Capítulo 32

1K 51 8
                                    






Comienzo a buscar mi bolso como una loca. Quizá esté en el sitio de siempre pero la ansiedad y los nervios no me dejan pensar con claridad.

Tenía claro que Izan se había vuelto alguien indispensable para mí, conocerlo como profesor fue, para mi gusto, algo maravilloso. Cualquier manera de conocerlo hubiese sido maravillosa, conocer al hombre que me salvó cuando decidí que era momento de acabar con todo, que lo evitó y me dio todo su cariño y apoyo para que saliera del pozo en el que estaba volviendo a caer. Al hombre que elegí como mi primera persona, esa primera vez que vas a recordar el resto de tu vida, esa que hace que me salga una sonrisa cada vez que pienso en aquella cabaña, la que construyó como un lugar seguro para podernos disfrutar juntos y en secreto.

No puedo dejar de recordar su mirada cuando intentaba hacerme entender que debíamos tener cuidado, que debía tener paciencia porque él estaba cambiando su vida para ser libre totalmente. No dejo de pensar en cómo sus manos me acariciaban y me hacían sentir que todo estaba bien, que él estaba ahí, conmigo.

No sé cuáles son sus sentimientos por mí, no sé si me querrá como yo me he dado cuenta de que lo quiero a él. Izan es luz en mi vida, es la persona que hace que me mantenga a flote, mi salvador en la vida ante cualquier circunstancia. Como el héroe que aparece en las películas para salvarlo y arreglarlo todo, para hacer que todas las historias acaben con un gran final feliz. No puedes dejarme ahora amor, no puedes hacerlo...

–Sara...¿vamos?

La voz de mi padre me saca de mis pensamientos. Lo miro y me doy cuenta de que mi vista está llena de lágrimas, me limpio rápidamente y cojo mi bolso para andar hacia la puerta.

–Héctor cariño, cualquier cosa, llámame.

Se despiden dándose un casto beso en los labios y mi padre se pone las gafas de sol mientras caminamos hasta el coche.

Mientras conduce no deja de mirarme de reojo. Mi padre y yo siempre hemos tenido una relación especial, aunque nos vemos poco tiempo porque viaja muchísimo siempre he contado con él para todo. Y ante cualquier circunstancia ha dejado su trabajo para estar cerca de nosotros lo antes posible.

–Sara...¿estás bien?

Su pregunta me hace salir de mis pensamientos y asiento sin decir nada. Creo que sí hablo romperé en un llanto que tengo ganas de soltar a cada rato.

–¿Cómo se llama tú amigo?

–Izan.

–Y...¿sólo es tu amigo?

Sabía que esa pregunta no tardaría en llegar.

–Sí pa, solo somos amigos. Nos llevamos muy bien.

Asiente y no vuelve a decir nada más hasta llegar al hospital. De repente, caigo en la cuenta de que si hay algún compañero de trabajo de Izan me reconocerán y preguntarán que qué hago ahí. Pero si soy honesta y sincera...solo necesito verlo a él, saber como está y si se va a poner bien pronto. Pensar en la gravedad de los hechos hace que mi pecho se vuelva a estrechar, sin dejar a penas que llegue aire a mis pulmones.

–Buscamos a la amiga de mamá y le preguntamos, ¿no?– Mi padre pregunta sin saber muy bien que hacer.

–Preguntemos en recepción por el nombre de Izan, igual obtenemos algún tipo de información.– Propongo y mi padre asiente.

Nos acercamos a recepción, el hormigueo de mi estómago y el tembleque de mis manos no me permiten disimular lo nerviosa que me encuentro. Algo que mi padre nota desde el primer momento y agarra mi mano con fuerza lanzándome una mirada de "todo saldrá bien". Ojalá papá, ojalá.

El profe de historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora