Suspiró sonoramente y volvió a levantarse, sus pies dirigiéndola hacia la cocina en busca de algo para comer, su estómago empezó a rugir con hambre de repente, pero se detuvo de golpe al empujar la puerta de la cocina y encontrarse con Jeongyeon besando a Nayeon contra la pared con mucha dedicación, las manos de su amiga recorriendo el cuerpo de Nayeon con urgencia. Ambas dejaron lo que estaban haciendo y miraron a la recién llegada.

— Sana — se sorprendió, Nayeon, soltándose del agarre de la más alta.

— Tengo hambre — fue lo único que dijo, ignorando por completo lo que acababa de ver, sintiéndose todo muy divertido — ¿Hay algo de comer?

Jeongyeon ladeó la cabeza un tanto confundida, cayendo en cuenta de que su amiga se encontraba ebria, porque de otra manera no estaría hablándoles con tanta tranquilidad sin escandalizarse.

— ¿Cuánto bebiste?

— Solo un poquito~— rió, recargándose en la puerta sin apartar la mirada de ambas — Solo un poquito, de verdad — repitió.

Nayeon suspiró y sonrió, caminó hacia la menor y agarró su muñeca, sacándola de la cocina sin decirle nada.

— Tú necesitas dormir.

— ¿Qué? No, no quiero dormir — hizo un puchero, viéndola con ojos suplicantes — Tengo ganas de comer dulces.

— Está bien, voy a conseguirte dulces y luego vas a dormir, ¿de acuerdo?— Nayeon la vio asentir.

La dejó en el inicio de las escaleras y regresó a la cocina, buscó en todas las gavetas algo para darle, hasta que encontró una caja de galletas; no había nada más, era lo más cercano a un dulce que tenían en esa casa, así que regresó hacia Sana y le entregó un par de galletas. Minatozaki sonrió satisfecha y empezó a comerlas mientras Nayeon la guiaba escaleras arriba.

— Usa esa habitación — señaló al fondo del pasillo — Mina dijo que podíamos usar esa porque ni la de su hermana ni la de sus padres están disponibles.

Sana asintió, y tras terminar su segunda galleta, caminó hacia donde la castaña le había indicado mientras limpiaba despreocupadamente sus manos en su pantalón. Abrió la puerta y todo estaba oscuro en su interior, así que se adentró con total confianza. La luz del exterior era muy débil, apenas podía ver con claridad.

— Sana, ¿qué haces aquí?

La mencionada pudo reconocer rápidamente la voz de Momo en esa oscuridad, sintiéndola demasiado cerca, ¿estaba esperándola? Ese pensamiento la emocionó un poco, causando que su cuerpo se estremeciera con un extraño cosquilleo ante el fugaz recuerdo de cuando esa atractiva chica la besó.

Apenas pudo verla a través de la oscuridad, pero el alcohol en su sistema estaba haciéndole más efecto de lo esperado, por lo tanto, se estaba dejando llevar sin limitantes, posiblemente porque nunca había estado ebria en su vida y no conocía sus propios límites, no sabía cómo debía comportarse en ese estado.

Con sus manos tanteó a la contraria frente a ella, y con mucho atrevimiento de su parte, arrugó el cuello de la camisa de Momo y la acercó, otra vez su cuerpo sacudiéndose ante la sensación que su cercanía le ocasionaba.

Sin detenerse a pensarlo demasiado, unió sus labios en un beso demasiado desordenado e inexperto, sus dientes chocando de vez en cuando, sus lenguas apenas rozándose y sus respiraciones agitadas. Sana no estaba segura de lo que estaba haciendo, no estaba pensando al respecto, su mente estaba en blanco, entregándose de nuevo a esa emocionante y placentera sensación de ser besada, a ella le gustaba mucho que la besaran.

Momo jadeó sobre los labios de la otra, y luego de unos segundos, logró que el beso se tornara en algo un poco más coordinado y caliente, llevando ahora ella el control de la situación, con sus manos rodeó su cintura y la acorraló contra la puerta, sobando la piel bajo su camiseta con deseo, dejándola morder sus labios a su antojo sin quejarse, porque al parecer, la tímida Sana se encontraba muy deseosa y traviesa.

❝ Forbidden ❞ || MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora