Capítulo 21

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COMENTARIO ESTRELLA (09/08/2021): liberty1202 Esperanzas de que fuera broma saliendo del chat

Capítulo 21| Mi peor versión

Cuando tenía catorce años, me enamoré. Aunque aún dudo en si llamarlo amor, o simple ilusión. Solo sé que tenía claro que yo quería pasar mi vida entera con él, casarnos, tener hijos, esperarlo con la comida cuando llegara de trabajar y hacerlo olvidar todo lo malo. Íbamos a ser felices por siempre, porque él jamás había sentido por nadie lo que sentía por mi. 

Saben que esa historia no tuvo un final feliz, al contrario, lo que creí una dulce novela de amor, se convirtió en un cuento de terror que no me dejó dormir por meses, me causó dolor y hasta ganas de desaparecer. Me sentí tan culpable, tan sucia y miserable que decidí que si así me sentía, eso sería. 

Las palabras puta, zorra, mala hija, eres una decepción para tu familia o, no vales nada ya no serían solo palabras, me convertiría en eso. Me destruí por completo, recuerdo una noche despertar en medio de un jardín de una bonita casa sin saber como había llegado allí, o el llanto de mi madre del otro lado de la puerta de mi habitación mientras me suplicaba que le abriera para poder ayudarme. Son cosas que jamás dejarán de atormentarme. Así como tampoco lo harán las cosas horribles que llegué a decirles a mis amigos. Y jamás olvidaré su amor incondicional que los hizo quedarse a mi lado a pesar de todo, al igual que a sus padres.

Fui mi peor versión, porque sentí que merecía todo lo que me estaba provocando a mi misma. Convertí la perversión de los hombres hacia mi, hacia una niña, en la única forma de sentirme mejor, como si la aprobación masculina fuera a reivindicarme de no sentirme tan lamentable. 

Aquello duró un año, hasta que volví a verlo y no sentí las mariposas, sentí nauseas, asco. Aquel día comenzó mi odio a los hombres, y allí me di cuenta de que todo lo que había hecho para sentirme mejor, no había causado efecto. Frente a él, seguía siendo la niña asustada y deprimida que destruyó a dos familias. Así que renací, le pedí ayuda a mis padres, asistí a donde ellos creyeron necesario, maduré, crecí e hice lo posible por que estuvieran, aunque sea, un poquito orgullosos de mi. 

Y lo logré... hasta que note esos veinte días.

Me temblaban las manos y tenía cerrado el estómago desde el día anterior. Allí, parada frente a la farmacia, solo podía pensar en una cosa, ¿cómo les diría a mis padres que les volví a fallar? Tenía claro que no era la hija perfecta y jamás lo sería, pero luchaba por ser mejor y ellos lo sabían. Pero a pesar de eso, nada justificaría aquello, me adorarían y apoyarían, como siempre lo hicieron, pero sabía que no era lo que ellos esperaban para mi, y definitivamente, no era la vida que yo misma quería para mi. 

Había tomado un autobús de una hora para llegar a una farmacia donde no me conocieran, ni a mis padres, amigos o vecinos. Una idea recorría mi cabeza en caso de que lo peor sucediera, y que todo mi pueblo se enterara, no era una opción. Quizás nadie debía saberlo, ni mis padres o amigos. 

Tomé una respiración profunda mientras clavaba al punto de doler, las uñas en las palmas de mis manos. Acomodé la bolsa en mi hombro y traté de mostrarme lo más segura posible a la hora de entrar al local. 

Debía enfrentarlo, retrasas la verdad no iba a cambiar el resultado. 

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Me paseé de un lado a otro en la habitación, encendí y apagué una y otra vez la luz blanca para que las flores florescentes en mis paredes y parte del techo, cumplieran con su propósito de darme ánimos, también me tomé tres vasos de vino barato que mis padres escondían bajo la alacena, pero el miedo seguía tan presente como la situación que estaba viviendo. 

La consejera sexual de Ashton| EN FÍSICOWhere stories live. Discover now