Prólogo

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Desde pequeña, tenía dificultades para confiar en los demás. Fueron pocas las personas que lograron conectar conmigo.

Algunos podrían decir que no hacía el intento para cambiar las cosas, que no trataba de aceptar la cercanía de los demás, pero eso no es cierto. Hice lo que pude, me acerqué, hablé, escuché, mas las personas nunca colaboraron y solían herirme psicológicamente.

Sin embargo, tenía claro que no siempre vas a conectar con las personas, que algunas te van a herir cuando menos te lo esperas. Y estaba dispuesta a recibir cada herida, cada golpe emocional, porque es sencillo resistir ante los golpes de personas que no tengan tu misma sangre corriendo por sus venas, pero hiere más cuando los golpes provienen de tu propia familia.

No solo vivía con mi padre, sino que su dolor era nuestro fiel compañero. Solía fingir que no escuchaba los sollozos que con tanto esmero hacían eco por toda la casa. Mi padre empezó a llorar antes de que yo cumpliera la mayoría de edad, y lo acompañaba en el silencio. Al principio, me acercaba a él y lo abrazaba, pero luego dejé de sentir las fuerzas para hacerlo.

Si algo tenía claro, era que todos tenemos nuestras guerras, nuestras heridas, pero eso no significa que no podemos extenderle nuestra ayuda a aquel que la necesite. En muchas ocasiones, sentimos que estamos en una condición peor que los demás, y puede que así sea, pero nunca está de más ayudar.

Lo hice, pero ya no podía más.

Solo tenía dos amigos, y eran suficientes. Mientras menos personas estuvieran cerca de mí, más fácil sería odiar. Mi meta era arruinarle la vida alguien. Quería ser un tornado.

Si yo no podía ser feliz, alguien debía ser infeliz, y no conmigo, sino por mí. Quería vengarme de alguien, quería que alguien sufriera como yo lo hacía, quería... solo quería que alguien se sintiera tan desprotegido como yo me sentía.

No me interesaba si eran culpables o inocentes, solo quería ver qué tanto resistían lo que me había tocado vivir.

Mi modo de pensar podía ser un poco confuso, ya que decía que debíamos ayudar a los demás cuando mi meta era dañar, pero quería ayudar a quien me diera la gana, y arruinar a quien se me antojara.

Así es la vida, para que otros sean felices, otros deben llorar, y quería ver lágrimas... muchas lágrimas.

***

Espero regresar pronto con el capítulo 1.

Beshitos. Los quiero. 

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