❛ 04 ❜

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—¡S-Sir Meliodas! ¿Sucedió algo? —el pelinaranja al ver de quien se trataba, no pudo evitar preocuparse por su repentina aparición.

—Lo lamento, rey Arthur, pero me temo que ha habido una equivocación —expresó mientras caminaba hacia ellos, las puertas volvieron a cerrarse.

—¿E-Equivocación? ¿A qué se refiere? —preguntó confundido. Por su parte, la maga lo miró de reojo con su rostro serio, sabiendo que sería lo que diría ahora.

—Ella no es la bandida —señaló a Eleanor, quien abrió sus ojos al escuchar aquella declaración.

—Capitán... si trata de cubrirla déjeme decirle que- —al ver la mirada seria de Meliodas, las palabras dejaron de salir de su boca.

—Discúlpeme por retractarme de lo que había dicho antes... —la fémina bufó, había admitido que la había inculpado—. Pero estaba confundido, no confié en ella cuando más debía...

La miró con arrepentimiento, la chica sólo rodó los ojos, mostrando lo molesta que estaba con él.

—Descubrí que cuando aquellos robos eran ejecutados, ella se encontraba en casa, regando sus cultivos, sus vecinos fueron quienes me lo contaron, siempre está cuidando sus plantas —explicó tranquilamente, esperando que las palabras llegaran al corazón del rey—. Si no me cree, entonces podemos dar una visita a su casa, estoy seguro de que no le molestará a mi querida amiga.

Volvió a verla, sonriéndole con burla, como solía hacerlo. La contraria entrecerró sus ojos, sonriendo forzosamente, demostrando que estaba de acuerdo con él.

—Bueno... creo que está bien. Me sentiría mal si al final resulta que no es la bandida —dijo Arthur no muy seguro. Meliodas soltó una risa, sonrió de manera victoriosa mientras se acercaba a Eleanor, colocando su brazo alrededor de su hombro, abrazándola con cariño.

Merlin los miraba seria. No creía en las nuevas palabras de Meliodas. ¿Por qué se había retractado de lo dicho?

—Bien, entonces Merlin y yo nos vamos. Mañana nos darán nuestras medallas de valentía —el rubio miró a la nombrada, quien asintió levemente, aún con su mirada seria.

—La sospechosa se quedará en el calabozo, mañana irás con ella a su hogar, ¿entendido, Arthur? —se dirigió a él, hablando de manera autoritaria, el pelinaranja sólo asintió, y con eso, la maga chasqueó sus dedos, transportando a la mujer al calabozo debajo del castillo.

Al notar donde estaba, con sus dos manos aún esposadas, pateó la reja que la encerraba con furia, soltó un bufido y observó el lugar.

Estaba sola, parecía que no lo usaban desde hace tiempo. Estaba lleno de suciedad y polvo, le daba asco ver todo eso. Caminó a la pared y se agachó, uso sus dos manos para limpiar el suelo y se sentó, esperando no encontrar ningún insecto en la celda.

Tenía la mirada pérdida, había demasiados pensamientos en su mente en ese momento

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Tenía la mirada pérdida, había demasiados pensamientos en su mente en ese momento. No se movía, aún seguía en el suelo, abrazando sus piernas. Probablemente ya había anochecido y ella se quedaría aún más tiempo ahí, sintiéndose miserable.

Escuchó a alguien bajar la escaleras, la sombra de aquella persona se hacía cada vez más grande. No se inmutó, sólo dirigió su mirada hacia la entrada del calabozo, encontrando al chico de cabellos anaranjados.

Lo miró detenidamente, notando que en sus manos traía consigo una bandeja con comida. Mientras se acercaba a la celda, ella se dio cuenta de que miraba fijamente el suelo, caminaba de manera lenta y sostenía firmemente la bandeja, probablemente porque no quería perder el equilibrio y hacer que cayera.

Una vez que estaba frente a la reja, le regaló una sonrisa a la fémina, quien no se había movido de lugar en todo ese tiempo. Soltó la bandeja de una de sus manos, manteniendo el equilibrio en la otra mientras sacaba lo que parecían ser unas llaves de su bolsillo. Una vez que las tenía, colocó una en el cerrojo y abrió la puerta, para después dejar la bandeja en el suelo y volver a cerrar.

—Es algo tarde ya —dijo del otro lado de la celda, limpiando el suelo con su mano, sentándose en el suelo con los pies cruzados—. Le traje la cena, para que no tenga hambre —le sonrió, pero ella ya había apartado la mirada, ignorándolo complemente.

El joven rey se quedó callado al no escuchar nada salir de ella. Pensaba en que podía decir para conversar con la chica, no quería que se sintiera sola en ese lugar.

—Lamento mucho que todo se encuentre tan sucio, desde que me volví rey, nadie ha usado este lugar —explicó mientras una gota de sudor bajaba de su frente a causa del nerviosismo.

Otra vez hubo silencio. Ella no parecía querer hablar.

—¡Por cierto! ¿Cuál es su nombre? —preguntó recordando ese detalle, la fémina rodó los ojos, y dirigió su mirada a él, mostrándole un rostro serio—. ¡Ah! ¡Que irrespetuoso de mi parte! —para saber cómo se llamaba, primero tenía que decirle el suyo—. Mi nombre es Arthur Pendragon, aunque es muy probable que eso ya lo supiera.

Aún así, la chica no le dijo nada, y simplemente volteó la cara, decepcionando al joven rey, quien se levantó de donde estaba dando pequeñas palmadas a su pantalón para limpiarlo de la tierra.

—Entiendo, quiere estar sola —dijo con pena en su voz—. Mañana a primera hora vendré por usted, hasta entonces —se despidió mientras caminaba hacia las escaleras—. Tenga una buena noche, y lamento mucho lo que está pasando ahora, sino fuera por Lady Merlin yo... —se interrumpió a si mismo, no tenía sentido explicarle nada si sabía que no lo escucharía. Suspiró con tristeza y tan sólo unos segundos después, su sombra había desaparecido completamente.

Una vez que Eleanor se aseguró de que otra vez estaba sola, se acercó con lentitud hacia la bandeja de comida. Miró detenidamente ésta mientras decidía si debía de comer o no.

Sin darse cuenta, su mano ya había tomado la cuchara y servido un poco de comida. Se dirigió a su boca y masticó, su ojos mostraron alegría al instante. Sabía delicioso.

Aún así decidió no terminárselo todo, dejó la mitad del plato y se volvió a acomodar en la pared. A los pocos minutos, el cansancio se apoderó de ella y no pudo evitar quedarse dormida, esperando que el día siguiente no fuera tan malo como éste.

𝐁𝐚𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞; Arthur Pendragon Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora