GATO CALLEJERO

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Paseó concienzudamente sus manos por las prendas del closet escogiendo lo necesario para meter en la maleta abierta sobre su cama.

Jiang Cheng había estado tantas veces en el hospital que sabía de memoria lo que necesitaba para una estadía de dos semanas.

Ingresaría un par de días antes después de la crisis del otro día, pues se estaban volviendo cada vez más frecuentes y violentas.

Seguramente su cuerpo había llegado al límite.

Desearía que Lan Zhan no lo hubiera presenciado, pero tampoco era como si pudiera elegir en qué momento su cuerpo le jugaba una mala pasada. Sobretodo si únicamente consumía analgésicos.

Aún no había dado una respuesta sobre la opción de ir a Inglaterra, aunque su familia había estado intentando convencerlo, él dudaba. Si bien ahora tenía el 15% de probabilidades, nada podía garantizar que no ocurriría algún imprevisto que segara su vida.

Aunque su esperanza de vida aumentaría, el riesgo era bastante grande.

Si fallaba, moría, y si no, al menos tendría un tiempo decente para estar con todos.

No era una decisión sencilla.

Recargó la cabeza contra el frío cristal de la ventana de su habitación.

Afuera todo parecía tan…tranquilo.

Era una buena mentira, como la calma antes de una devastadora tormenta.

Suspiró.

La leucemia era voraz y había avanzado tanto que resultaba casi irreversible. Incluso su última esperanza era una opción riesgosa. Y el hecho de tener la preciada sangre dorada no ayudaba en nada.

¿Cuántas posibilidades había realmente cuando las personas que poseían esa sangre eran ínfimas y estaban dispersas por el mundo?

Ah, definitivamente era un desastre.

Extrañaba tanto a Lan Zhan.

Aún si su existencia era efímera, aún si no merecía tener esa clase de sentimientos por él.

No se arrepentía.

Porque un gato callejero como él había logrado encontrar un corazón tan cálido y hermoso que se había vuelto su más preciado tesoro.

Bajó de su habitación hasta el comedor lenta y sigilosamente, cuidando sus pasos, haciendo lo posible por no hacer ruido.

Cruzó los brazos en su pecho y dejó escapar un profundo suspiro mientras observaba la cálida escena  frente a sus ojos. Una sonrisa casi fantasmal se coló en la comisura de sus labios, sus ojos azul purpúreo se clavaron fijamente en las personas que estaban frente a él.

Wei Ying acomodaba los platos en la mesa, Yanli llevaba la olla de sopa de raíz de loto con ayuda de su padre, y su madre gritaba desde la cocina.

Se sentía tan…acogedor.

Desearía que después de su muerte su familia siguiese igual que en ese momento.

Aún si sabía que esa esporádica reunión se debía a la posibilidad implícita de que fuera la última vez. Estaban agradecidos de poder pasar un año más con él, pues debido a su situación era un milagro que siguiera con vida. Todos eran consientes de eso.

Su familia no era de las que se reunían sin falta todos los días, no era porque no se quisieran los unos a los otros, sino porque simplemente no estaba en su código genético externar abiertamente sus emociones.

Claro, exceptuando a Wei Ying, aunque, pensándolo bien, su hermano mayor tampoco era sincero, siempre escondiendo sus emociones detrás de una radiante sonrisa.

Y él, simplemente se ocultaba detrás de un ceño fruncido y un carácter difícil lamentando internamente ser la fuente de sus preocupaciones.

Poseer Rh nulo era algo que nadie esperaba, las posibilidades eran menores a cero, y sin embargo, ahí estaba. Para cuando le diagnosticaron leucemia ya estaba ligeramente avanzada, lo único que pudieron hacer fue darle analgésicos y quimioterapias que claramente no funcionaron.
Probablemente por eso se sintieron tan desesperados por evitar que desapareciera aferrándose a cada pizca de esperanza que fueran capaces de encontrar.

Pero él no necesitaba eso.

Hace mucho tiempo que se había resignado a partir.
Los humanos mueren y nacen todo el tiempo en un ciclo constante de bienvenidas y despedidas.

Él simplemente se saltaría un poco ese proceso.

No mentiría ni trataría de convencerse a sí mismo de que no deseaba aferrarse a la esperanza de permanecer más tiempo en este mundo. Pero, su enfermedad estaba tan avanzada y las posibilidades de sobrevivir eran tan ínfimas que sólo podía acariciar ligeramente esa sensación con la punta de los dedos.

Y, si había alguien a quién culpar por querer aferrarse a esos sentimientos a los que había renunciado hace mucho tiempo, sería a él.

A su A-Zhan.

Al joven de rostro casi inescrutable y hermosos ojos dorados de quién irremediablemente se había enamorado, a quien más amaba en esta vida y muy probablemente también en la próxima.

A veces dudaba de ser capaz de soltar su mano  cuando el momento de marcharse llegara.

Deseaba permanecer a su lado.

Ese era quizás su único deseo egoísta.

Porque, después de todo, los gatos callejeros son ariscos y desconfiados, pero eso no quiere decir que prefieran quedarse solos por el resto de sus vidas.

Los gatos callejeros ansían ser amados, su misma agresividad no es más que un grito desesperado por ser encontrados, aún si es al final de su vida.

Suspiró, al día siguiente, iría al hospital.

Mierda.

Odiaba los hospitales.
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Gracias por leer.❤️
Por cierto, ya he terminado de escribir Stray Cat y en mi loca cabeza ronda un nuevo fic que ha comenzado a tomar forma.
Os gustaría que la publicase?

STRAY CAT Where stories live. Discover now