba la situación sobre una de las casas, tratando de pensar en algo que hacer.

𝐁𝐚𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞; Arthur Pendragon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora