—No es así.

—Lo es, yo sé que lo es. 

Me refregué el rostro y dejé vagar la mirada por la habitación mientras que el único sonido que se escuchaba allí, era el de nuestras respiraciones agitadas. 

—Vamos a pensar esto de manera pausada. Y no nos adelantemos a los hechos —hablé con voz cautelosa. Tomé una inspiración —. Lo siento, no debí decir nada, cometí un error al no consultarlo contigo, al no respetar tu decisión, pero sabía que te ibas a negar, Y ¡Maldición, Ashton! No era justo que pasaras por esas cosas con esa gente.

—Solo eran un par de veces al año.

—¡Las suficientes para hacerte mierda el autoestima y lastimarte! —estallé—. ¿Te has visto? Aceptas relaciones de mierda, te callas, sales con personas que sabes que no te valoran... Scott, Ailyn, tu padre... Yo...

«Yo»

Él seguía al lado de personas que no lo cuidaban como merecía.

Negó, con media sonrisa amarga y sin dejar de mirarme. 

—No estamos hablando de nosotros —aseveró —. No tiene nada que ver.

Me abracé a mí misma.

—Es parte de todo —musité. 

—Si estás buscando excusas, de nuevo, para terminar. Solo sé clara —La frialdad con la que habló me paralizó —. Habla —insistió.

—No busco excusas. Solo estoy siendo sincera y...

Avanzó a tanta velocidad que se detuvo a centímetros de mí. Me sentí pequeñita bajo su altura y porte. Por primera vez, Ashton me intimidó a tal grado que no pude sacar ese lado que necesitaba en esos momentos. Esa frialdad y sequedad que haría que me odiara y no volviera a acercarse. Porque al final, eso era lo que necesitábamos. Distancia y dejar de ser un estorbo en la vida del otro. 

Todo el problema fue lo que precisaba para confirmar que yo jamás iba a poder darle lo que él necesitaba. 

Me apuntó con su dedo y me examinó el rostro con rapidez antes de hablar de manera rigurosa.

—¿Sabes cuál es tu maldito problema? Que estas tan acostumbrada a que te quieran mal, que no sabes qué hacer con lo que yo te doy. No eres ejemplo de amor propio, Lúa. Crees que lo único que puedes ofrecer es sexo, te cierras a ello y buscas el prototipo de hombre que solo eso querrá de ti.

Esa fue la primera y única vez que Ashton me hirió con intención. Se notaba su rabia y crueldad en cada palabra, en cada expresión. Buscaba lastimarme, y lo lograba.

—No tienes idea de lo que hablas —murmuré, con voz ahogada.

—¿No la tengo? —Dió un paso más, quedando a solo un palmo de mí. Su aliento me dio de lleno en el rostro —. Saldrías corriendo si te dijera lo que siento —Volví a alejarme y visualicé mi mochila en una de las esquinas de la habitación, sobre la silla — Tranquila, no voy a decirlo —murmuró volviendo a alejarse. 

Se sentó en la cama, apoyó los brazos en sus muslos y se encorvó hacia delante. 

Me quedé quieta en mi lugar, tratando de asimilar sus palabras, la situación, y el hecho de que mi mente solo me pedía a gritos que escapara de allí antes de que doliera más. Antes de que sintiera que lo necesitaba para seguir. Antes de que él me dejara a mí porque no soportaría lo que yo implicaba. El sin fin de problemas que le traería. 

Ashton estaba equivocado. Alguien roto jamás podría hacer feliz a otro.

—Voy a irme —hablé al cabo de un par de minutos en silencio. 

La consejera sexual de Ashton| EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora