TE ENCUENTRO DE NUEVO

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Lan Zhan se acomodó los cabellos sintiéndose acalorado, había obtenido la mejor marca en los tiempos de carreras. Lo habitual.

Se quedó parado a un lado mirando a los chicos que se esforzaban por alcanzar su marca perfecta. Siempre era igual.

El cielo estaba nublado; Jiang Cheng se preguntaba qué pasaría si él se desvanecía junto con el último rayo de sol al ocaso. ¿A caso tendría el mismo impacto que Wei Ying? Su hermano adoptivo era tan brillante como el sol. ¿O sólo sería como el leve resplandor de una estrella fugaz? Sólo breve y efímero, nada muy… especial.

Quizás lo último. Él no era su hermano mayor después de todo.

Lan Zhan escuchó la reja crujir a sus espaldas y giró la cabeza.

Azúl purpúreo, profundo y etéreo.

Le resultó muy familiar; apenas y pudo reaccionar cuando vió al gato callejero sobre la reja, trepado ágilmente en lo alto, muy cerca de la copa del árbol. Al otro lado estaba la calle.

Lo observó, traía encima su mochila, dedujo que apenas estaba llegando en la tercera clase.

Y él lo había atrapado intentando colarse.

–        Mierda – maldijo al verse sorprendido. Miró atentamente a todos lados antes de saltar con gracia felina y aterrizar junto a Lan Zhan.

–        Tú…

–        Cállate – le cubrió la boca con su mano poniéndose ligeramente de puntas.

Esa mano estaba helada.

A Lan Zhan no le quedó la menor duda. Él era el chico que se había encontrado la otra noche camino a casa.

Su corazón palpitó desbocado al perderse en ese rostro; ya no se veía tan golpeado, y, naturalmente ya no tenía sangre escurriéndole.

Se sintió feliz de verlo recuperado, bueno, casi.

–        ¡Hey, tú ¿Qué crees que haces?!– el grito del profesor Wen Rouhan había logrado reventar su burbuja.

–        ¡Tch!– comenzó a correr en dirección contraria al furioso maestro que lo perseguía.

–        ¡Regresa aquí!– bramó.

Lan Zhan simplemente se quedó observando cómo aquél gato callejero se escapaba frente a sus ojos.

Sonrió inconscientemente.

Ese bello gato arisco era travieso.

El sonido del ventilador se mezcló con los murmullos en la sala de profesores. Miró aburrido el techo y movió ligeramente sus muñecas adoloridas. Una gota de sudor resbaló por su cuello.

–        De verdad le está gustando venir a este lugar muy seguido – exclamó una voz ligeramente grave detrás de él.

Estaba acostumbrado a la actitud dura de su profesor.

–        ¡Hmp!

–        Y ahora, ¿Qué fue Jiang Cheng?– preguntó Wen Zhuliú

–        Se me hizo tarde– respondió tajante

–        En la política de la escuela es estricta la puntualidad.

–        Es la última vez – metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

–        Lo mismo dijiste la última vez, una sanción más y serás suspendido; expulsado incluso, ¿Lo sabes no?–suspiró– joven Jiang, nunca ha entrado a ningún club desde el primer año, llega tarde. Si bien sus notas son impecables, su asistencia semanal es irregular, además siempre parece que se metió en alguna pelea, necesita ser más consciente. Casi pasa a último año–reprendió.

Jiang Cheng no respondió, la verdad es que no le interesaba oír sermones, suficientes eran los de su casa. “Quiero irme ya” pensó desviando su mirada hacia otro punto.

Escuchó el sonido de la puerta abrirse.

–        Permiso– anunció una voz familiar

–        ¡Ah! Lan Zhan qué bueno que vienes, pasa, el director te está esperando – contestó alguien

–        Mmn, gracias.

Era ese joven de ojos dorados.

–        ¿Me estás escuchando?– la voz de Wen Zhuliú lo trajo de vuelta.

–        Sí – daba igual si mentía

–        Jiang Cheng, ¿Sabes que es tu última oportunidad, cierto?

Los ojos azul purpúreo lo miraron sin verlo realmente. Eso causó que el hombre soltara un suspiro preguntándose en qué momento uno de sus mejores alumnos se había vuelto tan rebelde y arisco. No, de hecho siempre había sido así. Incluso si él hacía el esfuerzo de tratar que hablara con él, el joven se cerraba en banda.

Como su maestro, eso era frustrante. Jiang Cheng era algo parecido a un gato callejero, arisco y hostil.
Lo desconcertaba.

Por otro lado, un par de ojos dorados se asomaron por la rendija de la puerta del despacho del director. Era evidente que había logrado captar aquella figura.

Él lo había vuelto a encontrar.

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Uno más! Jejeje ya saben, intento actualizar diario.
Adivinen quién se enfermó 😂😂
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