¿Siempre será tan odioso?

Se da la vuelta para salir de mi habitación y me habla de espaldas.

—Te recomiendo que uses algo modesto, es un viejo muy quisquilloso con el vestuario en su presencia —expone y cierra la puerta cuando se marcha.

Nunca me ha ido bien con las suegras pero con los suegros me ha ido de maravilla siempre les caigo bien.

¿Qué rayos estas pensando Molly?

No es tu suegro, no tienes ninguna relación con Tohbías.

Suelto todo el aire que tenia contenido hasta ahora. Esto cada vez se complica más. Tomo a Pelusas y me acuesto a descansar.

Al otro día me levanto temprano y debido a lo que dijo Tohbías anoche. Me decido por un vestido negro ajustado de marca, es de cuello y mangas largas. Combinó con unos tacones negros y mi bolso a juego, todo de la misma marca. Dejo mi cabello rojo cereza suelto y me maquillo muy discretamente.

Salgo y Tohbías me espera en la sala del apartamento. Me observa mientras camino hasta llegar a él y igual me le quedo viendo embobada.

Luce otro traje negro con una chaqueta que le llega a las rodillas, está peinado hacia atrás y es guapísimo no lo puedo negar. Pero no siento nada, más que atracción por él y el pasado me enseñó a no confiar en las atracciones por alguien.

Llego hasta su lugar y escucho que me dice:

—Buenos días, estás hermosa.

—Gracias —respondo nerviosa y siento que me sonrojo.

—Te tomaste muy en serio lo que te dije sobre mi padre ayer —habla él en casi un tono de burla.

—Pues no me habías hablado de él y lo primero que dices es que es quisquilloso con la ropa —me excuso levantando los brazos.

—Sí —me sonríe—, vamos que no quiero llegar tarde.

Nos adentramenos en el camino pero esta vez vamos en un carro deportivo, un McLaren blanco último modelo. Vemos que nos adentramos por unas rejas altas en lo que parece ser un amplio jardín con pinos y fuentes por doquier.

Me quedo impresionada con las vistas del jardín y veo que nos acercamos a la entrada de la mansión. Grandes no, inmensas columnas de marmol se ven en la entrada a los lados de la puerta. Realmente luce imponente esta mansión.

Veo la gran escalera igual de marmol que da paso a la entrada principal de la puerta, y noto en esta la gran fila de empleados esperando en firme a quién creo saber.

Abren la puerta principal y junto al que parece un mayordomo sale un señor canoso, con unas cuantas arrugas y traje impecable color azul cielo.

Abren la puerta del coche y mis ojos ahora se centran en Tohbías. Tomo la mano que me tiende ya que el auto es muy bajo y casi no puedo salir sola.

Y ahora veo al señor, o mejor dicho Reinalds McAdamas que me sonríe acercándose a donde estoy.

—¿Seguro que la enfermera se equivocó o fuiste tu mismo hijo? —habla Reinalds mirando a Tohbías con mucha gracia.

Tohbías pone los ojos en blanco para comentar:

—Yo también estoy feliz de verte viejo.

—Sabes que era un chiste pero debo decir Molly, que eres muy hermosa —exclama él pidiendo mi mano para besarla y le correspondo.

—Gracias señor Reinalds —digo apenada por el halago, no estoy acostumbrada a ellos.

—Por favor llámame Reinalds, ya que pronto seremos familia.

Escucho como Tohbías se aclara la garganta y dice:

—Creo que debemos desayunar ya, se está haceindo tarde y no es bueno para el bebé quedarse sin comer.

—Claro que no, entremos —invita Reinalds y me señala que me adelante y lo hago.

Si era una belleza por fuera debo decir que por dentro es el triple de lujosa la casa. Paredes blancas con diseños tallados en mármol, cuadros, búcaros, muebles y adornos todo a juego.

Al final de la sala principal sobre una chimenea está lo que parece ser un retrato familiar. Me le quedo viendo y me doy cuenta que se trata de la familia de Tohbías. El señor Reinalds con una gran sonrisa estampada en su rostro junto a otra señora castaña, que también sonríe dulcemente al pintor, porque es una pintura el retrato y un joven de cabellos rojizos bien peinado hacia atrás y una gran sonrisa enseñando los dientes.

Puedo notar que es Tohbías pero a diferencia de este que camina a mi lado ese joven se veía muy feliz. Ya veo porque él siempre dice que quiere un hogar para su hijo, el creció en uno. Uno feliz.

—Era mi madre —afirma él cerca de mi oído, me eriza un poco la corta  distancia en que lo dijo.

Yo desde que vi el cuadro supe que era su madre, se parecen mucho.

—Era una mujer muy hermosa —digo sincera.

—Gracias —responde él.

Nos adentramos a lo que es una especie de comedor, pero todo aquí es ostentoso y caro. Veo que una empleada me indica un asiento al lado de Tohbías con el senador en la punta de la mesa. Mientras sirven los platillos siento que mi estómago ruge. Debe ser el embarazo porque siempre tengo hambre.

Me toco el vientre y escucho que Reinalds me dice:

—Y dime, ¿cómo te sientes en el rascacielos? —me pregunta.

—Es acogedor —respondo.

—¿Qué crees de este lugar? —cuestiona ahora llamando la atención de Tohbías y este lo mira con ojos calculadores.

—Es precioso, me encantan sus jardines — entusiasmada le comento.

—Gracias, eran de mi esposa. Me he esforzado por tenerlo como ella lo tenía.

—Me encanta la naturaleza, me hace sentir viva y libre.

—Pues si deseas puedes vivir aquí cuando se casen, tengo esta casa sola para mí y me haría falta compañía —expone él y de pronto siento que me dan nauseas.

Me levanto de pronto tapandome la boca sintiendo todo subir a mi garganta.

—¿Dónde está el baño? —pregunto con dificultad y una empleada me indica.

Salgo corriendo allá y escucho los pasos de Tohbías detrás de mí.

Entro al baño sin cerrar la puerta y vomito el poco de leche que había probado cuando hablaba con el Senador.

Me toman el pelo detrás y cuando termino, me ayuda a levantarme. Voy al tocador y me enjuago la boca y las manos, pero no deja de pasar por mi mente lo último que dijo Reinalds.

«Cuando se casen pueden vivir aquí»

¿Quién dijo que me casaría? ¿Casarme yo?

—¿Estás mejor? —pregunta por atrás Tohbías y me giro y veo su cara de preocupación.

Le suelto todo lo que tengo en la cabeza ahora mismo.

—¿Cuándo nos casemos? —espeto repitiendo lo que dijo su padre  y veo que se queda serio mirándome.

—¡Sí! Estaba buscando cuando decirte, pero tenemos que casarnos —me responde serio y yo solo palidezco.

¿Casarme? ¿Otra vez?

¡Vida de mierdaaa!

AtándonosWhere stories live. Discover now