Capítulo 7

539 99 124
                                    

El roce de sus suaves labios lo dejó sin aire y todo a su alrededor se desvaneció en un instante. Incapaz de controlarse a sí mismo ahora que por fin podía probarla, presionó con su lengua despacio abriéndose paso a su interior. Gimió en cuanto sintió la suya salir a su encuentro y permitió que su dulce sabor lo colmara todo, embriagándolo. ¡Dios, era mejor incluso de cómo lo había imaginado!

La sintió estremecerse entre sus brazos mientras dejaba escapar un suspiro que él devoró, hambriento, a la vez que recorrió su boca con ansia y deseo. Nunca antes se había sentido tan vivo, tan poderoso, tan invencible. Podía sentirla en cada terminación nerviosa de su cuerpo, en cada uno de sus pensamientos y en cada irregular y acelerado latido de su corazón. No obstante, sabía que tenía que detenerse. Ella nunca había estado con un hombre y no podía aprovecharse de su inocencia.

Con gran esfuerzo, ralentizó el beso hasta ponerle fin y sin apartarse, pegó su frente a la de ella.

—Lo siento, pequeña —susurró de forma entrecortada.

Besarla había arrasado con todas sus defensas. Apenas podía hilar un pensamiento con otro. Ella tenía más poder sobre él que cualquier enemigo que se cruzase en su camino.

Alma respiraba con dificultad. Hacía tanto tiempo que había soñado con ese momento que ahora le estaba costando reaccionar. En cuanto sus labios se tocaron, todo lo demás dejó de existir. Solo eran ellos dos y la electricidad que fluía entre ambos mientras se dejaban llevar por la emoción y el deseo. Era la primera vez que alguien la besaba y que fuese su ángel quien lo hiciera la llenaba de una alegría y una satisfacción difíciles de explicar.

Le permitió adueñarse por completo de su boca en tanto se pegaba a él eliminando cualquier distancia que pudiera haber entre ellos. Sus pechos se endurecieron cuando sus sensibles picos rozaron los duros músculos de su torso a través de la ropa y un delicioso cosquilleo recorrió su columna hasta arremolinarse en su zona más sensible. Nunca antes había experimentado algo similar y lejos de asustarse, estaba ansiosa por seguir adelante. Sin embargo, él se detuvo antes de que la cosa fuera a más.

En medio de aquella bruma de excitación que había invadido su mente, lo oyó disculparse. Tenía la voz grave, rasposa, como si le costase trabajo pronunciar las palabras. Podía sentir su calor envolviéndola de forma protectora, aunque esta vez, no percibía calma y serenidad, sino pasión y deseo. ¿Por qué se detenía entonces? Era consciente de que era inexperta, pero creía que lo estaba haciendo bien. Al menos, eso le había parecido a juzgar por la forma en la que la apretaba contra su cuerpo.

—Ezequiel —jadeó, confundida, y sorprendiéndose a sí misma, alzó la cabeza para volver a besarlo.

Él dejó escapar un gruñido antes de volver a apoderarse de su boca, esta vez, con menos delicadeza que antes. Su nombre pronunciado en sus labios le provocó una descarga violenta en su ingle y su cuerpo, que había estado dormido por tantos años, cobró vida. El que ella tomara la iniciativa terminó por doblegarlo y supo que, a menos que se lo pidiese, no se detendría. Ya no.

Colocó ambas manos en su cintura cuando la sintió sentarse sobre él a horcajadas. Sabía que no llevaba nada debajo de su remera y no pudo evitar gemir al sentir el intenso calor de su feminidad en su regazo. ¡Mierda! Si seguían así, no iba a ser capaz de contenerse por mucho más tiempo. ¿Y si la lastimaba? No, no podía permitirse perder el control con ella y eso era exactamente lo que iba a suceder si no ponía fin a tan deliciosa locura.

—Alma —murmuró contra sus labios cuando ambos se separaron para poder respirar—. Tenemos que parar. No quiero hacerte daño.

—No lo harás —aseguró ella acariciando su mejilla en un gesto cariñoso—. Jamás lo harías.

Su ángel guardiánΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα