LUNA MENGUANTE

325 72 8
                                    

Por la mañana, las noticias recibieron a los ciudadanos con la nota de que la primera nevada se había adelantado. Por la noche, la nieve siguió cayendo logrando alcanzar veinte centímetros de grosor, y al amanecer nubes densas adornaban el cielo.

No parecían dispuestas a irse por el resto del día.

Jiang Cheng recargó la cabeza en la pared del gimnasio. Estaban teniendo educación física dentro por obvias razones.

Los chicos se encontraban enfrascados en un partido de basquetbol.

No había querido unirse a ellos.
Desde que despertó se había sentido mareado.

Observó la pelota ir de mano en mano; Wei Ying corría compitiendo con sus amigos por el esférico mientras los esquivababa.
Siempre tan…enérgico.
Lo vió sonreír victorioso cuando logró lanzar un espléndido tiro de tres puntos. El balón cayó en manos de HuaiSang, éste sólo lo arrojó a su colegas. No era muy dado a participar en esa clase de juegos; más bien en ninguno.

Repentinamente sintió que su cuerpo se iba de lado, la sensación fue algo extraña. Su vista se volvió oscura y una punzada atacó su cabeza. Todo le dio vueltas; lo siguiente que supo fue que la conciencia lo abandonó.

Un golpe sordo se escuchó.

– ¡A-Cheng!– se oyó el grito aterrado de Wei Ying.

~*~

En la mansión Lan, el pomo de la puerta de un elegante y antiguo despacho giró suavemente.

– Tío

– ¡Ah! A-Zhan, ¿Qué ocurre? – inquirió dejando de teclear en el ordenador.

– Tío, tú sabes qué pasa con A-Cheng– aseguró.

El semblante de Lan Qiren se tornó serio. Aquello que esperaba no sucediera había llegado muy pronto.
– A-Zhan, toma asiento.

Lan Zhan se sentó erguido en la silla de ébano negro.

Lan Qiren suspiró – A-Zhan, el joven Jiang…él...

– ¿Qué le sucede? – preguntó con un ligero tono de ansiedad en su voz.

– Está…muriendo– sentenció.

Lan Zhan sintió su mundo derrumbarse. Eso no podía ser cierto. Jiang Cheng no podía abandonarlo, se lo prohibía.
– No puede ser verdad.

– A-Zhan, es cierto. Los señores Jiang me pidieron que lo mantuviera en secreto, querían que Jiang Cheng tuviera una vida lo más normal posible.– recordó la larga plática que tuvo con el presidente de Yunmeng-Corps – Soy…el único que lo sabe.

Un nudo se atascó en su garganta.

No, eso no podía ser verdad.

Jiang Cheng no podía ser como la luna menguante.

Su amado gato callejero no podía desaparecer.

Se levantó de un tirón, sus pies se movieron lo más rápido que pudieron, incluso chocó con un muro cuando dio la vuelta en las escaleras de la mansión.
Sólo tenía en mente una cosa: llegar a dónde estaba su gato callejero.

Necesitaba llegar a él.

Terminó saltándose los últimos cuatro escalones y aunque la planta de sus pies dolió, siguió adelante. Era como si hubiera un muro alrededor aislándolo y empujándolo a ir hacia el joven de ojos azúl purpúreo.

Brincó a través de la puerta y pegó una pequeña carrera hasta el garaje sorprendiendo a su hermano mayor y a la servidumbre. Se detuvo a un lado de un auto abriendo la puerta y metiéndose dentro.

Afuera, la nieve caía apacible, fría y hermosa, como cristales brillantes que se arremolinaban sobre la cabeza danzando a un compás romántico. Los sonidos de las calles despiertas se unieron al ronroneo acelerado de un motor. Un Audi blanco se deslizaba velóz sobre el asfalto; seguramente se había saltado varios altos, no le importó.

Al llegar al hospital, estacionó rápidamente y subió apresurado.

Su tío le había dado el número de habitación de Jiang Cheng.

Abrió la puerta repentinamente.

Y ahí estaba, recostado en la cama con una bata de hospital, su tez lucía ligeramente pálida.

Caminó con pasos largos acercándose al joven.

– ¿Qué haces aquí? – preguntó Jiang Cheng frunciendo el entrecejo.

Lan Zhan no respondió.

– Así que ya lo sabes – sonrió sarcásticamente.

Nuevamente lo ignoró, lentamente acercó su rostro y…lo besó.

Quería mantener en cautiverio a esa luna menguante el tiempo que le tomara desaparecer.

Se separaron por falta de aire.

– No quiero retroceder – afirmó Lan Zhan.

– Entonces no me contendré; si vas a permanecer a mi lado, te romperé con todas mis fuerzas.– sentenció

Sonrió ligeramente – entonces hazlo, has conmigo lo que quieras.

Jiang Cheng arqueó una ceja – no olvides tus palabras.

Nada de eso terminaría bien, ambos lo sabían.

El destino era una mierda.

~*~

Miró por un par de segundos la imponente entrada principal de la mansión y echó los hombros por delante antes de suspirar. Hace tres días que había salido del hospital y nuevamente se había metido en problemas.

De nada servía postergarlo, iba a ser reprendido, eso era un hecho.

Entro con parsimonia, un sirviente giró el pomo de la puerta para que él entrara.

– No pienso prohibirte hacer lo que quieras– se escuchó la vos profunda de Jiang Fengmian. Estaba parado a la mitad de la sala, Wei Ying y Yanli estaban detrás sin decir nada. – pero no quiero que dejes de lado tu salud– regañó.

El presidente de Yunmeng-Corps podía ser imponente si se lo proponía.

– La próxima semana es tu última revisión. Pasarás mucho tiempo en el hospital, quisiera que estuvieras un poco más de tiempo en casa– los ojos de su madre pedían silenciosamente que esa oración no fuese dicha tan sólo ese año. Yu Ziyuan quería seguir viendo a su hijo hasta que su cabeza se cubriera de canas.

– Lo sé – respondió.

Pero sólo los cielos podían decidir qué tan largo sería ese plazo.

Sólo un poco más, para él sería suficiente.

~*~

Abrió los ojos y su vista estaba ligeramente desenfocada, se removió ligeramente entre las sábanas. Su cuerpo dolió de punta a punta , apretó fuertemente los dientes y resopló.

Tomó el frasco de pastillas en su buró e ingirió una dosis doble; los últimos días habían duplicado su medicación, parecía que estaba comenzando a perder efecto.

Rió con amargura; se estaba quedando sin tiempo.

______________________________________ aquí uno más!☺️
Os gustaría que siga escribiendo?
De ser así, sobre qué queréis que escriba?
Gracias por su apoyo ❤️
Les quiero 🥰

STRAY CAT Where stories live. Discover now