DE EXTRAÑOS E IDIOTAS

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La vida es efímera.
Tan difícil de conseguir, tan fácil de perder. Sólo basta una enfermedad, un pequeño microbio, un accidente desafortunado o unos cuantos gramos de plomo para que desaparezca; Desvaneciéndose lenta e inevitablemente en las arenas del tiempo. Igual que la nieve derritiéndose bajo el sol. O como las huellas dejadas en la arena de una playa remota que lentamente son borradas por las olas uniéndose a la inmensidad del océano.
Las personas se vuelven sombras opacas en el mundo cambiante.
Al igual que el sabor del café desaparece en el transcurso del día, así la existencia de uno mismo va desapareciendo poco a poco.

Es… inevitable.

Y, al final, la soledad es el destino.

8:55 PM
En un parque de la ciudad, la silueta de un joven yacía recostada en el césped. Su ropa estaba rasgada, y su cuerpo cubierto de golpes. El suave cabello ligeramente largo se mecía con el viento.
Jiang Cheng tenía facciones hermosas. Sus ojos de un azúl purpúreo llenos de un brillo misterioso se encontraban cerrados. Sin embargo, toda esa belleza se veía afectada por el pómulo morado y el labio partido que goteaba sangre sobre la barbilla resbalando silenciosa hasta el largo cuello.

Caminando elegantemente en ese mismo parque, un joven que regresaba de la escuela contemplaba distraídamente el paisaje. Se sabía de memoria cada detalle; pues siempre utilizaba el mismo camino, una extensión más de su constante e irrompible rutina.
Sin embargo, su rostro se opacó ligeramente cuando a su nariz llegó un aroma a óxido, más adelante, sus ojos dorados vieron a un joven tendido en el suelo.

Poseía una belleza extraordinaria, pero, por alguna razón, le dio la impresión que quien quiera que intentara obtenerle, irremediablemente lo perdería.

Sacudiendo la cabeza se acercó; temía que el joven estuviera desmayado, o peor, que estuviese muerto.

Jiang Cheng se encontraba perdido en sus pensamientos. No tenía caso deprimirse por cosas que no se podían cambiar. Seguramente sus padres le cantarían un sermón por sus fachas, su hermano adoptivo le diría alguna palabra burlona riéndose descaradamente, y su hermana mayor Yanli le recordaría tomar sus vitaminas.
No es que no lo apreciaran, al contrario, quizás lo sobreprotegían demasiado. Claro, a su manera.

Él estaba acostumbrado a eso, al hermetismo de las emociones de su familia.
Muchas veces salió lastimado al intentar comprenderlos.

Pero no le importaba.
Él los amaba.

Escuchó unos pasos ligeramente apresurados; lentamente abrió los ojos. Un joven con rostro de jade, impresionantes ojos dorados y un impoluto uniforme blanco estaba observándolo desde arriba.

Lan Zhan se topó con el azúl.

Un exótico azul purpúreo, intenso y áspero se reflejó en sus pupilas.
Fue como si de pronto todo el sonido hubiera desaparecido. Las lámparas nocturnas hacían un juego de luces y sombras adornando aquella figura tendida.

Sintió un escalofrío recorriendo su columna.

Era una mirada que jamás había visto. Como si su dueño estuviera receloso a la cercanía, temeroso de que alguien descubriera sus secretos.
Protegiéndose de todo lo que el mundo pudiera ofrecerle.

Esos ojos eran parte de un rostro hermoso, fino, delicado y …sucio. Lan Zhan reaccionó cuando distinguió en esa perfecta cara algunos raspones y golpes.
En sus labios había un corte reciente, y un hilo de sangre corría desde ahí deslizándose por su cuello.
También notó que la ropa desastrosa del chico pertenecía a su escuela, y aunque tuvo la sensación de conocerlo, no supo quién era.

Quizás sólo un extraño.

Un desconocido que se encontraba acostado en el suelo completamente lleno de moretones.

Sólo, en aquel parque.

Como una bestia herida.

Ese joven parecía haber salido de un mundo diferente al suyo.

No debía involucrarse.

–¿Estás…bien?– preguntó
Simplemente no podía ignorarlo; su moral no se lo permitía.

– Eso no es de tu incumbencia – su voz era cadenciosa, pero agresiva. Bastante de hecho.

Lan Zhan sintió que se había encontrado a un gato. A un gato callejero que ahora estaba mostrándole sus afiladas garras.
– Deberías… limpiarte– le tendió su pañuelo.

El joven lo miró con sus grandes ojos.

Un sentimiento lo invadió, curiosidad, o empatía…quizás. Intentó limpiarle la cara, sin embargo, recibió un manotazo.
– Vete– gruñó levantándose del suelo.
– Necesitas ayuda – Lan Zhan también podía ser terco. Se aproximó más al chico sentado en el césped.

Realmente quería ayudarlo, así que contra la voluntad del chico comenzó a retirar suavemente la sangre.

Frunció el ceño.
– Te mataré – rezongó amenazante.

El gato le estaba gruñendo.

– No lo harás – afirmó
Sabía que no lo lastimaría sin motivo, el gato esponjoso en serio era lindo aún mostrando las garras.

Y a él le gustaban las cosas esponjosas.

– ¡Tsk!
– Debes desinfectarlo después – habló calmadamente.

El otro joven arqueó la ceja
Ese idiota cara de piedra era raro. Estrechó los ojos fulminándolo sin piedad.

Una lluvia ligera comenzó a caer.

– Ah…– tomó la mano del muchacho.
Lan Zhan sintió una corriente eléctrica recorriendo cada célula de su cuerpo.

– ¡Argh! – Jiang Cheng se quejó, era otra herida.

Bajo la lluvia, Lan Zhan suspiró. Por algún motivo quería ayudarlo.
Quería cuidar del gato callejero que acababa de encontrar.

Jiang Cheng observó intrigado las acciones temerarias de ese desconocido.
Le jodía, detestaba el hecho de que las personas usarán una máscara hipócrita sólo por sentirse bien consigo mismas. De eso, había visto mucho.
Sin embargo, ése joven era diferente.
Su mirada era honesta; le decía la verdad.
– Eres extraño

Lan Zhan lo miró parpadeando ligeramente un poco aturdido. Su corazón latió acelerado en su pecho y las ganas de contestarle rasguñaron su garganta. Abrió la boca sin saber qué decir.
Él no era el tipo de persona que hablaba animadamente con las personas. Mucho menos si se trataba de un completo extraño.
Sin embargo, quería hablar con él. Quizás por que percibió la inmensa soledad que lo envolvía. Como si no perteneciera a ningún sitio. Como una ligera pluma azotada por los vientos, llevándola de un lado a otro.

El sonido de su teléfono le impidió contestar – debo irme – dijo mirando en la pantalla un mensaje de su hermano mayor. Estaba preocupado.
– Bebe algo caliente en casa– dijo suavemente antes de perderse bajo la lluvia con premura. El auto de su hermano lo esperaba.

Jiang Cheng todavía se quedó un rato más sentado en el suelo. La ligera lluvia ahora era una tormenta cayendo sobre su cabeza.

– ¿Es un idiota?– le preguntó a la nada.
-----------------------------------------------------------Aquí el primer capítulo! 😊
Espero que os haya gustado.
Por cierto, creo que he pescado un resfriado 🤧

STRAY CAT Where stories live. Discover now