Capítulo 2

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Sus ojos estaban fijos en los cuerpos sin vida de las dos jóvenes demonios. Tenía las manos cerradas en puños y todos sus músculos se encontraban en tensión ante la grotesca imagen que tenía frente a él. Hacía cuatro décadas que él mismo las había reclutado y, aunque todavía tenían muchas cosas por aprender, lo estaban haciendo increíble. Había visto potencial en ellas y no se había equivocado. Eran analíticas, tranquilas, inteligentes, pero también empáticas y compasivas, rasgos esenciales para convertirse en guías.

Estos, junto a los guerreros, fieros combatientes armados y preparados para las más desgarradoras batallas, eran parte de su ejército y los pilares de la rebelión contra el poder oscuro. Mientras los últimos se encargaban de perseguir y aniquilar a aquellos demonios que no mostraban signos de arrepentimiento, los primeros se dedicaban por completo a los humanos, a contenerlos y no dejarlos caer en la oscuridad. Eran algo así como ángeles de la guarda. Solo que no lo eran.

Y por último, estaban los sanadores, seres que irónicamente tenían dones curativos provenientes de la misma fuerza vital que les dio origen. Y por sus manos, canalizaban la pureza y divinidad que tanto habían despreciado por siglos. Ellos eran una curiosa mezcla de ambas clases. Su poder se afianzaba en la misericordia y en la compasión, pero su lado belicoso estaba igual de arraigado y, ante una amenaza, podían llegar a ser incluso más dañinos que aquellos que lideraban la lucha.

Su padre, el demonio más poderoso del imperio oscuro, había elegido a sus concubinas con mucho cuidado en busca de obtener los mejores frutos. Y lo había conseguido. ¡Había estado tan satisfecho cuando su hermano menor nació! Por fin tenía todo lo necesario para gobernar por la eternidad. Tres poderosos hijos con diferentes y complementarios dones, todos a su servicio. Junto a ellos, era el más temido y peligroso, y nadie jamás se atrevería a enfrentársele. Hacerlo era buscar una muerte segura.

Con orgullo, los moldeó a su imagen y semejanza poniendo sobre sus hombros altas y aterradoras expectativas, en especial a él, el mayor, quien, en un futuro, sería su heredero. Su inteligencia y sagacidad, junto con su habilidad para leer los pensamientos y entrar en la mente de los otros si se lo proponía, lo colocó, sin duda, en un lugar privilegiado ante sus ojos. Y aunque no era el más poderoso, su liderazgo y estrategia le permitiría perpetuar en el trono indefinidamente.

Todo lo que había soñado por fin se cumpliría. Con semejante tríada protegiéndolo y escudándolo, no había rival que pudiese equiparársele. O eso creía... Lo que nunca previó fue que su primogénito terminaría siendo quien lo traicionase. Ezequiel distaba mucho de ser el demonio que él esperaba. Tenía un corazón demasiado caritativo e indulgente para ello y pese a que lo había advertido, se convenció de que lo tenía controlado. Estaba equivocado y lo supo de la peor manera cuando este lo abandonó llevándose con él a sus dos hermanos.

Había pasado casi un siglo desde que, impulsado por el profundo rechazo que sentía hacia los de su clase, se reveló contra su padre. Jamás imaginó que llegaría tan lejos, que algún día contaría con un ejército que, al igual que él, repudiaban las acciones de su especie. Y eso tenía que agradecérselo a sus hermanos. Siendo más poderosos que él, podrían haberlo detenido antes de que siquiera empezara con su lucha; sin embargo, combatieron a su lado protegiéndolo a cada paso que dio.

Los tres eran hijos de la oscuridad, descendientes de demonios oscuros, nacidos y criados bajo designios malvados y egoístas; pero ninguno de ellos compartía sus deseos y motivaciones. En absoluto conformes con su destino, actuaron en contra de su propia naturaleza, alejándose de una vida que solo les traería dolor y soledad. Se ocultaron en la Tierra y se mezclaron con los humanos. Convivieron a su lado, aprendieron a amarlos. Y hoy ya no concebían la vida sin ellos.

Samael se había confiado en que, llegado el caso, Rafael y Jeremías serían capaces de eliminar a Ezequiel y asegurarle así la continuidad en el poder, pero ellos jamás habrían podido cometer semejante atrocidad contra su hermano mayor. Por el contrario, se unieron a él, a su guerra, y se convirtieron en sus más fieles protectores.

Su ángel guardiánWhere stories live. Discover now