Capítulo 9

575 103 102
                                    

El calor de su boca lo doblegó en un instante, anulando cualquier otro pensamiento que no fuese ella. Con su lengua, se abrió paso en su interior y la recorrió con ansia y voracidad, como si nada de lo que hiciera le alcanzase. Ahora que la tenía de nuevo entre sus brazos, era incapaz de volver a apartarse de ella.

Con una mano le recorrió la espalda despacio hasta alcanzar su cintura y, una vez allí, la apretó aún más contra su cuerpo. La oyó gemir contra sus labios cuando sintió el efecto de su excitación sobre su vientre y debió recurrir a toda su fuerza de voluntad para que la bestia que habitaba en él no tomara el control. Lo que menos quería era asustarla.

—¿Estás segura de esto? —preguntó en cuanto logró apartarse lo suficiente para mirarla.

Alma abrió los ojos al oír su voz ronca mezclada con su respiración acelerada. Parecía igual de afectado que ella por la cercanía y el ardiente beso que acababan de darse. ¿Que si estaba segura? ¡Hacía años que soñaba con este momento! Y ahora sabía que él se sentía de la misma forma, solo que el temor de lastimarla lo refrenaba.

Se dio cuenta entonces de que las palabras no serían suficientes. Por mucho que le asegurara que estaría bien, él seguiría preocupado por ella, por no hacerle daño tanto física como emocionalmente. En su afán de protegerla, mediría cada uno de sus movimientos, contendría sus impulsos y si había algo de lo que estaba convencida era de que lo quería fuera de control.

A pesar del miedo a lo nuevo, a lo desconocido, jamás se había sentido tan viva como ahora. Su piel quemaba donde él la tocaba, su boca estaba desesperada por la suya y su centro vibraba en necesidad. Por ningún otro hombre había experimentado jamás un deseo tan carnal y visceral. Su cuerpo solo reaccionaba a la proximidad del suyo y clamaba por encontrar juntos la satisfacción.

—Sí... —susurró con sus ojos fijos en los de él.

Su mirada se oscureció al oír la pasión en su voz y, con un gruñido, la alzó obligándola a rodearlo con sus piernas. Un gemido escapó de su boca al sentir su calor contra su erección y, enfebrecido, avanzó hacia la cama. Apoyando una rodilla en el colchón, se inclinó hacia adelante para recostarla con cuidado y, sin dejar de besarla, le acarició uno de sus muslos con una mano mientras sostenía su rostro con la otra.

Alma se estremeció cuando los labios de Ezequiel recorrieron su cuello dejando un reguero de besos húmedos a su paso. El contacto de su lengua sobre su piel sensible la hizo temblar de deseo provocando que levantara sus caderas por acto reflejo. Un jadeo escapó de su boca al oírlo gemir en respuesta y una exquisita corriente eléctrica descendió por su columna con repentina violencia. Extasiada y ansiosa por sentirlo todo, enterró sus dedos en su espalda para acercarlo más a ella.

Creyó que moriría cuando la sintió arquearse de ese modo debajo de él. Si bien era consciente de que también lo deseaba, su increíble receptividad y completa entrega lo sacudió. No estaba seguro de cuánto tiempo más podría mantener el estricto control sobre sus emociones, pero sabía que no sería mucho. La forma en la que ella se aferraba a él le encantaba y, sin duda, lo estaba llevando al límite.

—Voy a quitarte la ropa —le indicó al oído, su voz rota debido a su excitación.

Con cualquier otra mujer, no tardaría más que unos pocos segundos en hacerlo. Se desharía con facilidad del obstáculo y buscaría saciar su necesidad tan rápido como le fuese posible para poder seguir con lo que estuviese haciendo. Sin embargo, con ella era diferente. Quería disfrutar de la sensación de su cuerpo desnudo debajo del suyo, deleitarse con su visión y probar cada centímetro de su piel hasta sentirla estremecerse de pasión por él.

—Está bien —respondió, apenas audible.

Incapaz de hilar un pensamiento con otro, Alma se concentró en sus caricias, en sus húmedos besos que no le daban tregua y en la suavidad y destreza con la que la despojaba de su ropa. Cerró los ojos de nuevo y gimió al sentir que su boca se cerraba sobre uno de sus pechos. Extasiada, se arqueó hacia él queriendo sentirlo más cerca. Le encantaba el modo en que sus manos la recorrían con ansia y sus dedos se hundían en su carne, deseosos por tomar lo que siempre les había pertenecido.

Su ángel guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora