Capítulo 1.

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Kyungsoo descansaba su cabeza sobre la arena mientras trataba de dormir sintiendo el movimiento de las olas. Era el único en la costa, quizás porque estaba nublado y hacía frío, o quizás porque era domingo y nadie visitaba el puerto.

Podía oír a lo lejos también a las gaviotas y a veces cuando pasaba algún automóvil a lo lejos. No podía dormir.

Sacudió la arena de sus hombros y espalda como si tratara de que sus pensamientos se fueran con ella, se quitó sus zapatos y comenzó a caminar rodeando las olas. El agua estaba fría, pero no tanto como él.

Mirando hacia atrás, el pueblo, el mar, la arena y el oleaje formaban una postal bastante tranquila, como si nada nunca ocurriera. Y la verdad así era.

Volvió a paso lento por las dunas, sin hacerle caso a los caminos hechos de madera que había en algunos costados, quería sentir la arena hasta que lo tragara entero. El viento corría tan de prisa que el polvo le dolía al chocar con su rostro y tuvo que ponerse la capucha de su sudadera.

Llegó a la avenida principal y se puso de vuelta sus zapatos. Por el camino cerro arriba a su casa todos lo saludaban, y no porque fuera una estrella de cine o el alcalde, todos se saludaban entre sí en el pueblo. Era tan pequeño en demografía y tan aislado de las ciudades grandes que no quedaba de otra.

Su casa quedaba cuesta arriba del cerro, pero gracias a dios que el camino estaba pavimentado, si no, tardaría mucho más en subirlo esquivando el barro y las piedras.

El gato lo recibió maullando como loco, otra vez no había comido, Kyungsoo trató de callarlo dejándolo entrar pero no había forma: no había nada que darle, así que sólo le compartió un pedazo de pan.

Su mamá dormía en su habitación del fondo, desde la entrada podía oír sus ronquidos. Encendió la radio a un volumen bajo para no despertarla, pero la apagó al instante, las dos emisoras que se escuchaban estaban pasando música aburrida. ¿Qué hacer? se preguntaba, pero sólo se le ocurrió irse a su cuarto a dormir, ni siquiera tenía sueño.

El ambiente de la casa había estado así, sombrío y oscuro, desde hace mucho tiempo, no recordaba la casa de otra forma. Desde que su padre había fallecido en el mar ya nada era lo mismo, Kyungsoo a penas lo recordaba, pero su madre sí, y no podía olvidarlo. Desde entonces ella había tenido que trabajar en cualquier cosa: limpiando pescados, recolectando algas o planchándole la ropa a las señoritas ricas de la cuidad vecina, no había mucho trabajo para una mujer en ese pueblo, menos para una mujer sola.

Kyungsoo creció viendo a su mamá trabajar, cuando salía de la escuela a la hora de almuerzo nadie lo iba a buscar como a sus otros compañeros, él subía solo hasta su casa cargando un bolso que era el doble de grande que él mismo y comía el almuerzo que su madre le había dejado por la mañana; u otras veces se iba al puerto o a la playa a acompañarla cuando limpiaba los pescados o recogía las algas, pero no le agradaba demasiado, sentía que todos la trataban como una basura.

No podía dormir, de nuevo. Se sentó en la cama y sacó un cuaderno viejo, ahí siempre solía escribir cualquier cosa, sus pensamientos, fantasías o anhelos. Escribió hasta que su mamá se despertó y comenzó a hacer la cena, comieron en silencio escuchando radio y al terminar ella comenzó a planchar su uniforme escolar, mañana era lunes después de todo.

* * * * * * *

Kyungsoo iba a la escuela pública local, era la única en el pueblo y tenía muy pocos alumnos, de hecho, él sólo tenía seis compañeros más. Al parecer, toda la escuela no superaba los cincuenta niños, habían pocos maestros y en algunos cursos —en especial los pequeños— juntaban a niños de varias edades para conformar una clase.

Otra era (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora