Capítulo 18: revelaciones inesperadas

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CAMERON

Nunca pensé que el juego que propuso Atenea iba a ser esto...Pero la verdad, es que la estaba pasando bien. Muy bien, de hecho. Y lo mejor de todo, era que no me iba a arrepentir después.

Su pregunta no me tomó desprevenido. La había estado esperando.

Fingí pensarlo.

—He tenido una sola novia—respondí.

Ella rio.

— ¿Por qué siento que todas tus respuestas son mentira?

— ¿Quizás porque tienes problemas de confianza?

Me revoleó una almohada a la cabeza. La agarré justo a tiempo y la coloqué al lado mío. Ella me miraba furiosa.

—Y problemas de ira también—agregué en un murmullo.

Puso los ojos en blanco.

—Oh, cállate, santo Cameron—respondió con sarcasmo y se volvió a acomodar como antes—. Ya, en serio. ¿Solo una?

Asentí.

—Sí. Solo una.

— ¿Puedo preguntar por qué?

Suspiré.

—No me van mucho las relaciones—. En especial cuando mi mente había estado en otro lado desde hacía años.

Este era un terreno en el que no quería entrar para nada.

Ella me estudio con la mirada.

—Hm—se miró las uñas—. Por lo menos dime su nombre.

Sonreí.

— ¿Estas celosa?

Parpadeó, indignada. Dios, amaba hacerla enojar.

— ¿Yo? ¿Celosa de ti? Creo que antes prefiero que me atropelle un alce.

Largué una carcajada sin poder evitarlo.

—Vaya, no sabía que era tan malo—me rasqué la nuca. —Bueno, su nombre era Donna. Aja, lo sé. No te rías. Fue en cuarto de preparatoria y una experiencia un tanto... rara.

Atenea se estaba mordiendo el labio, pero no de una forma provocativa.

— ¿Extrañas Argentina?—seguí preguntando, decidiendo cambiar de tema.

Ella tomó aire y lo largó lentamente.

—Viví hasta los nueve años allí. Así que, sí, la extraño muchísimo. Tener a mi padre ayuda bastante, igual, porque con él me comunico en español y me hace recordar a allí—respondió, y su voz sonó un poco melancólica. — ¿Sabes? Lo que más extraño es a la gente. Allí son todos muy relajados, sociables y divertidos. Aunque están un poco locos, pero en un buen sentido. Son muy amables y cálidos, al menos, la mayoría.

Mi mandíbula se apretó y la miré. Pero la miré realmente. No a la fachada de esa chica fuerte, valiente, extrovertida y carismática. Traté de mirarla más en profundidad, al dolor que escondían sus ojos cuando a veces sonreía, o a sus manos inquietas, que en este momento se encontraban girando su anillo.

Atenea era todo un misterio. Por más de que pensaba que la conocía, la realidad es que no sabía mucho de ella. Y en ese momento, me di cuenta de que...de que quería saberlo todo.

—Te entiendo. Solo un poco—sonreí de costado, pero por dentro estaba furioso por lo que le pasó—. A Luc le pasó algo parecido. La gente lo discriminaba mucho por ser Latinoamericano, y no la pasó muy bien en el instituto. Pero luego mi tía lo cambió y...

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora